Sirva rabia en Navidad (segunda receta del Recetario de los afectos)

Especial para En Rojo

La rabia es un plato que se sirve a diario. De tan cotidiana, su preparación parecería no necesitar demasiados miramientos. Bastaría un huracán, una promesa incumplida, un mal gobierno, la busconería política o el despojo de algún derecho civil, como los servicios de salud, la educación pública o el retiro, para que la bilis, que es la base de esta exquisitez, comience a producirse. Esta es una antiquísima receta que exige concentración, precisión, un corazón fuerte y paciencia, (¡coño!), paciencia.

Aviso a la cocinera del carácter explosivo de los otros ingredientes. La injusticia, el expolio, el ninguneo, el maltrato, la frustración, la incertidumbre y la indignidad son letales si no se manejan cuidadosamente. Para ello, recomiendo que a la hora de su preparación se vista una escafandra, pero si no se consigue tan estrafalario atuendo o el calor del trópico impide su uso, al menos deben utilizarse guantes de goma, gafas protectoras y zapatos cerrados. Tener un abanico de batería a la mano -recuerde que puede irse la electricidad en cualquier momento- es altamente recomendable. Sepa también que el lugar donde confecciona el manjar debe poseer buena ventilación, y si es posible, cruzada.

No debe confundirse la rabia con el resentimiento. En nuestra cotidianidad neoliberal es común pensar que las rabiosas son personas resentidas, envidiosas, insatisfechas con lo que les ha tocado. Incluso, de ordinario se les culpa de su situación, pues como “el mercado garantiza que cada quien reciba lo que merece”, usted solo tendría que competir. De las condiciones de la competencia brutal, no se habla. De la responsabilidad política del estado por el bienestar común, tampoco. Lo que sí se escucha a diario es que las rabiosas no han trabajado lo suficiente, no poseen la inteligencia ni la capacidad para procurarse una mejor vida. Reinvéntese, no se quite, compita es el slogan en letras de neón del ideario. Si usted bien sabe que “no hay otra alternativa”, por qué se enfurece, entienda, nos exigen. Déjese explotar, acepte la privatización y el cierre de los servicios fundamentales, canta el coro de los nuevos esclavistas. En este contexto social, la rabia se vuelve un plato indispensable en el menú boricua.

Para la confección de la receta debe tener siempre disponible y refrigerado el pie de la rabia, la bilis. Es fácil de conseguir y sospecho, que, ante tanta indignidad, cada casa puertorriqueña debe tener una buena guarnición de ese elemento. El sabor de la bilis, ingrediente principal, es bien amargo, por lo tanto, debe servir la rabia diluida o mezclada con otros alimentos. Bien podría endulzarla, utilizando miel del país, o mezclarla con otro alimento ácido como el limón o la parcha para que se neutralice su sabor. Recuerde que el color verde intenso de la rabia podría arruinar la apariencia de su mesa.

El plato puede impulsar la corrección de conductas equivocadas, el avance de la justicia social y la reparación de agravios. Una vez ingerido, invita a la acción para detener la amenaza de una fuerza externa (la Junta, el gobierno, el plan fiscal). De aquí que debe aprovecharse la época navideña para servirlo. La injerencia en la acción social sería una gran resolución para el año nuevo. Sírvalo sobre los pasteles, el arroz con dulce o la morcilla. No es aconsejable que se mezcle con el coquito porque su acidez podría estropear la bebida.

Como el nivel de toxicidad del alimento es alto, recomiendo que se ingiera con prudencia. Su consumo puede aumentar el ritmo cardíaco, la presión sanguínea y los niveles de adrenalina. Sus comensales podrían comenzar a emitir sonidos fuertes, gritos y hasta improperios, acompañados de expresiones faciales y ademanes como mostrar los dientes o levantar los brazos. Recuerde que no debe faltar la música cuando lo sirva.

Advierto que una vez ingerida la rabia puede ser destructiva si no encuentra una salida apropiada. Exprésela en la participación ciudadana, en la organización comunitaria, en todo tipo de manifestación pública y privada (cualquier grupo, por pequeño que sea, será buen auditorio para lo que tiene que decir). Sepa que quizás dejen de invitarla por aguafiestas, pero no se amaine, use la rabia con gracia.

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