Poesía de Margarita Pintado*

 

Proyecto inacabado de la ruina 

Qué ganas de cansarme. Qué ganas de acostar los soles. Y de escupir pedacitos de viento.
Qué ganas de tormenta. Qué ganas tengo de tener sed. Y de que nadie me dé agua. 

Qué ganas de beber como si hubiera llovido el tiempo. Y ya nada apaciguara nada. De nada. 

Qué ganas de perder. Que ganas de que la sombra se llene de cuerpos. Y de que los cuerpos duerman sobre otra sombra. Qué ganas tengo de decirte una cosa.
En voz muy baja. Qué ganas tengo de que no escuches 

lo que digo. 

Que bello cuando mi murmullo se pierde y no hay nadie, y no hay nada, y no hay, punto, no hay,
un haber de la palabra. 

Qué tierno lo que no llega, lo que no se cumple, lo que
no se pudo. Qué delicado este proyecto inacabado de la ruina por donde siempre aparecen unas manos como antiguas buscando florecitas, buscando, como Lorenzo,
unos cristalitos rosados por donde mirar la ciudad. 

Afrenta. Un desierto. La fiebre siempre es amarilla. A veces, ya nunca 

me da sed. 

Qué miedo no sentir más miedo. 

Alegría 

no es esto que se escribe tan mecánicamente. tan lleno de 

palabras grandes,
palabras pequeñas.
no soy yo entroncada a una silla 

con el sol servido en esta mesa,
que a veces se convierte en escritorio.
o al revés.
la vida es fácil estos días:
“a comer… Margarita, ven a comer, tienes que comer” “a leer, Margarita, es domingo,
se acaba septiembre, hay que leer” 

Suspensión obligatoria del dolor. Y eso duele. 

no es tampoco la rasgadura que parece, aparece, detrás de los árboles. no. no es una rasgadura, aunque todas estas cosas se confundan.
se me confundan. a mí. 

es más bien eso, lo más sencillo.
un pajarito. una vocecita. una canción pequeña que salta
salta, 

salta.
un pico, una boquita de pájaro se suelta y salen esos como silbidos que a veces imitamos. 

yo sé que todos ustedes han querido ser pájaros. 

y eso está bien. que los pájaros canten. está bien. pero yo no lo entiendo. cómo se rompe el silencio de todas mis palabras con ese canto, con esa como canción de pájaros. 

no lo entiendo. pero está bien. 

Vidrio 

déjala que encienda otro, no le preguntes del hielo, dale
fuego, dale luz, dale viento, que a veces el hálito
de vida viene envuelto en humo, déjala que baile,
que se pierda entre esos hombros, que salte sobre
una mesa, sí, déjala que baile, ayúdala a cansarse, espántale el insomnio, arrópala un poco, pedro déjala, como una flor lunar abierta al frío, que suba, 

que baje, déjala que se pierda, pero pídele que vuelva, y déjala que cante, que se sirva otra copa, mientras pinta ángeles caídos, como ella, ángeles cansados
de cielo, y no le digas, no le grites, no le muerdas 

las ideas con tu calma, no le estrujes el vestido
con consejos, no la jodas, loco, no la jodas, y déjala que sea la que siempre te desea, que se desgaste entre tus dedos como arena, como playa de bolsillo: pedacito de sol, ella, y déjala, que siga recogiendo pájaros muertos por la mañana, y que se queme
los dedos si quiere, que escupa ceniza, déjala,
si es tan linda, déjala que se embellezca,
y que destruya todo lo que pueda, dale vidrio,
dale porcelana, y déjala, que maneje como quiera, dentro de las líneas casi siempre, bordeando
el camino que se inventa, déjala que sea mapa,
que sea ruta, atajo, o barranco, si después de todo, 

Ella siempre llega. 

Gatos 

Luego de algunos meses, despertó. Antes, justo antes de que los caracoles tomaran la forma de los gatos, y vinieran a la puerta, el soñado ya había despertado apesadillado. Afuera el maullido entrecortado denunciaba injusticias. La noche como un plato roto, arañada por los gatos y la lluvia, 

como ese poema que sólo él y yo sabemos. 

Habría querido quedarse dormido. El muchacho de las manos que no pesan. 

Ahora necesito un plan sencillo para evitar que el desgarre sea un hecho irrevocable. ¿En qué espacio me meteré mientras escampa la cabeza? ¿Dónde habrá sequía? ¿Debajo de qué piedra me encontraré, con miedo y sed, esperando otra llamada? 

Ojos de vidrio, dime, cuánta tristeza cabe en un avión, en un fragmento de cielo, en un soplo que antes fue palabra, y ahora es nada. ¿Nada? 

Llego y todos ellos me miran extasiados, imponiendo alegrías que no me pertenecen. 

El calor de allá. Traigo el calor de allá y lo dejo por ahí. Pegado a las sombras de los árboles. 

Sudada de sueños, me quito a trompicones el magma oscuro que ha hecho nido en mí. Abro la jaula y salen los pájaros. 

Entran, poco a poco, mis pedazos. 

* Margarita Pintado (1981), es poeta y ensayista. Se graduó de la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico en el 2004. Obtuvo su maestría y doctorado en la Universidad de Emory, en Atlanta. Sus textos han aparecido en distintas revistas impresas y electrónicas de Puerto Rico, Cuba, México, Chile, y US. Publicó en el 2012 su primer libro de poesía, Ficción de Venado (Secta de los Perros, San Juan) del que hacemos esta selección.

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