¿Quién mató al fotógrafo de la Masacre de Ponce?

En Rojo

LAS FOTOS DE AGUILITA

Carlos Torres Morales repitió sus quince minutos de fama tres veces. Habría que aclarar esto. Esa idea de que a todos nos corresponde ese cuarto de hora de reconocimiento se le atribuye a Andy Warhol. Probablemente aparece en un folleto de presentación de una muestra en Estocolmo en el lejano 1968. Torres Morales, por otro lado, murió en 1938. Mientras escribo -21 de marzo de 2021- recuerdo la frase del artista pop. ¿Por qué?

Aguilita -así conocían todos a Carlos- era el mejor reportero fotógrafo que tenía El Imparcial. Quizás el mejor del país. En aquellos años -1935 al 1939- Puerto Rico tuvo al gobernador más brutal de su historia. Bajo la administración de Blanton Winship ocurrieron al menos dos masacres. La de Río Piedras en 1935 y la de Ponce en 1937.

Sobre los espantosos sucesos de Ponce se ha escrito bastante. El 21 de marzo de 1937 el gobernador, el general Winship, le exigió al alcalde de Ponce que retirara los permisos dados a los Nacionalistas para llevar a cabo un desfile y mitin. La premura de la orden y la negativa de los nacionalistas a rendir su derecho de expresión tuvieron como resultado una tragedia.

El Jefe de la Policía, Guillermo Soldevilla, se colocó con 14 policías frente de los manifestantes. Rafael Molina, comandante, se apostó detrás de los Cadetes de la República con nueve agentes armados con ametralladoras Thompson -guardadas hoy en el sótano del Cuartel General de la Policía- y bombas de gas lacrimógeno. El Jefe Policiaco, Antonio Bernardi, junto con una docena de policías armados también con ametralladoras, estaba en el este y por el oeste otra docena de esbirros armados con fusiles. Carlos Torres Morales, desde el balcón de un segundo piso justo frente a la Junta Nacionalista en la Calle Aurora, estaba listo con su cámara.

A las 3:15, los Cadetes de la República formaron fila. Detrás de ellos estaba el Cuerpo de Enfermeras. Cuando la banda comenzó a tocar La Borinqueña los manifestantes comenzaron a marchar y sonaron los tiros. Según los testigos, la policía estuvo quince minutos disparando desde las cuatro posiciones. Ese día Aguilita tomó tomó aquellas dos imágenes que son hoy parte de la historia gráfica de Puerto Rico: la del inicio del tiroteo -que parecía añadir elementos a la teoría de que la policía inició el mismo- y la de las frases ¡Viva la República! ¡Abajo los asesinos!, escritas con su propia sangre por Bolívar Márquez. Esas fotos lo hicieron famoso en aquel momento. Pero no fue su primer momento de celebridad.

Una de las conjeturas que se hacen sobre el motivo que tuvo Winship para ordenar aquella masacre fue la venganza. En febrero de 1936, el Jefe de la Policía, Elisha Francis Riggs, militar de carrera y quien convirtió a la policía en un aparato paramilitar al servicio del imperialismo, había sido ejecutado por un comando nacionalista compuesto por Hiram Rosado y Elías Beauchamp. El comando nacionalista actuaba, como en una crisis sacrificial,  vengando la masacre de Río Piedras que, ordenada por Riggs, resultó en la muerte de cuatro nacionalistas. Aguilita, Carlos Torres Morales, llegó hasta el lugar en el que los agentes habían detenido a Elías Beauchamp, impecablemente vestido de blanco, corbata gris, zapatos negros. El fotógrafo del Imparcial se abrió paso. Se colocó frente a Elías. Éste, para sorpresa de todos, realizó un saludo militar. Torres Morales tomó aquella foto que es, quizás, la más paradigmática del Nacionalismo. Ese fue su primer momento de fama. El segundo, las fotos de 1937. Su tercer momento de fama no pudo disfrutarlo. Él era el protagonista. Él era el muerto. Corría el 16 de mayo de 1938.

LA MUERTE DE AGUILITA

A las 9 de la mañana del 12 de enero de 1939 se inició la sesión de la Corte de Distrito de San Juan, sección criminal, presidida por el Lcdo. Roberto H. Todd Jr. El fiscal Domingo Masari presentaría prueba contra el Lcdo. Antonio Ayudo Valdivieso, director de El Imparcial, y su sobrino, el joven Héctor Cintrón Ayuso, acusados de asesinato en segundo grado por la muerte del reportero Carlos Torres Morales (Aguilita), ocurrida en las oficinas de dicho diario el 16 de mayo de 1938. ¿A qué había ido el fotógrafo a la oficina? A cobrar un dinero que le debían por sus labores. Había llamado cinco veces por teléfono ese día y el director -Ayuso- no lo atendía.

El equipo de defensa de Ayuso y su sobrino era inmejorable. Estaba a cargo de los abogados Celestino Iriarte, Bolívar Pagán, Alfonso Lastra Chárriez, Manuel Benítez, Henry Molina, Angel Marchand Paz y una decena más de letrados.

Un público numeroso asistió a la vista y hubo que dictar reglas especiales. El archifamoso coronel Orbeta y el fiscal federal Cecil Snyder asistieron a la audiencia. Orbeta habría amenazado a Torres Morales el día de la Masacre de Ponce por andar tomando fotos. Le exigió entregarle su instrumento de trabajo. Sobre esto no hay documentos.

Según la acusación, los referidos Héctor Cintrón Ayuso y Antonio Ayuso Valdivieso, allá para el 16 de mayo de 1938 de manera ilegal, voluntaria y maliciosamente, con premeditación y propósito decidido y firme de dar muerte, demostrando tener un corazón maligno y sin que mediara notable provocación, acometieron y agredieron – Cintrón Ayuso con una pistola y Antonio Ayuso con un revólver-, armas mortíferas, al ser humano Carlos Torres Morales, haciéndole varios disparos e infiriéndole heridas de carácter grave que le ocasionaron la muerte allí y entonces.

Según algún testigo, Cintrón le hizo varios disparos y ya que estaba herido, Antonio Ayuso también le hizo con su revólver dos disparos. El fiscal Massari anunció que presentaría testigos presenciales y otros de referencia. También advertía que habían recogido plomos de diferentes calibres, unos calibre 38 y otros calibre 32, y que esto lo probaría. con oficiales de la Detective.

El primer testigo de cargo fue el doctor Antonio Martínez Álvarez. Manifestó que el cadáver de Aguilita presentaba cuatro heridas de bala, todas de izquierda a derecha. La primera hala tenía orificio de entrada por el lado izquierdo del pecho, en la parte alta, que corría hacia la parte derecha del pecho, perdiéndose en el cuerpo. La segunda bala penetró la parte media del abdomen un poco hacia la izquierda entre los músculos, saliendo por la parte baja del abdomen. La tercera bala presentaba dos orificios, uno de entrada y otro de salida en el muslo de la pierna izquierda, lateral, sin herir el hueso. La cuarta bala que penetró en el cráneo y formó una especie de canal como de tres pulgadas, llevándose parte de la masa encefálica. Las causas de muerte fueron una hemorragia que inició la herida de la aorta v la otra en el cerebro.

¿Eran los cargos ciertos? Uno de los testigos -un policía que llegó a la escena cuando aún olía a pólvora -es un decir- vio el cuerpo de Torres Morales en el pasillo que conducía a la oficina del director del rotativo. Estaba recostado contra la pared. Su mano izquierda sobre el muslo como quien descansa o como quien la coloca allí para detener una hemorragia. En la mano derecha un cigarrillo todavía encendido. Uno de los periodistas le habría dicho que Aguilita se dio dos caladas antes de expirar, allí, en aquella posición. ¿Fueron esas dos bocanadas justo antes de los dos disparos que alegadamente hizo su hasta entonces jefe? Nunca lo sabremos. Pero así murió el fotógrafo que tomó aquellas fotos emblemáticas. ¿Cuál fue el resultado del juicio? Ese es otro cuento.

Artículo anteriorSerá Otra Cosa: Minusculatura
Artículo siguienteFrancisco (Francis-Pancho) Piñeiro Medina: Una vida dedicada a la Patria