Será otra cosa: En un techo, un cuerpo baila.

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Un joven negro, alto, delgado, fibroso danza en el techo de un residencial de San Juan. Cae la tarde y su cuerpo se mueve difuminando el espacio. La precariedad del paisaje de techos, rectángulos de cemento sucios que se repiten casi hasta el infinito, contrasta con la alegría acompasada de ese cuerpo joven, que baila solitario algunos pasos de ballet. Como si en ese instante el cuerpo superara la pesada existencia de la desigualdad social, y prometiera nunca rendirse a la violencia cotidiana del crecer en el lugar equivocado. Los espectadores, nos regocijamos con la promesa de posibilidad, con la ganancia que insistimos deben tener las pérdidas.

Es mi escena favorita del último documental de Karen Rossi, Ser grande (2017).

En él, la documentalista presenta la vida de tres jóvenes del Residencial Lloréns Torres, Juan Miranda Pietri, Ivianyd del Valle Andrades y Rushian Feliciano durante 2014 al 2016. Son los años duros de la adolescencia. El tiempo en que un sujeto debe definir su futuro. Como si el reto de crecer no fuera inmenso, estos jóvenes lo hacen a contrapelo de un país que les niega espacio, oportunidad, futuro.

El documental es la suma de escenas que corroboran la estructura de desigualdad en que se ha construido nuestro país. Traba sobre traba, los protagonistas intentan superar su suerte. Antes de la escena final, se presenta cuando a Juan, el joven bailarín, le deniegan su solicitud a la Escuela Especializada de Ballet Julián Blanco de San Juan. El muchacho había apostado a que lo aceptarían; era su puerta al porvenir. Ante la pena de Juan, la madre lo consuela, como le corresponde: vendrán más oportunidades, ya verás. No sé si la madre lo diría convencida, no lo creo. Ella sabrá mejor que él lo que es vivir en un espacio negado. Pero su apuesta conmueve, casi tanto como la de los jóvenes, sus maestros, sus consejeros y la documentalista.

¿Por qué no existen más escuelas de baile? Es una pregunta retórica que no debemos dejarnos de hacer. Ante la inminente destrucción de la educación pública del país, que evidencia el cierre de las 283 escuelas y su venta o alquiler a instituciones “educativas” privadas, y el draconiano plan fiscal que provocará la aniquilación de la Universidad de Puerto Rico, el cerco se sigue cerrando.

¿Para quiénes se administra este país? La pregunta es retórica también.

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La semana pasada se aprobó el proyecto 39 del Senado que amplía la definición de morada del proyecto “Legítima Defensa”. La ley faculta, en palabras del presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz, a “la familia puertorriqueña, la gente honrada y decente en Puerto Rico” a defenderse, incluso letalmente, contra cualquier persona que invada su propiedad. La definición de propiedad se ha extendido con el nuevo proyecto, y se determina como morada “cualquier espacio íntimo donde se desarrolla la unidad familiar y permite el descanso, relajación y disfrute de vulnerabilidad inherentes a la dignidad humana”. Dicha ampliación del concepto morada implica, según la expresión del Senador en Facebook, el “área de trabajo y los vehículos”, así “la gente honrada y decente del país… tendrá una protección adicional”. La nueva ley se uniforma a las leyes vigentes en Estados Unidos con respecto al espacio donde es legal defenderse, que ya no se limita a la morada, sino que se amplía al lugar de trabajo, al vehículo y cualquier otro espacio público donde un individuo tenga derecho a estar.

La Doctrina del Castillo, como se le quiere llamar al proyecto 39 del Senado, corresponde a un imaginario de lo público como espacio privado: pensar la calle, la acera, el callejón, la plaza, el balneario, la autopista, los puentes, la escuela como parte del Castillo de un señor feudal destruye implacablemente el deteriorado espacio público de Puerto Rico. La medida se cuece en la estructura de desigualdad social del país.

¿Quiénes serán los “sospechosos” que “amenazarán” a la “gente decente del país”? ¿Quiénes son esa “gente decente”? ¿Acaso son los caballeros, casi feudales, que celebran torneos para vender el país y legislan para defenderse del pueblo desde sus torres? ¿Qué color, apariencia, preferencia sexual, género, acento, procedencia y nivel económico tendrán esos sospechosos?

Pienso en Juan bailando en el techo del Residencial Lloréns Torres, pienso en su cuerpo vivo.

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