Sobre la pasión como criterio de verdad

Por Rafael Acevedo/En Rojo

0. En muchas ocasiones he leído o escuchado que alguien celebra un asunto de inversión -de capital o intelectual- porque se hace con pasión. Me sonrío. Es pensar que la pasión es una virtud.

No me atrevería a decir algo sin fundamentarlo en autoridades. Entonces: “En fin, se da el nombre de pasión a una grande y terrible desgracia”. (Aristóteles, Metafísica, libro V, 21). ¿Quién soy yo para contradecir al filósofo?

Si alguien me habla con pasión de la superioridad de la raza aria lo interpretaría como la puesta en escena de la ideología de un idiota. Idiota en el sentido etimológico. Y eso no es poca cosa, porque vivir ensimismado en tu propio asunto (negocio) te impide ver las consecuencias de tus acciones y proyectos. Y si las ves, la distorsión de la pasión te impide entender que estás construyendo máquinas de exclusión y asesinato. Es solo un ejemplo.

Si alguien me habla con pasión sobre las bondades de la energía nuclear lo entendería como una exposición honesta de la deshonestidad. Se disfraza de solución a un problema la pasión por el dinero. Por el sueldo bien pagado de la industria de energía nuclear. Por encima de la racionalidad. Tan por encima, que se estructuran discursos en los que se proponen con forma lógica contenidos falsos.

Como dijo el griego, las pasiones pueden ser buenas o malas según la medida en que se sienten, y según a qué se aplican. Por el contrario, la virtud es siempre y exclusivamente buena; y el vicio es siempre y exclusivamente malo.

¿Hay pasiones virtuosas y vicios buenos? A riesgo de contradecirme diría que sí. La pasión amorosa es buena a pesar de que puede dañar porque engendra vida en la vida. Por otro lado, hay vicios placenteros para el que los lleva a cabo. Y son buenos si no dañan a segundos. ¿Pero es la pasión por el dinero puesto al servicio de sí mismo una gran idea virtuosa? ¿Es la construcción de una colosal planta generadora de narrativas de forma lógica y contenido falso -que no resiste prueba empírica ni arbitraje- una virtud? Ni ser apasionado, ni ser creativo, son condiciones que garantizan veracidad y mucho menos virtud. El café, por ejemplo, es un vicio que me agudiza la creatividad. Hacerlo para mi amada al despertar es una idea virtuosa porque le causa placer a alguien fuera de mí. Y así sucesivamente.

1.Los socios de los ecologistas son los grupos de izquierda. Así debería entenderse. Un ecologista de derecha, que asuma el «dejen hacer, dejen pasar» del liberalismo económico es un charlatán con dieta vegetariana. Es como los ateos que adoran la energía nuclear a partir de un razonamiento delirante sobre las capacidades de la Ciencia, en la que parece no haber contaminación ideológica.

Como soy un izquierdista sin partido, carnívoro, a favor de la producción de energía limpia y renovable, creo en la Rosa de Guadalupe, de la misma forma que creo en la resurrección de Alexander Dubček, para que en el 2028 se le nombre Primer Secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSČ) y así se cumpla de una vez con el programa de reformas que llevará la Primavera de Praga a todos los confines del mundo, o al menos de Río Piedras. Me emociona lo imaginado. ¿Será verdad?

2. La máquina de viajar al futuro es una cama con sábanas aromadas de aceites esenciales. Usted se duerme y el aroma del sándalo, por dar un ejemplo, es convertido por la amígdala en afecto, o en disgusto. El hipocampo inicia el proceso de memoria.

Un sueño profundo con un aroma profundo graba, reproduce memoria. Sin embargo, al estar relacionado con el sistema límbico, hay que tener cuidado de no despertar al viajero, que puede quedar varado en un estadio atemporal en el que se afecta el área motora, y luego la incapacidad de pensar en el futuro, hacer planes como casarse o ir de compras cuando se te acabe la carne en el refrigerador.

A veces uno se recupera de estas interrupciones escuchando determinada canción, una cierta intensidad del aguacero, la marea de los muertos o el ladrido de un perro a lo lejos.

Yo viajé al 1969 oliendo aceite de pino. El país era dirigido por burócratas afables que organizaban asesinatos de líderes sindicales sin hacer mucho aspaviento. El día que volví allá, la Calle Baleares fue un 18 de diciembre. El árbol ya adornaba la sala. El tronco se refrescaba en un trípode que contenía agua destilada y una aspirina.

Hacía calor en aquella casa de urbanización pública. Eran los tiempos del líder populista. Jugábamos en una palangana donde mi madre lavaba la ropa.

A veces regreso acá y siento nostalgia de mi padre, joven, y mis hermanos mayores que en el tránsito son menores que yo.

3. Recordar, imaginar, ¿son verdades? ¿Qué es, en conclusión, la verdad? Cuando empezó la pandemia y el estado aceitó sus mecanismos de control, me imaginé la muerte cercana, inevitable. La razón era bastante sencilla. Si el estado colonial respondió de manera negligente y criminal al desastre de un huracán, entonces, la pandemia sería una oportunidad adicional para el robo, el fraude y la muerte. En esos días de abril pensé en eso y escribí mi testamento en forma de relato:

4.ELISA 

No puedo decirles que Elisa Blot era hermosa. En realidad, ¿eso qué importa?

Estábamos allí acostados en la arena al atardecer. Mirando las nubes. Sus variaciones.

-Como los virus- dijo ella
-¿Qué quieres decir con eso?
-En una población de un mismo virus ocurren variantes. Por ejemplo mira aquella nube elefante que en realidad son un montón de gotitas de agua. El viento la mueve, esparce y desordena y ahí tienes un camello.

(¿Ya les dije que Elisa trabaja en un laboratorio?)

-No entiendo bien, pero es una hermosa explicación.
(Ella sonríe y toma un sorbo de cerveza. Su pelo largo, azabache, cubre su rostro por un instante. Lo retira con su mano).

-Todas las variantes de un virus existen en la nube. Normalmente, si el ambiente permanece sin cambios, no pasa nada-me explica.
-Pero si cambia el ambiente, si sopla el viento desde abajo o desde arriba, aparece el camello- digo, creyendo entender.
-Algo así. Pero probablemente es una mala metáfora a partir de una buena cerveza.

Cuando ya comenzó a caer la noche y el cielo era una enorme taza de café negro con alguna espuma, Elisa Blot se despidió con un beso en la mejilla. Me retiraron el respirador y, bueno, habíamos quedado en vernos allá en aquella nube.

5. La verdad está ahí, en algún lugar entre los hechos y la imaginación.

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