Azul
para Arnaldo Roche-Rabell porque
“Tiene que haber dos cielos”
Te imagino en cuclillas frente al agave
rasgando su piel
para extraer el último color de Azul
como un chamán
que prepara la tintura del rostro
antes de irse a danzar entre dos cielos
Horchata
Secas por el centro
recogen a sus hijos en la falda
como granos de arroz
de sus pechos envanecidos sale
un hilo de leche sin espumar
agua de horchata
las crías se arrebolan en su pecho
en las sayas del hambre
La sed de Orozco
Homenaje a José Clemente Orozco
Un hospicio para la infinita
precisión de tus manos
una casa para guardar
los chasquidos del metal
la traición de la Malinche
el fuego del Hombre
ocres y grises
para la sed de Orozco
La Merced
a mi madre
Sólidas montañas
ocurren a cada paso:
semillas para moler
barro, arcilla, cal
fruta, almíbares, sueños
el señor que revende
y la señora que ordena
su mesa, ese espacio reducido
que ella multiplica con sus manos
para acomodar torres de cebolla y rábanos.
Alguien dice, “pásele, güerita”
y compro la piñata para la fiesta de mi niña,
pruebo “tantita” fruta,
me dejo llevar por las olas de la Merced.
El huapango de la sal
Para Marcial Cortés, abuelo de Salomé
La raíz fuerte del mezcal
escondía los gusanos
que ponía a danzar
sobre el comal ardiente
Tomaba el agua fuerte
y grababa la muerte blanca
en una tortilla de maíz azul
Luego bailaba un huapango
con la sal herida
Peyote de San Luis Potosí
Para Luis A. Boria, abuelo de Salomé
Nunca comí peyote pero fui a San Luis.
Un día me aburría junto a mi padre
en un rincón de ese desierto,
esperando el desayuno.
No sería peyote
ni vendría Mezcalito a contarme
el nombre de la hija que nacería,
ni la muerte del hombre a mi lado,
pero me esperaban.
Pulque
Imagino a tu abuelo
en el trance del pulque
me gustaría decirte que lo vi saliendo de la cantina
con la vida por delante
pero la misma muerte le colmaba el vaso
hasta reventar
era de Chapulhuacán
cuentan que iba armado
y a caballo
hablaba la lengua
que no te heredó
entre todo lo demás perdido
nunca lo vi salir de la cantina
ni lo vi entrar o salir de ningún rancho
lo imagino todo para que sepas
cómo fueron las cosas
que te forman
aunque no las puedas alcanzar con la mirada
era un indio
del corazón de la Huaxteca
en ese corazón dejó la herencia
y la vida que fue perdiendo
de trago en trago
a sorbos
como quien sabe tener
cuatro hijos y dos nietas
una mujer y madre
una vida
y tirarla