Refugios: Historias para que el mundo sepa

Foto Angeles Rodriguez. Refugio en la Baldorioty de Castro en Ponce

Por Ángeles R. Rodríguez Negrón/Especial para CLARIDAD

“Nosotros estábamos durmiendo, yo sentía que la cama se seguía moviendo y chocando contra la pared […] Yo lo único que estaba pensando era que yo quería salir para que no nos pasara nada”, Wyatt J. Pérez Rodríguez, 9 años. 

 “Yo sentí pánico que ese techo se iba a ir encima de nosotros. Yo salí como Dios me trajo al mundo, ella se fue detrás de mí en panty y con comforter, levantando a los nenes. No nos dio tiempo de hacer nada”, Jaime Méndez Ortiz junto a Irma Rodríguez Nieves, 39 y 31 años, padrastro y madre de Wyatt. 

“La vida de nosotros estuvo en un hilo. Yo aclamé abrazada a mi esposo y según nos elevaba pa’ arriba y nos dejaba caer. Nos tiraba… yo sentí que nos íbamos a morir”, Lilian Hernández Nieves, 74 años. 

“Estaba despierta cuidando al bebé, dándole leche, cargándolo. Fui a buscar ropa, lo dejé en el moisés y … primero, fue un ruido bien raro. Y vino un temblequeo bien, bien fuerte y, de momento, apagón. Sonó la alerta de terremoto, y yo asustada en la oscuridad. […] Cogí a los nenes, uno en un brazo y el otro, en el otro”, Yailyn Rivera Vega, 28 años. 

Miedo, pánico, ansiedad, incertidumbre

Refugio Baldorioty de Castro en Ponce. Foto Angeles Rodríguez

Eran las 4:23 de la mañana del martes, 7 de enero cuando el terremoto de 6.6 marcó sus vidas. No tuvo compasión ni discriminación alguna. Quedaron desolados y asustados, entre el caos de personas gritando y de edificios crujiendo. 

Al próximo día, se vieron obligados a tomar asilo en la Escuela Vocacional Bernardino Cordero Bernard de Ponce.

En el refugio

foto Angeles Rodríguez

Entrando a la escuela vocacional de Ponce, hubo un conglomerado de personas y muchas personas gritando órdenes a las dos desorganizadas filas de personas esperando a registrarse en el declarado refugio por el Municipio. 

El camino continuaba hacia el cuadrángulo enorme interno: un rombo perfecto con filas de salones que se extiende 3 pisos a lo alto. Deja en el centro un patio verde, donde también duermen algunas personas. En caso de sismos más Fuertes, como aquellos que sobrepasan los 4.0 en la escala Richter, la gente corre hacia ese terraplén pequeño por miedo morir bajo peñones de cemento.

 Al mediodía del jueves 9, hubo unas 482 personas – que subió a unas 600 aproximadamente – que durmieron en la Cordero Bernard, pero la familia Méndez Rodríguez aseguró a CLARIDAD que no todos los registrados dormían en catres. Tuvieron que esperar en una fila de dos horas para recibir camas plegables para los cinco miembros: Irma, Jaime, Wyatt y un niño de 10 y otra, de 12.

Aquellos que no obtuvieron colchones con patas metálicas se vieron forzados a “improvisar con el mismo comforter, algunos no tenían ni eso para improvisar una camita. Muchos de ellos han dormido en esos banquitos [de la institución]”, denunció Irma.

No obstante, todos han expresado una inmensa gratitud por el trabajo del voluntariado y por proveerles los suministros, medicamentos, comida y agua que han necesitado. También quedaron agradecidos con las celebridades que los visitaron, como Residente, Tempo, el Guitarreño, entre otros. 

Con lo que Irma no quedó complacida con la manipulación de algunos politicos “que nos usaron de plataforma para ganar votos”. 

Otro problema han sido los baños. A pesar de que los voluntarios les dan mantenimiento, la limpieza de ellos no es estelar y es una constante preocupación para los entrevistados. Son muchos ciudadanos acogidos para tan pocos baños, aunque el Municipio haya provisto letrinas portátiles. Además, tres duchas para tantas mujeres, nños, ancianos y hombres no son suficientes.

El verdadero dilema es dormir en la noche. Los sismos se levantan en la noche para obligarles a revivir sus peores pesadillas.

Familia Méndez Rodríguez

Wyatt durmió en la cama de su hermana mayor, de 12 años, porque su abanico de piso se quemó debido a los recientes apagones que han causado los temblores desde el 28 de diciembre del año pasado. Ella decidió dormir en un colchón en el piso. De repente, un temblor sacudió el residencial Lirios del Sur. Los dos niños y su otro hermano, de 10 años, brincaron de sus camas, agarraron las tenis y corrieron hacia afuera. 

Jaime e Irma saltaron de su cama, cubriendo su desnudes con sábanas. “Cuando nosotros presenciamos eso, literalmente nosotros sentimos que las paredes se nos venían encima”, recordó Irma. Salieron del apartamento, que ubica en el primer piso de cuatro y en el bloque 19 de 29 en el caserío, localizado a unas millas del Mar Caribe. 

Jaime siguió sacando bultos, celulares y a los dos perritos, que les acompañaron a vivir en el refugio. La replicas no ayudaron a mantener la calma. Las paredes de su hogar de agrietaron, y el edificio levantó el terreno al inclinerse hacia atrás. Aquella madrugada, el caos reinó en la vivienda pública. 

En la semana que llevan en la escuela vocacional, solo han vuelto para algunas duchas y recoger artículos personales. No duermen allí por miedo a su seguridad, a pesar de que otros vecinos regrearon luego de enterarse que llegó la energía eléctrica. 

“Yo tomé la decision que hasta que yo no tenga una certeza que una persona certificada y [con] conocimiento que me diga a mí que mi vivienda está apta para que yo vuelva, yo no me voy a mover de aquí. La seguridad de mis hijos es primero”, determinó la madre y ama de casa. 

Lo importante son los seres queridos…

Refugio  en la Escuela Bernardino Cordero Bernard, Ponce Foto: Angeles Rodríguez

Lilian ha sentido temblores leves, pero en sus 74 años de vida, jamás se sintió en tanto peligro como el día después de Reyes. 

La tierra tembló y la égida Mayor Housing se estremeció con una intensidad. Lilian y su esposo, Edwin Nuñez Quiñones volaron de la cama y cayeron al piso. Su suegra, quien es también su vecina, estaba en la sala, donde cayeron pedazos de topping. Todo se salió de las gavetas, “como si hubiera una tormenta dentro de un apartamento”, rememoró la mujer retirada.

Rápido que cesó el terremoto, hizo un bulto con una muda de ropa para los tres, dos latas de salchichas, una lata de galletas, un cepillo y pastita… Debían correr puesto que las replicas intensas no ayudaban a los ancianos bajar las escaleras del tercero de siete pisos.

Su único lamento fue dejar a su gata, Cookie, en el hogar de su suegra. Las puertas quedaron pilladas, y no pudieron rescatarla. Durante su entrevista con CLARIDAD, “mi esposo, Rescate y la directora del building están tratando de ver a ver si… ella me está maullando”, sollozó mientras una lágrima le bajaba por la mejilla. “Espero que esté viva porque es mi hija. […] Me hubiera gustado tenerla más cerca, pero estábamos en… teniamos la mente muy ocupada…”

Un par de horas luego, afortunadamente, la buena noticia del rescate exitoso de Cookie iluminó la cara de Lilian, que entre el miedo, la escasez y la incertidumbre de volver a Conneticut con su familia, sonrió por primera vez en días. “Ya no estoy triste”, estaba reencontrada con su amada felina.

Soledad en tiempos de crisis

Academia Interamericana en Ponce. Foto Angles Rodríguez

 

Yailyn es madre soltera con dos hijos: unos de dos añitos y otro con un mes de vida. No tiene carro y su señal telefónica no es la mejor. Se siente desesperada y angustiada, ya que no ha tenido comunicación con su familia, salvo su padre, quien vive en los Estados Unidos. Tampoco puede volver a su apartamento en el segundo piso de un complejo pequeño en el barrio Bélgica.

Uas mujeres solidarias en el plantel escolar se han encargado de ayudarla a cuidar sus niños, pero no tuvo a nadie a su alrededor cuando pasó una de las peores experiencias de su vida.

A esa temible hora estuvo Yailyn despierta amamantando a su recién nacido. Lo acostó en el moisés para buscarle una cambio de ropa. Ahí, alejada de sus niños rugió el movimiento de tierra. El temblequeo incesante apagó la luz, dejándola en plena oscuridad. A lo lejos sonó una sirena de emergencias. Agarró a sus hijos, uno en cada brazo y corrió hacia la puerta. Se tropezó con un mueble y cayó en la sala. Allí permaneció, orando arrodillada que ese no fuera su ultimo día de vida. 

El vecino tocó la puerta gritando un “salte de ahí”. En seguida buscó lo escencial: ropa, leche, pañales, entre otros. Tomó a sus bebés, los motetes y bajó a donde sus vecinos. Juntos, vieron casas y estructuras derrumbarse. 

Al preguntarle cómo se siente, contestó: “Afectada, me siento sicológicamente bien mal. Son muchos los que estamos así. […] Cuando cae la noche, el corazón se te aprieta. Te acuestas, pero estás en tensión de que algo va a pasar y tienes que correr. Salir si pasa un temblor fuerte o algo”.

La también ama de casa aseguró sentir segura en el refugio del municipio. Incluso, le regalaron otro moisés, y ahora tiene dos.

La salud mental: Lo más afectado

Miembros del Capítulo de San Juan de la Cruz Roja ofrecieron ese jueves, 9 de enero, servicios de ayuda a la salud mental, emocional, apoyo spiritual y artículos de primera necesidad, como suministros, sábanas y medicamentos para pacientes de distintos padecimeintos.

“Estamos haciendo todo lo possible para darle apoyo a estas personas y darle seguimiento porque han perdido todo en sus hogares”, dijo la voluntaria Luz Paso. “Cuando atendemos al paciente, tratamos de aliviar el dolor, le damos mucho cariño, lloran, han perdido todo y eso es algo que ellos están sufriendo mucho, aliviar el sufrimiento, ser solidarios con ellos”, añadió la vecina de Ponce. 

Mantener la calma, agrdecimiento, oración y esperanza son algunos de los consejos que brindan los integrantes de la organización médica, ya que el consuelo es lo más necesario en estos momentos difíciles. 

Por otro lado, la alcaldesa de Ponce, María “Mayita” Meléndez Altieri, visitó las facilidades escolares para presentarle la situación de antemano a la directora ejecutiva de la Junta de Supervisión Fiscal, Nathalie Jareko.

Ponceños y ponceñas se les acercaban a las funcionarias públicas para abracerles y vocearles sus necesidades, de cómo perdieron su pertenencias y el miedo que sienten de volver a casa.

“Muchas personas nos han expresado que tienen mucho miedo y desilusión debido a los pasados sismos y tsunamis. […] Lo mínimo que podemos hacer por ellos es brindarles este refugio, lo cual es maravilloso. Les brinda un hogar, comida, seguridad. Ahora, hay que darles consejería para que puedan estar menos temerosos y más esperanzados por el futuro para que logren sobrellevar estas situaciones emocionales dificultosas”, sostuvo en inglés.

Con la preocupación de qué pasará con aquellas personas como la familia Méndez Rodríguez, Lilian y Yailyn, la primera dama de Ponce enunció: “Nosotros estamos buscando alternativas. […] Ellos ahora hay que darles atención médica, atención eocional y obviamente todo lo que se les pueda dar”.

Meléndez Altieri mencionó que los legisladores municipales consideran waivers, vales de Vivienda y otras opciones con la Junta, quienes otrogaron unos $260 millones, más $2 millones para cada municipio afectado para sufragar los gastos en suministros. 

Todavía se espera a que el presidente Donald Trump firme la declaración de desastre, emitida por la gobernadora, Wanda Vásquez Garced. 

La autora tiene su casa en Ponce

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