Para una comunidad de naciones

 

Para Marcelo Barros / Especial para En Rojo

Los gobiernos de derecha que actualmente dominan la América del Sur, y su sumisión a los intereses del imperio, están intentando sepultar el sueño de Bolívar que el presidente Chávez había puesto al día: instituciones que daban impulso a la integración de toda la América Latina. Ya en 1826, en el congreso de Panamá, Simón Bolívar, inspirado en el sistema de confederación de las antiguas ciudades griegas (anfictionismo), propuso formar en el continente que los indios llaman Abya Yala una grande patria nuestra, una comunidad de naciones hermanas. No era solamente una estrategia de defensa militar o de comercio integrado. Era una alianza de solidaridad entre los pueblos. “La agenda del Congreso Anfictiónico de Panamá proponía el apoyo a la independencia de los países, la abolición de la esclavitud en todo territorio confederado y organizar un cuerpo de normas de derecho internacional” (Tricontinental, 174/ 2012, La Habana).

Ese sueño que el libertador no pudo ver plenamente organizado, tomó cuerpo en la primera década de este siglo, cuando bajo el liderazgo del presidente Chávez teníamos la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), la UNASUL y el ALBA, organismos de integración de gobiernos y pueblos del sur del continente. Esas instituciones nos permitían relacionarnos con la América del Norte y Europa, juntos, fuertes y en condiciones de más igualdad social. Actualmente, sin contar con gobiernos, es la misma sociedad civil que, a través de grupos idóneos, intenta formar una comunidad de pueblos que puedan tener voz en la ONU como consejo y busque representar, de hecho, la humanidad y así aportar mucho a un nuevo orden mundial. 

Desde el inicio de ese siglo que tenemos sesiones del Foro Social Mundial y desde 2018, organismos y grupos sociales intentan firmar una alianza de la humanidad por la vida. En Italia, se ha creado una fundación con el nombre de Ágora de los Habitantes de la Tierra. La base de todo eso es una conciencia de la ciudadanía universal a cual todos/as somos llamados/as. Nuestra vocación es ayudar todos los seres humanos para asumir esa misión de habitantes/ciudadanos/as de la tierra. 

Quien tiene fe sabe que el proyecto divino para el mundo es la integración de toda la humanidad como una sola familia humana dedicada a la paz, justicia e integridad de la naturaleza. En el final del primer siglo de nuestra era, el cuarto evangelio afirmaba: “Jesús ha muerto para reunir en la unidad todos los hijos e hijas de Dios dispersos por el mundo” (Jo 11, 52). 

El autor es monje benedictino y ha escrito más de 40 libros.

 

Artículo anteriorCLARIDADES: Batalla de Asomante
Artículo siguienteCrucigrama: Myrna Báez