Poesía- Yván Silén

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¡Escúpelos, Matos Paoli, escúpelos!

¡Porque no dejarán de picarte la sombra, pero

yo te defenderé con los místicos del cielo!

¡Cinco elucidarios más este año!…

La censura temblará delante del poeta.

Cantaré delante de la muerte y

me reiré de los que se ríen de mí.

Me reiré de los que envidian mi nombre.

¡Ríete, Yván, ríete y fumemos,

porque derrotamos la censura!

¡Derrotaremos a los anexionistas!

Y celebraremos la locura de Dios. Porque

la oblea es peor que la eucaristía del Érebo.

¡Escúpelos, Matos Paoli, escúpelos!

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 ¡Yo soy el que ha matado al poeta!

Yo soy el ocaso (la medianoche,

el ataúd) y por eso puedo decir no al

crimen y no a las tumbas; no al santo

y no al canalla. La muerte es breve

como la vida. La vida es breve como el

suicidio. No sé a dónde iré debajo

de la tierra, ni sé cómo me iluminé

debajo de la luna. Andrómeda avanza.

Y seremos arrojados del Érebo. El

hombre ha inventado el terror. El hombre

ha inventado la muerte. Tú, lector,

eres el más terrible de los hombres.

¡Tú, lector, eres el asesino de Dios!

 

Pasifae

 Mareado, como si me hubiera faltado

la realidad, como si me estuviera faltando

el alma. Llamo a mi puerta y no me hallo.

Debo de estar vacío, debo de haber salido.

Me asomo en mi bastón a los caminos

y solo oigo a los susurros de las heliconias:

la muerte tañe su arpa y la muerte

cata el sabor de la cirrosis. Debo

 

de haber comido la luna y debo de haber bebido

las rosas. Nauseabundo, escribo que estoy

mareado en la bañera de Caronte. Creo que he

bebido mi alma, Pasifae. Creo que he

comido mi nombre filimelemente. Vahído estoy,

como si la realidad me hubiera atropellado.

 

***

 

 

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