Poemas de Raúl Guadalupe de Jesús*

 

A mi Esther, gracias por dejarme ser parte de tu isla.

Haber llegado con tus truenos en los hombros

y un aroma de espuma que abre las ventanas 

con  ojos que no han parado de brindarme

la ternura  de una tempestad con ola de estrellas,

haber llegado y topar con un hombre 

hecho de huesos primarios, simples como el espectro 

de un día

y pararlo y decirle que el tiempo es una tibia sombra

acostada en la vereda de tu historia,

haber llegado en el momento más preciso de todos

a sacudir mi cuerpo de sabana con vestigios arcaicos

a sembrar una voz que solo ofrece luz a mis pasos,

a mis huesos,

a sembrar un olor vivo todas las mañanas

que  da la pauta, el beso que sabe la ruta de tu piel

de tu olor que despierta nuevos mundos

con el estallido del beso en tus labios de puerto

no antes encontrado,

haber llegado en una sola tempestad

con el tibio de huracán en tus manos

ofreciéndome el calor de estas islas que fundaste,

su olor a hierba fresca que remedas 

cuando a tu lado alivio mis cargas,

es tu cuerpo de huesos insulares

los que tejen ese fragmento de galaxia que exhibo a todos

como diciéndoles, miren el agua en el centro de mi sombra,

esa sombra pertenece a la que llegó de una galaxia escondida

con un manojo de libélulas en sus manos y en sus ojos

e invitó a este a este mortal simple  a su encuentro,

a una historia de llegar a tiempo

irrumpiendo en trozos al espacio

con su cuerpo de Melé de estirpes makandales

y sus manos curiosas sobre la topografía de mi cuerpo,

bordando un puerto oculto 

en algún rincón de una isla privada

donde te regalo  pan de rocío

recordando tu llegada 

para brindar con la miel que exhalamos 

bebiendo sorbo a sorbo

con tempestad de haber llegado,

la sombra que inhalan nuestros cuerpos … 

(2015)

1.

Esos nombres en la orilla

llegaron  sin musitar aire

con ojos de silencios contenidos

con garfios de huellas

nacidos de una barca

donde Caronte sembró su muerte horizontal,

su galaxia donde los muertos mandan,

allí  el encuentro su flor silba

y los rostros de  agua de azucenas

reaparecen desbordando la sintaxis

olvidando los acentos impuestos

para el supremo valor del hombre

sobre los pliegues de la tierra.

2.

Esos cuerpos en la orilla

cedieron su sangre a los montes,

a los ríos  y a su agua de espejos

como la mirada de Bagua

que posa en sus manos los ojos,

los contornos de la muerte

de semilla de sangre

donde la rotación de unos signos

de unos cuerpos tendidos en la plaza

con huesos de estampidas

con su okapis sobre el cielo,

sobre el índice tremebundo

de una palabra,

en la corteza entre la vigilia y el sueño.

3.

a Heriberto Marín

Hubo un encuentro donde el abrazo 

al corazón interroga,

Griselio, tierno heraldo

que pulsó alfileres

a la esfinge

para que la palabra tendiera sus significados

sobre cuatro kilómetros de a pie,

volverse y ver el abrazo que interroga al corazón,

sumergir sus pies en el riachuelo

ósmosis de la energía de la tierra,

del sol y sus vientos,

irse y volver, y en el volver

el abrazo del rubio por si no nos volvemos

a ver, de Griselio. 

4.

Una gota sobre el centro del cuerpo 

desciende para besar las llamas

esas que ya hacen sus honduras

sobre la piel que ha trasnochado

los primeros pasos de las lejanas sombras,

hay un tono que sube de la tierra

y hace nido en los huesos,

un Bautista sabe de las decapitaciones

que vale su palabra,

preñada de agua

para abrir nuevas venas al ingenio,

la mirada empañada

desviste los labios

y escurre sus neblinas

en un rocío de sangre

que deja su fantasma eterno en la pared. 

5

Cruzar el río con los zapatos al hombro

como resolver el crucigrama 

de la palabra alucinada de la madre

que ha dejado sus fragmentos de escombros

en el aire;

haber sentido del agua más que su pureza

sino su lado inefable,

trazar camino con la conciencia 

de que los pies nunca olvidaran

al riachuelo de donde se adquiere el primer sosiego,

y la primera palabra que surge como relieve al oído

y desde ahí comenzar a diseñar la cartografía del miedo

para entonces entender el movimiento de los dedos

y su inconmensurable vestido de mercurio.

(El libro de Pedro, inédito)

Guadalupe es poeta, historiador y ensayista. En la Universidad de Puerto Rico obtuvo un Bachillerato en Sociología y una Maestría en Historia de América Latina y el Caribe. En University of Texas at Austin, estudió un doctorado en Literatura Hispanoamericana. Ha cursado, además, estudios graduados en Teología y Religión del Seminario Evangélico de Puerto Rico. Tiene a su haber dos poemarios: El tierno vidrio de la noche (2006) y Alfileres del ingenio (2010); un libro de historia sobre el movimiento obrero, Sindicalismo y lucha política: Apuntes para la historia del movimiento obrero puertorriqueño (2010); y un libro de ensayos sobre el Caribe, El evangelio de Makandal y los hacedores de lluvia: Ensayos de Literatura, Historia y Política del Caribe (2015).

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