Strange Fruit o escribir la pared y  quebrar la vidriera

 

Por Lola Aponte Ramos/Especial para En Rojo

“Please try to remember that what they believe, as well as what they do and cause you to endure does not testify to your inferiority but to their inhumanity”

James Baldwin, The Fire Next Time 

 a Isabelo Zenón, el maestro, el amigo

cuando conocemos a Calibán, éste nos increpa:  As wicked dew as e’er my mother brushed/With raven’s feature from unwholesome fen/Drop on you both! A Southwest blow on ye/And blister you all o’er! (I.ii.) Calibán reconoce que las figuras de construcción de su sintaxis descansan en el miedo que produce en el amo. este último ve su propia historia de horror encarnada.  el miedo a su propia historia constituye la carnosidad esencial del sujeto excedente. ese cuerpo es amenazante en la justa medida en que su tropos es pronominal de la historia de definición del amo.  el cuerpo violento del cimarrón es execrable en cuanto historia al sujeto en poder.  y por ello, ese cuerpo— que desearía ya espectral, pero que pulula en la ciudad- – le incomoda.  la esclavitud y el andamiaje de explotación se ha transformado y ahora grita en la calle.   y ese cuerpo se le antoja al antiguo amo como un excedente.   un margen que le interpela, que amenaza su discurso de progreso y superación   individual.

miremos esa sintaxis que terminada articulada en la rodilla sobre el cuello de George Floyd.  la hegemonía de la masculinidad, apoyada sobre la historia silenciada, es fundamentalmente una propuesta cuyo estatismo depende de su capacidad dinámica.  su vigencia, de su capacidad de mantener un centro inalterable, a la par que una estructura fluida. siempre retada por otros, la masculinidad blanca (no nos engañemos no hay otra) necesita ,como todo gestual disciplinador inalterable, afinarse constantemente.  tantas veces repetido no deja de ser verdad:  el hombre blanco, se construye como la normalidad, lo natural, lo irreprochable.  es lo creíble, pues su cuerpo es portador de la incontestable verdad. interrogarlo es sentir nuestro cuello bajo su rodilla. su visión de los hechos, la que abrazamos si nos interesa seguir respirando oxigeno.  invalidada está la sintaxis del otro, sea ese otro, un otro mujer , un otro negro. un otro indígena. [a propósito mantengo el masculino gramatical:  lo intento apropiar y deconsruir; con éxito fallido, lo sé] aún a la hora de esos cuerpos des-legitimizados construirse, lo hace a partir del parámetro de la masculinidad blanca, la alfabetización única de ese cuerpo ideológico.

el cuerpo negro/ el cuerpo femenino ocupan el lugar devaluado que da sentido al sujeto dominante quien es dueño del relato en cuanto su voz es la creíble.   ni Miranda ni Calibán son capaces de organizar el mundo bajo la tempestad percibe Prospero.  necesitan la voz masculina que les relate su propia biografía, usurpando incluso su capacidad de relatar su mundo.  una voz que rescate su gesta, que les diga cómo ser negros cómo ser mujer.

George Floyd, cumple en su masculinidad aspiraciones del sujeto blanco: físico de dominancia, fortaleza muscular.  el eje racial redefine todo ello.  cada cualidad se traduce en ser percibido como un sujeto de agresividad atemorizante. la certeza de poseer solo vocabulario de agresivo es extensivo a los preparativos ante las marchas.  explica la movilización militar y paramilitar de grupos estatales.   pero mas tristemente todavía, transparenta en la cobertura disciplinaria de periodistas.  todos proponen límites de lo aceptable e invitan voces negras  aceptables que catequicen contra los devaneos producidos por el pillaje.  el pillaje los ladrones  escondidos tras la vidriera, que son parte dela cadena global del sweat shop y el comercio de explotación de cuerpos pobres, ese no se denuncia. brindamos por su salud en las copas compradas en descuento.  el asesinato de cientos  hombres negros por diversos formatos de linchamiento, produce, antes de un cambio de sensibilidad y de formatos de historiar,  una sintaxis de aleccionamiento sobre respuestas admisibles de protesta.   se intenta crear una frontera entre los buenos manifestantes y los malos, aquellos sin claros motivos;  se propone crear una clara delimitación entre quienes portan el cartel con su gramática inglesa detallada  y quienes escriben las paredes en gritos, palabrotas y amenazas.   entre quienes aceptan las jerarquías divisorias de la ciudad y aquellos que trasgreden vitrinas.  entre quienes se apoderan del objeto que le han prometido les llevará a ser considerados humanos y quienes los portan con el mentido fruto de su crédito.    se duda de la metodología del fuego, de la veracidad del grito, de la gravedad de la botella.  se impide la concreción de la metáfora.

se reduce la opresión a una lucha  entre el policía violento y el sujeto indisicplinado.  al policía asesino acertadamente lo categorizamos en las coordenadas del racismo, pero no debemos olvidar que es parte de la hegemonía de violencia gubernamental.  el Estado depende para establecer su  hegemonía de la violación de nuestra humanidad. en lo discursivo y lo factual.  la implícita deshumanización va desde comparar al cuerpo negro con animales hasta las metáforas del mismo cuerpo policiaco como cerdos.  si bien el cuerpo policiaco es brazo ejecutado del estado, el refinado hombre blanco se distancia de este.  de facto,  a ese Calibán no reconoce como hijo suyo.

no deja de ser notable,   la existencia de un lenguaje recurrente en que pobres (capa social que produce soldados y policías) y negros  ( considerados  sujetos amenazantes por pigmentación) se circunscriben a un imaginario de bestialidad, que les impide la libertad ciudadana que promete el estado neoliberal.   la línea emborronada entre lo considerado humano en el discurso de occidente y estos, los cuerpos de excedentes, les coloca en la confrontación.   se distinguen solo gracias a la construcción jerarquizaste  de lo racial.   es la raza, finalmente, aquello que determina quien coloca la rodilla sobre el cuello de quien.    suprimir cualquier acto que nos haga temblar ante ello , será el manejo discursivo de la preceptiva de clase del gobierno neoliberal en sus voces predilectas , los expertos neutrales.

así las cosas, no importa el ruego del poeta, el soldado no aprende a tirar, continua hiriendo a su igual, el bocado dulce del poder en la boca, amarga en su regurgitación .

entonces el acto editorial de periodistas rectores, del sujeto occidental izado  se defiende la ciudad y no al ciudadano.  al objeto de mercado, por encima del sujeto.  George Floyd permite que todo ello se cuestione y la calle sea testigo si tenemos suerte entre el  grito, lz destemplanza y el vidrio roto de  una nueva humanidad sin manual de buenas costumbres.

lola aponte, de oficio hilandera

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