Mirada al País: ¿Se aprendió?

 

Especial para CLARIDAD

Aprender, tanto vía la socialización formal como informal, no es fácil. Toma tiempo. No es por capricho pedagógico que los niños, luego adolescentes, se toman de doce a trece años para graduarse de escuela superior. Súmele varios años – no pocos – si prosiguen estudios universitarios.

Muchas veces el aprendizaje, sobre todo en los adultos, supone deshacerse de viejos usos y costumbres para incorporar nuevos ordenamientos normativos. Por ello la resistencia al mismo, en mayor o menor grado, siempre está presente. En los procesos de cambio unos ganan y otros pierden. ¿Acaso fue accidental el prolongado dominio del horroroso – conveniente para la clase dominante – régimen esclavista? ¿Cuánto tiempo tomará liberarse plenamente de un sinfín de pautas culturales que sirven de fragua para forjar injusticias y prejuicios de toda índole que, desafortunadamente, en no pocas instancias se practican, enseñan y predican como si fueran verdades absolutas.

El notorio e infame “Chat” del gobernador Rosselló y sus cuates – todos “profesionales” en posiciones de poder — es un extraordinario catálogo de cuanta torpeza y prejuicio se pueda imaginar, desde discrimen por género hasta político. Las protestas del ya famoso verano de 2019 impugnaron la insensibilidad, mendacidad, ineptitud y corrupción del gobernante y provocaron su renuncia. Podría decirse que se le “destituyó” por falta de estatura moral.

Poco después, en las elecciones de noviembre de 2020, se da una segunda lección, ahora más inclusiva. La prolongada contracción económica, la pobre ejecución en el manejo de la deuda, la bancarrota gubernamental, la politización del servicio público, el uso deshonesto del tema del estatus, la sumisión ante la Junta de Supervisión (Control) Fiscal y el descarado vicio de la cacería de rentas – privilegios tributarios, concesiones contractuales, malversación de fondos públicos locales y federales – colman la copa y provocan un debilitamiento significativo en el bipartidismo gobernante. El poderoso binomio del Partido Nuevo Progresista (PNP) y del Partido Popular Democrático (PPD), acostumbrado al 90 y 95 por ciento del total de votos, tiene que celebrar su precaria victoria – el PNP en la gobernación y el PPD en la rama legislativa – con alrededor de un 65 por ciento de los votos, dividido prácticamente en partes iguales. El restante 35 por ciento le correspondió a Victoria Ciudadana, al Partido Independentista Puertorriqueño y al Proyecto Dignidad.

¿Se ha aprendido de las lecciones dictadas en dichas jornadas cívicas? La inclinación es, y con razón, a contestar categóricamente en la afirmativa. No obstante, todo parece indicar que es obligado confesar que todavía no se ha aprendido lo suficiente y que, claro está, son muchos los que se resisten al aprendizaje.

En las propias elecciones de 2020 se llevó a cabo una consulta engañosa sobre el estatus. Posteriormente, con una exigua participación, se eligen seis personas –cabilderos, delegados, charlatanes, jaibas o bufones (escoja la mejor contestación) – con la encomienda de abogar por la estadidad ante el Congreso de Estados Unidos. Todo esto, huelga aclararlo, financiado con fondos del gobierno de Puerto Rico. Para colmo, entre los seis personajes, se distingue Ricardo Rosselló, cuya residencia en Puerto Rico está en entredicho. Evidentemente, las malas costumbres no se pierden así como así… Persiste la resistencia al aprendizaje.

Mientras tanto, la Junta de Supervisión (Control) Fiscal, también generosamente financiada con fondos del pueblo de Puerto Rico, ha continuado de lo más tranquila con sus políticas de austeridad y con sus planes de ajuste de deudas. En lo primero ha sobresalido su saña en contra de los más vulnerables, desde los pensionados hasta la Universidad de Puerto Rico; en lo segundo ha sido notable su sesgo a favor de determinados grupos de bonistas. Después de todo, la Junta no se creó por la “divinidad imperial” del Congreso para recibir lecciones sino para darlas y, por cierto, de las peores y en la peor forma. Su bendición al contrato con Luma ilustra uno de sus muchos “consejos” al gobierno de Puerto Rico que, en realidad, no necesita muchos para despeñarse por el precipicio en lugar de transitar por el camino real.

El contrato de Luma para, en efecto, hacerse de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) es una joya en el ejercicio del viejo vicio de cacería de rentas: la empresa privada no pone un centavo, no asume riesgos y se beneficia de un contrato leonino que le garantiza jugosos beneficios, a lo que se suma la entrada en escena de una asignación de fondos federales de unos $10,000 millones. Ni siquiera los que de buena fe creen en la privatización y en las reglas del mercado capitalista pueden apoyar semejante contrato. Lo apoyan los que de una u otra forma son beneficiarios de la cacería de rentas o los que creen que la misma es la ineludible regla operativa del sistema.

Por el mismo camino se descarrila el Departamento de Educación. Desde tiempos inmemoriales se ha acusado el mal uso de su presupuesto, generoso en fondos locales y federales. Abundan las empresas, como Luma en el caso de la AEE, expresamente organizadas para venderle servicios inspirados en las posibilidades de cazar rentas.

Los nombramientos de mediocres cuadros partidistas para dirigir esta agencia no son meros accidentes. Garantizan la cacería de rentas. ¿Qué puede ser más bajo que traicionar la educación de los niños? Hasta la fecha, no se ha demostrado la más mínima voluntad para tomar otra ruta.

La carencia de aprendizaje también se hace patente en las propuestas de reforma electoral presentadas por los legisladores del PPD. Luego del desastre de la reforma que encabezara el PNP, comprobado durante las primarias y las pasadas elecciones, ahora se pretende restaurar al oligopolio PNP-PPD reduciendo a los demás partidos a la virtual inexistencia. Definitivamente, si no se quiere o si no conviene aprender no hay manera de que estos actores asimilen la lección. Solo resta mandarlos al fondo del salón con la consabida capucha de castigo.

Para mandarlos al fondo del salón con la merecida capucha se requiere poder político. Este no florece de manera silvestre. Tampoco se logra con endosos improvisados ni con aventuras pasajeras, ambos ejercicios alejados de alianzas auténticas. Hay que contar con una organización política coherente, persistente, ideológicamente clara, que conquiste palmo a palmo la confianza del país. Sobre esto abundan las lecciones. También, en otro plano, hay que fortalecer las diversas organizaciones que conforman la sociedad civil: comunales, laborales, ambientales, cooperativas, académicas, profesionales…

Nada de lo expuesto agota la lista de las lecciones que recientemente han dictado los acontecimientos. Cuando se intenta aprender la agenda se torna interminable.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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