San Sebastián/Donostia: mucho más que un festival de cine-Parte 1

 

En Rojo

Como el 2020 desapareció del calendario, el viaje que teníamos programado para asistir al 68 Festival de Cine de San Sebastián se canceló. Este año decidimos que, con mucha precaución y casi envuelta en telas como mujer musulmana, viajaríamos a San Sebastián (San Juan-Madrid-SanSe) durante los días del Festival 69, pero abarcando mucho más: disfrutar de los espacios abiertos donde una población en movimiento disfruta de ser parte de una historia que nada tiene que envidiarle a Lord of the Rings, con un idioma (Euskera) con sabor culinario. Así que, sin reclamar acreditación de prensa, logramos ver cinco filmes: dos de China (Zhang Yimou y Zhang Ji), uno de España/Francia (Paco Plaza y Carlos Vermut), uno de Argentina (Inés Barrionuevo) y la serie de cinco horas del español Alejandro Amenábar. Mi lista de deseo incluía Erase una vez en Euskadi de Manu Gómez, Raphaelismo, 1ero de una serie de documentales de artistas que se han vuelto íconos, lo más reciente de la española Icíar Bollaín (Maizabel) y la producción británica de Terence Davies sobre la vida del poeta y soldado de la 1era Guerra, Siegried Sassoon (Benediction). Como sabía que se exhibirían en Puerto Rico o en Netflix, no insistí en ver The Eyes of Tammy Faye (Jessica Chastain fue co-ganadora del premio por Mejor Actora), The French Dispatch de Wes Anderson y The Power of the Dog de Jane Campion. En verdad no tuve la oportunidad de ni siquiera poder comprar taquillas ni el mismo día. Esto se debió no solamente a la demanda de siempre de un festival tan conocido y popular entre los habitantes del país Vasco/Euskadi, el turismo interno y el europeo, especialmente el francés por compartir frontera, sino por las precauciones muy estrictas en los espacios cerrados como las salas de cine donde la ocupación se limitaba a menos de la mitad.

En esta primera parte incluyo mi experiencia de viaje a una región tan atractiva para los que no bregamos con el frío paralizante de ciertas geografías de Estados Unidos (Nueva York de diciembre a febrero; Wisconsin de octubre en adelante) y Canadá (octubre a abril). Nos alejamos de la zona huracanada de septiembre para adentrarnos en los días largos de sol y sombra de Donostia, donde la gente—joven y vieja—camina a la velocidad que escoja por rutas que rodean el mar y los ríos. Caminamos al atardecer (que puede ser a las 9 pm) junto a surfers en busca de olas, dueños de perros de todo tipo paseando y jugando en los alrededores, corredores de diferentes distancias y velocidad, ciclistas en el carril reservado para ellxs donde podrían darle la vuelta a la provincia, y todxs parecían disfrutar de poder detenerse en cualquier momento para un saludo o conversación. Se mueven con mascarillas y distancia. Así describe la Oficina de Turismo la provincia de Gipuzkoa, cuya capital es Donostia: “Pequeña e intensa. En apenas 2000 kilómetros cuadrados, algo más que la ciudad de Londres, cabe una capital cosmopolita como Donostia, una cultura tradicional y el idioma más viejo de Europa, una costa versátil de 86 kilómetros y un interior verde y laberíntico.”

Aprovechamos su eficiente red de transporte (autobuses y trenes locales y regionales) para desplazarnos a algunos lugares cercanos que tenían algún interés en particular para nosotrxs. Escogimos Irun, por ser casi fronterizo con Francia, pero a menos de una hora de Donostia. Fue uno de esos días que llovió a cántaros lo que impidió que pudiéramos explorar a pie las plazas y calles cercanos a la estación del tren. Sí, vimos por 1era vez un mural dando la bienvenida y ofreciendo ayuda a inmigrantes y constatamos que ya comunidades árabes se habían establecido en el casco de la ciudad con pequeños negocios. Como una cosa es estar de paso y otra residir en el lugar, no sabemos la armonía o tensión que puede haber entre las diversas comunidades que ocupan este espacio. Otro día tomamos el tren hacia Tolosa, ciudad de la temprana edad media, reconstruida varias veces por su destrucción por fuego y capital de Gipuzcoa de 1844 a 1854. Como Lowell siempre va en busca de máscaras tradicionales regionales, llegamos a Tolosa porque se considera la sede del mejor carnaval de la región. No encontramos ninguna pista de máscaras, pero sí un magnífico museo: TOPIC: Centro Internacional del Títere. Caminamos extensamente esta ciudad peatonal, rodeada de ríos y puentes, lleno de mercados de comestibles y pulguero y casi nos quedamos la noche ya que su teatro de cine ofrecía Maizabel, pero probablemente no hubiéramos podido regresar a San Sebastián.

En la liburudenda Hontza—hermosa y familiar—pude comprar la novela más reciente de Fernando Aramburu (Los vencejos), autor de la tan premiada, nacional e internacionalmente, Patria de 2016, y una excelente biografía de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, que no comencé a leer hasta que regreso del viaje. Por eso no emprendí camino a Gallarta, provincia de Biscay, donde nace en 1895 y así seguir sus pasos. Pero sí trazamos la Guerra Civil Española pasando un día en Gernika-Lumo, también de Biscay. Esta ciudad que fue bombardeada por los aviones Cóndor alemanes el 26 de abril de 1937, día de mercado cuando la población estaba expuesta, fue “reconstruida” durante el franquismo para así borrar esta masacre. Pero hoy en día, esa memoria se preserva en el árbol que resistió el embate, las ruinas y edificios con cicatrices, los textos públicos que recrean la historia y, especialmente, en el Parque de la Paz de los Pueblos Europeos de 1991, el Museo Euskal Herria (con una impresionante exhibición especial de Ernest Hemingway), el mosaico replicando la pintura de Picasso y el Museo de la Paz con pietaje del bombardeo y los rescatadores, testimonios de los sobrevivientes y un proyecto empecinado en impedir que una tragedia como Gernika vuelva a repetirse.

Bilbao, la ciudad más importante y de más población, capital de la provincia de Biscay, amerita pasar largas horas caminando su ciudad histórica, el centro cultural en la Plaza Unamuno y el impresionante museo de Arqueología, además de una visita de todo un día al Guggenheim Bilbao. Pasamos por la plazoleta del estadio San Mamés que está junto al terminal de autobuses para luego caminar por parques y veredas hasta llegar al deslumbrante centro donde ubica el museo Guggenheim que tiene su propia historia de inicio y desarrollo (arquitecto Frank Gehry; inaugurado 1997) y sus enlaces con museos internacionales y especialmente, los ubicados en Nueva York. Aquí disfrutamos de una retrospectiva de Alice Neel (1900-1984) que tuvo su 1era apertura en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York (MET) en marzo 2021, pero que no pudo destacarse por la ciudad estar apenas abriendo sus puertas después de ser el epicentro de la pandemia en el este de Estados Unidos. Con amplias salas, la obra de Neel se destaca por su expresionismo y estilo realismo social (fue activista del movimiento comunista, socialista, sindical de los años 30) y su empeño de retratar a los que en la historia permanecen en la penumbra. Varios de sus cuadros son de niños y jóvenes puertorriqueños de cuando vivió en el Barrio (Spanish Harlem) por más de 20 años desde 1938. Pueden acceder un excelente video sobre esta exhibición en Alice Neel: People Come First Virtual Opening/metexhibitions. Además hubo tiempo para perdernos en las esculturas gigantescas de acero de Richard Serra (San Francisco, California) y la exhibición permanente del museo con obras que muestran el horror de la Guerra Civil Española, el Holocausto y los resultados de las guerras.

 

En la 2nda parte de Donostia/San Sebastián establezco un puente entre dos propuestas de museos y el Festival de Cine SSIFF.

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