Reflexiones sobre El maestro 2 de Nelson Rivera, Gavin Sierra y Teófilo Torres

Pie forzado: ¿qué diría, que haría don Pedro Albizu Campos si estuviese vivo hoy? El maestro 2 difiere estéticamente de El maestro (1) de hace doce años. El montaje preciso dentro de un espacio teatral limpio y abierto de poco a poco encadenar, enjaular y blindar el cuerpo pero no la voz del don Pedro histórico de la primera contrasta con este nuevo Albizu contemporáneo. Los discursos de hace 68 años de Pedro-Teófilo Albizu-Torres, ahora en chaqueta y pantalón de mahón y casi sin maquillaje, enfrenta al mundo de la deuda de 70 mil millones, la junta de control fiscal, la desorganización social pos-María y la gobernación inepta Trump-Rosselló.

Por un lado, esta segunda versión causó confusión y fricción para varios miembros del público que me imagino tenían la expectativa de ver algo más parecido a sus recuerdos de la versión anterior. Por otro lado, como era difícil entender que la acción había terminado aún después de los fuertes aplausos, la mayoría de los espectadores quedaron en el teatro para mejor examinar los otros lados del ensamblaje de objetos que habían aparecido durante la acción pero que no pudieron ver bien de sus asientos. Tomaron fotos y “selfies” entre las composiciones y el equipo de producción tenía que pedir su salida para poder preparar la sala para la segunda función del domingo. Una obra que se convierte en galería me parece un logro especial.

Quiero destacar los otros logros de El maestro 2 utilizando como referente la primera obra: primero, el Albizu contemporáneo sin pretensiones de imitar y recrear el personaje histórico. Es la mejor forma de oír el texto original dentro de la actualidad y especialmente en relación a la política colonial estadounidense en la época de la Junta de Control Fiscal(JCF) y la lenta y problemática recuperación pos-María. Cualquier nostalgia por la imagen de otra época de más gracia o estilo personal desaparece: Muñoz Marín es Ricki Rosselló, Truman es Trump, la relación colonial no ha cambiado en 68 años. El gobierno mendigo pide migajas –o préstamos– de Washington que se gastan aquí para comprar votos y así mantener su partido en la gobernación.

Segundo, la colaboración plástica y textual entre el director-escritor Nelson Rivera, el actor-performero Teófilo Torres y el diseñador-escultor Gavin Sierra añade complicaciones a la función dialógica de la acción. Tanto los paneles de artículos que bajan como los carritos de objetos traídos por las ayudantes encierran y blindan al personaje Albizu-Torres de forma similar a las paredes de la jaula de la obra anterior.

Sin embargo, en este caso surgen múltiples sentidos nuevos: lo que baja o entra es basura: muñequitos inflables de superhéroes, toallas de playas con nalgas femeninas, cajas de cerveza, los boquetes de verja de ciclón rellenos de vasos plásticos, bolsas de compra de tiendas de renombre de Plaza las Américas (y otros malls); una minoría de los artículos son más básicos como un racimo de plátanos, pero en Puerto Rico también se importan comestibles tan básicos como los plátanos.

Para mí, esta instalación del consumismo representa lo que hemos recibido a cambio de 70 mil millones de dólares de deuda: nada de valor. Es lo que tenemos en vez de buenos sistemas de educación, salud, energía eléctrica, agua, transportación y comunicación. Aprendimos en septiembre pasado precisamente cuán deficientes son estos sistemas y cuán pobre y corruptamente los gobiernos de Puerto Rico desde los años 1950 en adelante han manejado los fondos y recursos públicos. Y Albizu lo dice.

Tercero, me parece que el texto (los discursos escogidos) son aún más radicales que los textos de El maestro 1. Son todos de 1949 y 1950, el momento de la lucha armada del Partido Nacionalista que proyectó tan bien el reciente documental 1950 de José Manuel Dávila Marichal. En estos discursos Albizu argumenta a favor de esa lucha y el necesario derramamiento de sangre para librar a Puerto Rico del yugo –“esclavitud”– colonial. ¿Lucha armada? ¿Derramamiento de sangre? Son términos de escalofríos para la gran mayoría. Tanto que uno puede apreciar los mártires y héroes nacionales, pero ¿no hay otro tipo de lucha que no sea armada?

La fuga de miles de puertorriqueños antes y después de María es una reacción al hecho de ser esclavos de deudas personales y de la deuda de los bonistas. Pero no son cimarrones la mayoría de los que quieren escapar la economía estancada por la deuda y el lento y doloroso proceso de la recuperación de María por perderse en la “diáspora”. Su deseo más bien es cambiar un yugo pesado para uno que esperan sea más liviano.

No hace falta análisis: de la dependencia colonial, del estancamiento económico, de la corrupción oficial, de la falta de auditoría de la deuda, de la imposición injusta de la junta, de la infraestructura debilitada, de la insuficiencia e incompetencia de los esfuerzos de recuperación.

Los análisis son brillantes; sabemos todas las razones y causas; pero ¿qué hacemos? Seguir votando para re-elegir los mismos gobernantes de siempre, los mismos partidos, la misma deuda, la misma falta de servicios básicos, el mismo coloniaje de siempre. ¿Cuál es la estrategia de cambio ahora? ¿Qué diría don Pedro ahora?

Cuarto, la sencillez de un hombre en ropa cotidiana actual sentarse en una mesa sin mirar directamente al público enfoca la energía actoral en el discurso hablado. Es la voz penetrante de Teófilo Torres que recrea la idea detrás del discurso de Albizu que puede viajar por el tiempo. Se puede blindar el cuerpo pero la voz no se tapa ni se calla. Este aspecto tan prominente en El maestro 1 se repite y crece en El maestro 2.

La instalación que va montándose alrededor del actor contribuye al establecimiento de su fuerza oral porque ofrece un contraste tan radical con el discurso. La voz habla de honor y sacrificio, de libertad y dignidad, de integridad y auto-suficiencia, de rectitud y justicia, y los restos, la basura dejada después de las compras, la insustancialidad de los gastos, sigue acumulándose en escena. En este caso, diferente a la obra famosa Respiro (Breath) de Samuel Beckett, la voz no se apaga sino sigue constante.

Una nota especial de agradecimiento a los tramoyistas Estefanía Montañez, Gabriela Alfred, Diego R. Colón, Sebastián Feliciano y los demás miembros del equipo de producción. Sus trabajos e intervenciones en escena al ensamblar la escultura final son cruciales al éxito de la obra.

La obra subió a escena en Sala Experimental Marichal, Centro de Bellas Artes, 21 -24 de junio de 2018.

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