Por un nuevo día

Por Adaline Torres/Especial para En Rojo

 a Mariana

 

Hago de todo excepto sentarme a escribir esto. Y cuando digo de todo quiero de decir de todo. Hoy, por ejemplo, iba a escribir después del café mañanero. ¿Qué hice? Desayuné. Mondé una papaya. Fregué. Reacomodé la sala. Reacomodé el balcón. Fui a la playa. Di una caminata por la playa. Almorcé. Le eché agua a las plantas. Le eché agua a los árboles de frutas. (Hay un poco de sequía). Me peleé con una iguana (esto pasa a menudo desde que empecé a sembrar en este campo cerca a la playa). Reorganicé unos playlists en Spotify. Miré Instagram. Llamé a mi papá. Volví a mirar Instagram. Hablé con John de la música que hemos estado escuchando. Puse el álbum de Lole y Manuel que llevo escuchando varios días. La Rosalía lo compartió en su Instagram y así fue como lo escuché por primera vez. El álbum se llama Nuevo Día. Según este artículo de El País, el álbum salió en 1975: “un año marcado por la esperanza”. Estoy escribiendo en el 2020, un año marcado por todo menos la esperanza. Toca buscarla en el Nuevo Día, que componen, tocan y cantan Lole y Manuel.

Estoy viviendo en un campo al lado del mar. Veo las letras de Lole y Manuel por todas partes. Todas las tardes, por ejemplo, veo “la noche llegar porque la montaña se ha tragao’ al sol”. Cuando me siento a ver el atardecer pienso en ese verso o pongo la canción o la canto en mi mente. Lole y Manuel me han convencido. También mi querida amiga Mariana, que los otros días tuitea como es de entrañable y genialísima ella: “¿Qué onda con esos posts de ‘son las cosas sencillas de la vida las que…’? ¿Quién dijo que un atardecer o escuchar un corazón latir es una ‘cosa sencilla de la vida’? Bu”. Durante la cuarentena, Mariana sale a recoger flores “para recordar que la vida / sigue sucediendo en otra parte”.[1] Cuando la vida como la conocíamos y la malvivíamos “paró de suceder” nos volvieron a inspirar los atardeceres, las montañas, el sol, el mar, el campo, el viento, los árboles, sus flores: el mundo “como lo conocíamos”: el nuevo día perseverante del que cantan Lole y Manuel.

Cuando empezó la cuarentena estaba viviendo en un apartamento en Hato Rey. En esos días muchos estábamos pegados a las redes sociales. Todos los músicos estaban haciendo conciertos gratis. También estábamos pegados al estudio o trabajo a distancia. Sin asimilar muy bien lo que estaba pasando. Seguíamos. Yo pensaba que era un sentimiento similar a la vida después del Huracán María. Después de María yo tenía que mantenerme activa todos los días sin pensar mucho en lo que había pasado, “sin dejar que se cuajara el trauma”, como escribí poco después del azote. Pero la pandemia es diferente a los días después de María. Decirle a tu mente todos los días “no puedes salir” está cabrón. Estamos todos presos de repente. Con Netflix y buena comida, pero presos. Yo me sentía presa hasta que Residente soltó su tema

 

No sé cuándo estará libre la pista

Por ahora toca abrir las ventanas

Y llegar hasta donde nos lleve la vista

¿Cuándo saldremos de nuevo? eso nadie lo sabe

Mejor, por ahora nos damos un beso

Antes que el mundo se acabe

 El 14 de mayo de 2020, Residente lanzó el tema “Antes que el mundo se acabe”. Ese día lo recuerdo como si fuera ayer. Era jueves. Yo tenía clase por Zoom hasta las cinco de la tarde y después de esa clase empezaba mi fin de semana. Miré mi Twitter o Instagram, ahora no recuerdo cuál. Efectivamente, Residente había soltao’ su tema nuevo. Lo puse a todo volumen en el apartamento. Y después de escuchar los primeros segundos, lo puse en repeat. Abrí todas las ventanas. La brisa circulaba fuerte ese día en nuestro noveno piso. El atardecer caía hermoso, como algodones de azúcar. La canción iba perfecta con el momento. Se me erizaba la piel. Sentí un poco de esperanza. Residente capturó lo que muchos estábamos sintiendo: lo que Mariana siente al salir a recoger flores: lo que yo siento al escribir esto en este campo cerca del mar mientras pienso y no dejo de pensar en la voz de Lole cantando: “El sol joven y fuerte ha vencí’o a la luna que se aleja impotente del campo de batalla”. Ese mayo yo miraba la vista de San Juan desde la ventana todos los días. San Juan era mi horizonte; “la vista me llegaba” hasta San Juan.

Entre abril, mayo y junio se me ocurrió empezar a caminar por San Juan, ya que nadie camina por San Juan. Caminaba por el Sector Roosevelt y Baldrich. Caminar me hizo sentir más libre, ver como la vida seguía y las casas con rejas criollas seguían hermosas y la gente seguía su vida adentro, con las luces y lo abanicos prendidos. En una de esas caminatas me tomé un selfie con la mascarilla puesta y puse en mi Instagram: “How r we supposed to fall in love n’ shit?” Una pregunta que me intriga todos los días de mi vida, con o sin mascarilla. Pero la respuesta es o muy simple o tan compleja que solo se puede describir de una manera: el amor pasa. It just happens (con o sin mascarilla). Y no hay bolero que reemplace la falta de un amor. El bolero, en este caso (o en el caso de los que nos gusta el tambaleo y la cursilería de los boleros), es una especie de heroína saludable. Un vicio sostenible que hace que escriba y escuche y escriba y escuche durante la cuarentena, hasta que vuelva a “estar libre la pista”.

Antes de volver afuera hay que regresar adentro
Y que todo sea distinto y la verdad nunca se rinda
Hasta las cosas lindas deberían ser más lindas
Y si este es el final le encontráremos la belleza
Quizás en realidad ahora es cuando todo empieza

¿Quién sabe?

No creo que se esté acabando el mundo, aunque a veces se sienta así. Hace poco leí un artículo de la historiadora Catherine E. Clark.[2] En su artículo, Clark nos cuenta algo curioso sobre la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial. París estuvo bajo ocupación Nazi entre 1940-1944. Durante esa época mucha gente, especialmente judíos pero no exclusivamente, vivía encerrada, escondida y con más miedo del que quizás sintamos con una pandemia en el 2020. Sin embargo, cuando París fue libre de nuevo, durante el verano de 1944, la gente salió a la calle con más energía y ganas de vivir que nunca. Sabemos esto porque mientras investigaba, Clark se dio cuenta de que ese año y los que le siguen (como hasta el 1947), la gente tomó muchas más fotografías de la vida en París. Al tomar fotos, los parisinos celebraban el volver a la vida cotidiana que tanto extrañaban, el volver a la calle, el reunirse con sus seres queridos… en fin, el recuperar su ciudad y su libertad amadas. Lo fascinante, y así nos los cuenta Clark, es que los parisinos mismos tomaron consciencia de documentar la liberación y los años siguientes. Incluso, algunos archivos y bibliotecas del gobierno francés lanzaron concursos para que la gente sometiera no sólo sus fotografías de la liberación, sino también testimonios escritos y cualquier tipo de documentación.[3] Leí este artículo encerrada en mi apartamento en San Juan.

Así me imagino nuestra “liberación” de la pandemia. Como la escucho en las letras de Lole y Manuel y en las de Residente. Cuando volvamos a salir, “el aire olerá a pan nuevo” y “las cosas que ya eran lindas”, como tomar café con amigos, “van a ser más lindas”. Porque yo tendré una cámara. Y nos haremos fotos y nos contaremos todo lo que nos pasó mientras no estuvimos juntos. Volveremos a estar juntos y vacunados. Los solteros podremos volver a enamorarnos. Así de grande es el momento histórico que estamos viviendo, pero si algo nos dice la historia es que la liberación de la pandemia la celebraremos por varios años y la documentaremos para nunca, nunca olvidar como es que se siente la libertad.

[1] https://www.facebook.com/Mariana.pineros.j/posts/10159187630651320

[2] Catherine E. Clark, “Capturing the Moment, Picturing History: Photographs of the Liberation of Paris,” American Historical Review, June 2016, p. 824-860.

[3] Clark, 843-845.

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