Rosario de semillitas

 

Por Ana Perez-Leroux / Especial para En Rojo

1. El monje y la mujer.

Dogen Zen-Ji, también llamado Eihei Dogen, fundador de la secta Soto del Zen japonés, estaba insatisfecho con el estado del budismo en Japón y fue a China a estudiar en el año 1223. Al regresar a Japón cinco años más tarde, después de aprender algo acerca de la gran pregunta que nos debemos hacer todos, montó una modesta escuela. Un día acudió a buscarlo una mujer, arrasada en llanto, pidiéndole, “Maestro, ayúdeme a salvar a mi niño, que se me muere.” Al acudir a la cabaña de la mujer, el maestro percibió que la esencia vital del niño se iba agotando y le dio a la madre las siguientes instrucciones: “Busca un frijolito sembrado en el huerto de una familia en la cual no hayan ocurrido ni muertes ni enfermedades. Haremos una medicina con eso, para curar a tu hijo.” La mujer fue a donde sus vecinos, pero en todas las casas alguien había fallecido o había algún enfermo. Arropó a su bebé, temerosa de dejarlo solo, y se echó a andar, tocando a la puerta en todas las chozas del valle. La respuesta era igual en cada una de las viviendas. Al avanzar el día, el infante fue empeorando y finalmente expiró. La mujer, abrazada a su niño muerto, regresó al templo. Llamó a la entrada con voz de huracán y terremoto, pidiendo que saliera ese monje despreciable, a dar cuenta de su desfachatez de mandarla a buscar una medicina que no existía. El monje se acercó y le dijo. “¿Encontraste un hogar que no haya sido tocado por el dolor?” La mujer vio su propio dolor reflejado en los ojos del monje y guardó silencio. Tras el entierro del niño, le pidió al maestro que le permitiera estudiar con él. Creo que oí decir que fue ella la primera mujer ordenada como monje en la tradición zen.

2. Las palomas

Francisco toca con delicadeza la frente de su hija, sumida en fiebre, en la habitación de un hospital. Una terrible meningitis la arrastra al borde de la muerte. La niña abre los ojos, y sonríe: “Mira, Papi, las palomas”. Al minuto su corazón deja de latir. Treinta y cinco años mas tarde, Francisco recibe malas noticias de su cardiólogo. Esta tranquilo, se organiza, se lo comunica a los amigos. Se supone que piense en la dieta y en los medicamentos, pero en verdad lo que se pregunta es si el día en que su relojito deje de latir, estarán allí también las palomas de su bella niña.

3. Adioses

Felicia me manda tres veces a decir que la vaya a visitar. No estamos tan cerca, así que el pedido me sorprendió. Es mi parienta, pero la conozco poco. Es mujer de poquísimas palabras. No da consejos, ni hurga en vida ajena. Solo te mira con sus hermosos ojos color agua de charco, y tonto el que no escuche lo que ve en esa mirada brillante y lúcida. En la visita, la encontré físicamente disminuida, pero más habladora que de costumbre, casi hasta animada, diría yo. Al despedirme, me aprieta la mano con fuerza. “¿Tú sabes que yo te quiero?” Y con los ojos me dice con suave ironía: …por si no te habías dado cuenta…

4. Un niño pequeño en una isla pequeña

La profesora habla de su pequeño país. Habla de lo que es escribir desde un lugar que no aparece en el mapa. Nos cuenta de su pequeña isla, donde las cosas están patas para arriba, y la gente ha tenido que hacer lo que tiene que hacer, porque el gobierno no se ha responsabilizado. El mundo ve por el internet las protestas pacíficas, pero firmes. El letrero en manos de un niño pequeño, que dice “Riqui, vete”. Y Riqui se fue. Se que hay grandes vectores en los cambios en la historia, pero en secreto pienso en el poder de un letrero cargado por un niño pequeño. 

5. Aprendemos de los estudiantes.

En Toronto, se congregan estudiantes y familias; a Queen’s park, con pancartas. Siguen los pasos de una joven aspie sueca, que es como se le dice a los que tienen asperger. Greta se niega a sonreír y a suavizar las verdades del momento que vivimos. Inició una huelga en su escuela, y esa huelga se ha regado por el mundo. En Ecuador se protesta que el gobierno vaya a quitar los subsidios de la gasolina; pero en realidad lo que se está protestando es la profunda pobreza y desigualdad. En California arden los bosques, pero los políticos piensan que las regulaciones sobre vehículos son muchas. En Jakarta se prueba un nuevo vehículo marino, el interceptor, que está recogiendo plástico y polución de los siete mares. Funciona con batería solar. En los restaurantes de mi ciudad, se han prohibido los calimetes de plástico y mis estudiantes ahora andan con botella de agua propia. Como me da vergüenza, ando ahora yo también con la mía. Nos toca a los viejos aprender de los jóvenes y por suerte nos estamos dando cuenta.

6. Mi rosario.

El rosario, o guirnalda de rosas, es una práctica católica. Se cuentan las décadas, que son decenas de ave marías enmarcadas por un padrenuestro y una gloria. Durante cada década se reflexiona sobre uno de los tres tipos de misterios: los de alegría, los de pena, los de gloria. Mi abuela rezaba el rosario; Doña Luisa también, muy devota. Yo tengo uno que me dio un refugiado de Guatemala, cuando la guerra de los ochenta. Está hecho de semillitas. Nunca aprendí a rezar el rosario, porque me parecía presuntuosa adquirir la práctica después de haber descubierto que era atea. Sin embargo, lo guardo con cariño hasta el día de hoy, como recuerdo que siempre hay misterios.

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