Servilismo energético, futuro que nos condena al pasado

Nuestro país carece de una visión colectiva de futuro mientras nos naufragan con agendas que representan los intereses de otros. Por eso, cuando desde el congreso federal nos quieren imponer la gasificación de la Isla, más que un paso de avance, esta medida representa una nueva imposición colonial de dependencia energética y sumisión a combustibles fósiles. Da lástima ver el papel de servilismo de quienes se hacen hasta supuestos autores de esa clara agenda salvaje que es canalizada a través del congresista Rob Bishop.

El chantaje ya empezó y las falacias de ahorros de un 40% que no existen se comienzan a repetir creando falsas expectativas. Estas inversiones requieren mucha más infraestructura que la que se discute inicialmente, ‘peajes’ y otros costos ocultos que incluyen fluctuaciones de precios que no controlamos. Si a alguien le beneficiará la gasificación, no será Puerto Rico. Se beneficia el cartel del gas con la visión anti-histórica de Trump de negar el cambio climático e impulsar más quema de combustibles fósiles con el destructivo proceso de extracción de ‘fracking’ en Estados Unidos.

Ponernos de acuerdo sobre asuntos críticos ha sido el gran desafío. Estas divisiones nuestras se utilizan por quienes controlan el poder político en Wáshington para no actuar o para dictar a su manera. Pero si algo queda claro como nuevo consenso nacional es el rechazo mayoritario a nuestra condición colonial y que el sistema energético es una configuración obsoleta que necesita reingeniería. Pero esa reingeniería no puede consistir de la sustitución de una adicción por otra.

El dilema interno es claro, o producimos nuestra propia energía en el lugar donde hace falta, de forma limpia y renovable, o seguiremos dependiendo de importar combustibles fósiles que, aparte de desangrar nuestra capacidad económica, contaminan y necesitan de postes y cables para llevar la energía hasta su casa. Perpetuar la dependencia energética es también perpetuar la colonia manteniendo a la Isla presa como consumidor de un renglón fundamental de la sociedad mientras se limita nuestra capacidad de producir energía y riqueza propia. Por lo tanto, si descolonizar a Puerto Rico es un consenso que rebasa ideologías políticas, impulsar autosuficiencia energética con recursos endógenos como el sol, viento, agua y biomasa debe ser el camino. Tan así, que hasta el propio Departamento Federal de Energía entiende la importancia de adoptarlas como el estado de Hawái, que se trazó la meta de lograr 100% autosuficiencia energética para el 2045. Si prefiere la república, también puede mirarse en el espejo de Costa Rica, Uruguay o Irlanda, donde se vive al cien con energía renovable.

Cuando recibimos recientemente la visita en Adjuntas de un grupo de congresistas incluyendo a Nancy Pelosi, Nydia Velázquez y la comisionada residente Jennifer González, además de compartir nuestras experiencias de autogestión comunitaria, allí se reclamó a favor de comenzar a descolonizar a Puerto Rico con hechos, construyendo un sistema energético de autosuficiencia. Sostuvimos que, atender la pobreza generalizada de la zona, podría también incluir ver a nuestra gente, no como consumidores de energía sino también como sus productores.

Tras el huracán María, fue evidente que la crisis energética con todas sus consecuencias no se debió a la ausencia de capacidad instalada de centrales generatrices que operan con petróleo, gas y carbón. Esas generatrices estaban y tenemos un excedente de ellas. De hecho, suplen 98% de nuestra demanda energética cuando tenemos tanto sol. Según estudios de ingeniería, bastaría con colocar paneles fotovoltaicos en el 65% de los techos en estructuras existentes para generar el 100% de la demanda energética en horas pico en el lugar donde se necesita. Hoy no lo aprovechamos ni para producir el 1%. De hecho, con la despoblación, mejoras en eficiencia energética como luces ahorradoras o mejores enseres, y desindustrialización de la Isla, la demanda energética total ha disminuido sustancialmente en los últimos años. Entonces: ¿Cómo la solución de futuro para atender la crisis energética es construir nuevas generatrices (nueva deuda) para que quemen gas? Esta propuesta no representa nada nuevo ni añade capacidad de resiliencia, un término de moda que tantos políticos cotorrean.

Lo que falta en nuestra cartera energética son inversiones en fuentes de energía renovable, con recursos locales, en alianza con la gente misma. Esa sería una agenda nuestra, de futuro, democrática y participativa donde la riqueza que se genere sea para atender nuestra realidad y no para enriquecer más a los mogules y asociados del gas natural ni del petróleo ni del carbón sucio. Si damos un paso, que sea para darle frente al futuro.

Publicado por acuerdo editorial en conjunto en 80 Grados y el periódico La Perla de Ponce.

Artículo anteriorEl deporte aviva la nación
Artículo siguientePor la dignidad magisterial y en defensa de la educación pública