Pavarotti: Vida y milagros de un reconocido tenor italiano

Por Soledad Romero/Especial para En Rojo

Director Ron Howard, Documental, 2019, en inglés e italiano 

Pavarotti, and Friends… from Puerto Rico

In Memoriam – Hace apenas unos días Puerto Rico perdió a uno de sus más prestigiosos tenores, César Hernández, quien se convirtiera en protagonista de alto nivel como intérprete destacado de La Traviata, La Bohème, Aída, Tosca, y Carmen, entre otras. Adquirió fama y reconocimiento en los escenarios principales de Europa y Estados Unidos. Una invitación de Luciano Pavarotti para aparecer en un concierto transmitido en vivo desde el Lincoln Center fue uno de los escalones sustentado por su voz para iniciar la trayectoria de éxitos de su carrera. En Puerto Rico, compartió escenario con Plácido Domingo como Otelo y el consagrado barítono puertorriqueño Justino Díaz como Yago. Tenía 61 años cuando falleció. 

Antonio Barasorda fue otro tenor puertorriqueño que se distinguió como mentor de estudiantes del Bel Canto. Falleció el año pasado a los 72 años, estando aun activo en su carrera artística. Barasorda debutó en el Metropolitan Opera House en Nueva York, en 1994, como Cavaradossi en Tosca; luego Norma, I Pagliacci, Cyrano de Bergerac, Idomeneo, y Aída. Protagonizó el estreno mundial de Gernika, en Bilbao, y la inauguración del Centro de Bellas Artes en San Juan en 1981. Este artista tuvo una plétora de éxitos a nivel local e internacional. Nos hacemos eco de los expertos, al nombrar y celebrar con sumo orgullo a estos artistas puertorriqueños ejemplares de tan fina hechura en el cultivo del oficio que hicieron gala de sus elevadas capacidades artístico vocales en todos los escenarios. Curiosamente, ambos exhibieron un comportamiento exento de altanería: discretos, elegantes y extremadamente profesional. El caudal y tesoro de voces femeninas y masculinas que ha generado Puerto Rico desde el siglo XIX, merece nuestra admiración y respeto como público. ¡Bravi! 

Luciano Pavarotti

Démosle curso a Pavarotti and friends, el tenor que nos ocupa. Nos sentamos cómodamente en un macro cinema de mullidos asientos que se manejan con un botón, una sala que si te animas, te traen una bandeja con picadera ordenada con antelación. En mi caso, prefiero palomitas de maíz, un pop corn, pequeño para no distraerme comiendo, digo … Ocurre que de entrada algo de la personalidad campechana de Pavarotti, quien sin emitir una nota nos cautiva y arropa. El no sé qué de su físico, la sonrisa satisfecha y segura combinada con la intensidad, virtuosismo y fuerza de la voz. El documental nos advierte, que él, Luciano, pudo haber sido panadero como su padre; pero cuidado, el hijo nos alerta que su padre poseía una bella voz de tenor y que lo arrastró a cantar en un coro local allá en Modena, Italia. El resto del filme integra reminiscencias personales como las tres hijas que procreó con su primera esposa, junto a la acumulación de éxitos, viajes, conciertos por todo el mundo, repetidos proyectos benéficos con artistas internacionales de la música popular y sobre todo, su preferencia por la opípara mesa, la variedad de pastas (su especialidad como chef), mientras se le escapaban pecadillos no muy discretos que van a culminar en su segundo y último matrimonio con una atractiva joven italiana. Esta aventura final provocó una fuerte reacción de censura en la Italia tradicional, uno de los últimos países en aprobar la legalidad del divorcio. Toda esa intensidad emotiva se desborda en el concierto magistral de los Tres Tenores (1998), filmado en las ruinas iluminadas de las Termas de Caracalla como telón de fondo. Se reúne con Plácido Domingo, José Carreras, y Zubin Mehta, director de orquesta. Con esta bien lograda producción que es casi una experiencia mística recorrieron otras capitales, logrando mayor difusión con las reproducciones en técnica de CD y DVD, para satisfacción de la audiencia internacional. Tal concierto filmado fue la culminación de la trayectoria de los cantantes y músicos, convirtiendo este tipo de música que antes había sido patrimonio o propiedad mercantil de las clases privilegiadas, en producto popular democratizado. No olvidar que teatros como el Metropolitan Opera House, hace años había instalado pantallitas detrás de las butacas con traducción simultánea de la letra al inglés, francés, español y alemán. Igualmente se ha estado transmitiendo en vivo, a una selección de cinemas, un escogido de conciertos en vivo con un encore, desde el Metropolitan Opera House NY, difundiéndolos al mundo entero. Con esto acabaron la exclusividad de ese medio musical, además de aumentar la audiencia. La ópera como género nació en Italia, y se escenificaba en los teatros de todas las ciudades. El lugar reservado para la clase obrera, artesanos, estudiantes y poetas pobres, era lo que aun llamamos el gallinero o balcón a precios populares. Igualmente reza para las representaciones teatrales de tragedias, dramas y comedias que precedieron el género. Tal audiencia no aristócrata, se convirtió en público conocedor, exigente, agresivo y hasta peligroso. Se vengaban del autor, de los actores o cantantes lanzando zapatos, tomates, huevos o frutas en mal estado, entre abucheos, y pitidos, creando una algarabía para que la función no se oyera. Como contraparte no faltaban aplausos de las claques (grupos comprados para aplaudir). Desde arriba se lanzaban manifiestos, proclamas políticas instando a alzarse contra los gobernantes. Los temas de las óperas, no necesariamente exaltaban a los aristócratas o a los nuevos ricos. El teatro al igual que su hija la ópera, ejercía el control social a través de la crítica abierta, poniendo en ridículo a los personajes. Verdi el grandioso compositor italiano, manifiesta un tema político además del amor en Aida. Igualmente en Nabucco, de tema bíblico sobre el cautiverio de la nación judía, su hermoso coro final Va, pensiero… el pueblo italiano lo ha convertido en fina canción protesta contra el infame Berlusconi. El tema nacional, en Tosca –tragedia de amor, celos, resistencia política y conspiración– del maestro Puccini, nos deja trémulos de emoción al oír o ver bien sea a Pavarotti o a Domingo cantar el aria exquisita E lucevan le stelle; al finalizar el teatro se viene abajo eufórico en bravos y aplausos. La interpretación por Pavarotti de Nessun dorma un aria final de Turandot de Puccini se convirtió en la canción de rigor de sus contados conciertos, enloqueciendo a la audiencia que no lo deja salir del escenario … En la ópera abundan los temas mitológicos, bíblicos o literarios. También los protagonistas son campesinos, payasos del mundo circense, adaptaciones de cuentos fantásticos orientales, o egipcios como en La Flauta mágica de Mozart, quien se dejó fascinar por el personaje universal Don Juan Tenorio. En la Traviata de Verdi el amor de un aristócrata por una cortesana –morirá tuberculosa en espera del amante, que llega troppo tardi– una adaptación de La dama de las camelias de Alexandre Dumas, donde expone los prejuicios de clase que el amor apenas puede vencer; en Carmen adaptación de novela de Mérimée la hermosa y letal obrera, seductora tabaquera, le es infiel al amante, lo abandona y él la mata … 

 Concluyo esta reseña recordando la lectura de las Memorias de Bernardo Vega (Editadas por César Andreu Iglesias), un líder socialista de nuestro País que vivió en Nueva York, donde cuenta que una de sus grandes diversiones era ir a la ópera. En una de las ocasiones en que coincidí con él en las oficinas del MPI frente a la Plaza de Río Piedras me contó que conoció a Eva Le Galliene, una actriz y productora inglesa que tenía un teatro en la urbe, del cual él era asiduo. Me subrayó la importancia de fomentar las artes y hacerlas accesibles a las clases obreras y artesanas como diversión o en su función didáctica. Palabras con luz… 

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