Semana Santa y cambios sociales

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

En esta semana, las iglesias cristianas antiguas celebran el hecho más importante de la Fe: La fiesta de Pascua que hace memoria de la pasión y muerte de Jesús, celebradas como victoria y vida nueva que Dios Padre le ha dado. La Pascua es una fiesta judía que los cristianos han asumido. Hasta hoy, las comunidades judías celebran la Pascua que recuerda la liberación de los esclavos de Egipto. Hacen eso, a cada año, para afirmar: toda persona humana tiene la vocación de ser libre y liberadora. Fue durante una Pascua, en Jerusalén, que Jesús fue muerto y Dios le dio una vida nueva que el comparte con todas las personas que aceptan seguirlo. 

En el mundo antiguo, la crucifixión era el castigo impuesto a esclavos rebeldes contra la dominación del imperio. Actualmente, la cruz sigue existiendo. En el tiempo de dictaduras, fue instrumento de tortura de presos políticos. Hasta hoy, instrumentos así resisten discretos, sino actuantes en manos de militares trenados por el imperio. Sin embargo, más que una madera para torturar, la cruz es realidad de una inmensa mayoría de la humanidad, robada de sus derechos de vivir dignamente. En todos los continentes, las Iglesias celebran la pasión, pero quienes efectivamente la viven son pueblos enteros, crucificados por el dios dinero.

Recordar la cruz de Jesús y proclamar que el Padre le dio una vida nueva deben renovar nuestra fuerza para resistir al mal y a los sufrimientos. La fiesta pascual debe ser como ensayo de una sociedad nueva. 

Para que la Pascua tenga un sentido para toda la sociedad, es importante que, sin perder el sentido propio que tiene para las Iglesias, junto con toda la humanidad, los cristianos puedan recuperar su dimensión ecológica y transformadora de la sociedad. Así, juntos podremos festejar un nuevo cuidado con la Vida y una forma más amorosa de organizar la sociedad como signo del amor divino.

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