Reseña: La noche se me fue de las manos

 

Especial para En Rojo

“En inglés no hay más que una traducción de los verbos ser y estar. El verbo to be requiere de explicaciones contextualizadas para distinguir, por ejemplo, entre la temporalidad de ‘estar feliz’ y la inmutabilidad de ’ser feliz’… Aun así, los angloparlantes de nacimiento nunca alcanzan a comprender del todo la diferencia que hay entre ellos. También en la práctica, al menos, en cuanto al ejemplo de la felicidad, la distinción es a veces volátil, difícil de aprehender”.

Así reflexiona sobre su situación sentimental el protagonista de La noche se me fue de las manos, la primera novela de Max Ehrsam, que relata la historia de una intensa relación entre dos hombres que no debió durar más de una noche.

El argumento es simple: dos hombres se miran en la calle, se vuelven a encontrar casualmente, se acuestan y se van a vivir juntos. La originalidad está en cómo el autor utiliza las explicaciones sobre el uso de la gramática y las complejidades del idioma, que forman parte de la actividad laboral del protagonista, para enriquecer el relato y darle profundidad.

La historia se desarrolla en San Francisco, California, a finales del siglo XX, cuando la comunidad gay acababa de recuperarse de los estragos del sida. Se trata de un relato narrado en primera persona, y con una honestidad abrumadora, por un joven que, al igual que el autor, es mexicano y que trabaja editando libros de texto de enseñanza del español. Su nombre no se revela nunca en la trama y solo se le conoce por Gato, como cariñosamente le llama su amante.

En un viaje a Chicago, Gato conoce casualmente a Nate, un guapo americano que por el día trabaja como psicólogo y por la noche es escort. Ambos se embarcan en una relación alimentada, principalmente, por la atracción física y sexual, y el uso de drogas recreativas.

El protagonista también habla sobre su trabajo, sobre los libros que edita. Según explica las complejidades de la gramática española, las va extrapolando a las complejidades de su vida con Nate.

De hecho, esta historia amor se narra a la par con el contenido de los libros editados por Gato, que empiezan enseñando el presente de indicativo. Gato y Nate inician su relación viviendo en ese tiempo verbal, es decir, sin tener en cuenta el pasado ni el futuro.

A medida que transcurre la trama empiezan a aparecer otros tiempos verbales, sobre todo el pasado, que hacen mella en su frágil felicidad. Ese presente de indicativo en el que viven los personajes se convierte en un presente de subjuntivo: en un deseo, en un ojalá que lleva la relación a un destino irremediable.

“Nate habla con frecuencia acerca de la inevitabilidad de nuestro encuentro, de la certidumbre de que nos corresponde estar juntos en esta vida. Ojalá yo también pudiera creerlo…”

Ehrsam no se corta a la hora de describir las escenas sexuales, pero tampoco recurre a los detalles cursis de muchos relatos eróticos. Son escenas muy realistas en las que también se va plasmando el estado de ánimo y el desencanto de los personajes, según decae su relación.

La novela toca algunos temas que pueden parecer trillados, pero que funcionan: enfermedades venéreas, desempleo, sida, soledad, homofobia. También hay miradas críticas a la sociedad estadounidense, al trato discriminatorio y paternalista que reciben muchos inmigrantes hispanohablantes. Cuando Gato le dice a su jefe que el título del libro que edita no tiene sentido en español, este, sin saber el idioma, le asegura que es un buen título porque es fuerte, que es lo que necesita el libro para que se venda.

Además, entre la historia de amor de Gato y Nate, aparecen una serie de relatos cortos, narrados en tercera persona, sobre varios niños y niñas en México cuyas vidas se ven afectadas por los estereotipos y los prejuicios sociales. En principio, no parece haber conexión con la trama principal, hasta que aparece el último que es el que les da sentido.

Estos relatos proveen contexto al protagonista y lo hacen redondo. Gato es entrañable, pero también narcisista, hace comentarios machistas que pueden sonar lesbofóbicos. Está enamorado de Nate, pero a veces le trata con desdén y le recrimina sus gustos y profesión nocturna.

De hecho, tanto Nate como Gato son abrumadoramente reales. Aunque no se esté de acuerdo con todo lo que dicen o hacen, puede ser fácil identificarse con ellos, con sus razonamientos, incluso con sus tormentos, inseguridades y esperanzas.

Max Ehrsam es profesor universitario de lengua y literatura en Boston, Massachusetts. La noche se me fue de las manos ha sido editada por Alfaguara México.

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