Oscar en Casa: Ser masa

Según los años se abalanzan, sentimos que tenemos que pasarlo todo por el juicio de la crítica. Es una especie de altivez que acompaña a muchos viejos, probablemente porque olvidaron, o prefieren callar el frente de emoción que es la juventud. Ayer, inolvidable día, 17 de mayo de 2017, desde que salí con mi camiseta: “Yo no como austeridad”, honrando esa labor callada pero persistente, de los compañeros de Comedores Sociales y de Educación Política, sabía que iba a un encuentro tan sabido (porque sabía lo que iba a ocurrir) como inesperado (porque no sabía lo que podía ocurrir).

Tuve la dicha, para calentar motores, de encontrarme en El paraíso a Zoraida Santiago. Creo que me la encontré en el sitio correcto. Conversamos breve, tuve la oportunidad de dejarle saber lo hermosa e importante que es la canción, Es hora de cobrar y le dije, también, de lo mucho que me había gustado el poema de Tato, del Día de las Madres. En el paraíso andaba aún, con el juicio a cuesta.

Entonces caminé a la Plaza de la Convalecencia, eran las 2:20pm, quería asegurarme un lugar al frente, bien al frente, de la tarima. Ya comenzaba a operar en mí, el jovencito que se quería bañar con el sudor de los artistas desde la primera fila. Vi a Esteban Valdés, lo más seguro pescando algún poema concreto, que se fue más adelante que yo. Entonces, ya estaba encendido el ritmo de unos tambores, que obligaba a remenearse, se quisiera o no. Es esa fiebre de la masa que le apaga el juicio al más sabio. Es ese momento, en que usted responde como un bloque de emoción y todo lo que prende por sus oídos es alegría y felicidad; ansioso de que llegue el momento, que sólo sabrá que llega después que llegó.

Anuncian, que Oscar va a salir, pero que por favor tengamos calma y comprensión que hay Oscar para rato. Si en algún momento hice el compromiso de tener calma y comprensión, cuando apenas vi a Oscar lo olvidé. Ya no era yo, era masa en bloque de emoción, que olvida y solo quiere satisfacer la ilusión de su espera. Me acerqué tanto como pude, le tendí la mano a Oscar y no me la estrechaba, hubiera necesitado él ser pulpo para complacer a tantos. De pronto se acercó de espalda y le pude tocar levemente el cuello. Obtuve el premio a mi emoción y me retiré, para dejar que otros lograran alcanzarlo.

Me fui y encontré en Gostoso el ángel que hace que mi vida obtenga algo más de lo que jamás pensó. Insistió regresar a la actividad y ¡oh maravilla! Oscar salió y bailó, estaba gozoso, no pude acercarme como hubiera querido, pero mi ángel lo firmó.

Entonces habló, y escuché al Comandante en Jefe, ahora vuelvo a pensar. ¡Qué felicidad, es ser masa! Ahora, que el ahínco de las horas nos descubra en la unidad de la lucha, camaradas.

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