Poesía de Francisco Matos Paoli

LOS CONTRASTES VIOLENTOS 

Y no hay duda, el tirano lleva muerte,

castra, castra.

(El jardín balancea

los ricos ortos).

El tirano en su inicua pesadumbre

desplaza el monte de los egregios pájaros.

(El jardín se ha brindado en lucha mía

más allá de la estela).

El tirano sostiene en la cisterna

el arrebato de los peces muertos.

(El jardín, con su ola liberada,

no permite el ludibrio en la ciudad).

 

EL POEMA OLVIDADO

Ya no me acuerdo,

jardín vedado.

El yo suprime

todos los rastros.

Esfuerzo inútil

del que es extraño.

Corola turbia,

vacíos labios.

Sobre el poema

caen los resabios

de tardes lentas

que me soñaron.

Y el yo que atisba

lo que he fraguado

desaparece

contra los pájaros.

            

LA ROSA PROFUNDA

También allí, en la rosa profunda,

me ha asaltado la sierpe del amor.

Desinterés de todos por la libertad.

Parias, parias, parias.

Una espesa cortina de subterfugios avanzó,

perdí el equilibrio, la razón del aire

y la rosa lejana que me vela tan engalanada

por la llama del pueblo, también me frustró

en la ignorancia del yo anónimo

AL JARDÍN DE BORINQUEN

Vendrá la luna llena sobre tu nido.

El mar no es el semblante torvo de olvido.

Vendrá el orvallo. Y Manolo el Leñero en su caballo.

Vendrá el incandescente sueño en la era.

De Diego en la pupila de tu bandera.

Vendrá azahar de la luna que ronda en tomo al mar.

Pedro, que es agonía de mil cristales,

dirige hacia los ortos mis manantiales.

No habrá desvío en el dejo remoto que está en el río.

Es jardín de la luna nuestra costumbre.

Lolita, en su amapola, ríe en la cumbre.

Y luminares vendrán de ese misterio que habita en Lares.

ISLA: DECIR FLUCTUANTE

Y tanta frase callada

que se duerme en polvareda.

Y el designio de la seda

en la atónita mirada.

Reminiscente coral

que el invasor nunca invoca.

Y el preludio de la boca

en la fragancia fatal.

Jardín de luna luctuosa.

Piedra vieja que se pierde.

Y el argumento tan verde

de la isla que me acosa

como remedio divino.

Tal vez el decir fluctuante

se alarga en el caminante

que se queda sin camino.

POEMA 5

He avanzado por túneles de niebla, he avanzado

hacia ese antiguo mar

que nunca se da como misterio redentor.

Hasta mí llega la irrisión de la plebe.

Yo sé lo que me espera: el INRI en la cruz.

Y nadie me hace caso. Los mártires sobran,

son impertinentes

ante ese colectivo que no abraza más

al indefenso.

Tú me aseguras: es un delito interpretar,

resbalar sobre la misma superficie siempre

sin lograr el milagro del Cristo.

Me encuentro con un rótulo imperialista: «No trespassing».

El coquí, sobre la hierba,

no necesita alojo en el minuto. Le basta la humedad

del cielo

derramada sobre él, le basta la conjunción del astro

que lo halaga con su rielo secreto

en la plena, gustosa ebriedad de la lluvia.

Hasta aquí llega la impiedad del paria,

del que imita payasos y ha plagiado

el oro de los asesinos.

El cielo es áspero, camarada. 

Es pavesa no más.

Si se considera que debemos aguardar

lo meditativo de aquella semilla

que murió

para que yo naciera en ti.

¿Pero yo soy Jacob? ¿Y peleo con el Ángel

hasta la escurridiza alba interior,

hasta pedir el nombre, o la piedra blanca

con nombre

al que evade mi silencio de siglos?

Porque el signo no debe dilapidarse. Es un acervo

soledoso, es una compañía que se merece

la emoción del reconocimiento

en una isla apagada por el mar.

Las cosas…

El vientre de la mujer…

¿Qué voy a hacer con el hecho, con el praxista

desconsiderado

que no cree en mí?

Alguien desea ardientemente acortarme las alas,

seccionarme en el objeto desnudo,

volcarme en la refriega del que empieza siempre

a no interpretar…

No es tan válido el útil que me ofreces

a cambio del suicidio de los astros.

No insistas, camarada,

yo no debo callar ante la madrépora gigante

cubierta de algas. No debo callar ante los corales primigenios

que conocí cuando era niño,

no debo callar…

EL PACTO COLONIAL

Domingo, arenal baldío.

Trópico, modorra, sueño.

Y el sentimiento pequeño,

de caer en el vacío.

El jardín, en su extravío,

es sorna del aire inerte.

Y la muchedumbre advierte

la suprema inarmonía

del hombre que no nacía

porque es pacto de la muerte.

SANGRE DE LOS NACIONALISTAS

Fe en las rosas. Por la vena

de Jesús palpita el cielo

de los mártires en vuelo.

Sangre es ascuas. Sangre buena,

tan alta que se encadena

a la paz. Sangre proscrita

que en la cárcel precipita

pupilas de roja flor.

Sangre curvada en dolor

Hasta ser sangre infinita.

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