Duermen afuera, lejos de la humanidad que brinda un techo. Desprovistos(as) de las necesidades más básicas, de los servicios más esenciales y hasta del respeto del prójimo, deambulan decenas de personas por el casco urbano de Río Piedras o entre la 65 de Infantería y el cruce del expreso hacia Trujillo Alto, como exhiben estas fotos tomadas por José Rafael “Pucho” Charrón. Estas imágenes ejemplifican la pobreza más extrema del país, sin embargo, muchos y muchas puertorriqueñas padecen otros grados de escasez. Dos meses después del paso del huracán María, el nivel de pobreza en la isla aumentó de un 44 a un 52 por ciento, según un informe revelado por el Centro de Información Censal de la UPR en Cayey a finales de noviembre 2017.
Abandonadas por sus familiares, desatendidas por el gobierno e ignoradas por el resto de la población, estas personas se ubican al margen de la sociedad. El piso sucio les sirve de cama, una sombrilla o caseta de acampar – basura para muchos y muchas – de techo, un sofá convertido en escombro de refugio. ¿Qué realidad escribirá ella en su libreta? ¿Qué soñarán ellos pegados del suelo, de la inmundicia más absoluta? ¿Sueñan?