Sueño para las personas despiertas

Por Marcelo Barros/Especial para En Rojo

El sistema actual que domina el mundo insiste en afirmar que no sirve soñar. La realidad es cada vez más dura y cruel. Millones de personas pasan hambre. Las empresas mineras destruyen el planeta para garantizar lucros fantásticos a la pequeña élite que las dirige. Eso es lo que consideran como progreso. Sin embargo, pueblos y comunidades tradicionales resisten y luchan por alcanzar el sueño de una vida digna. En Brasil y otros países del continente, pueblos indígenas, hasta hace poco tiempo, considerados extintos, se reorganizan y retoman sus tierras ancestrales y su propio modo de vivir. 

“El derecho de soñar” es el título de un libro del pensador y sociólogo italiano Riccardo Petrella (2004). Allí él proponía “las opciones económicas y políticas posibles para una sociedad justa”. Denunciaba la forma como la humanidad, en grande parte, se convirtió en prisionera y rehén de los bancos y banqueros. Para más de mil millones de personas, los conglomerados financieros actúan como verdaderos “ladrones de sueños”. Organizan el mundo de forma que impide la mayoría de vivir dignamente. Incluso en países como Alemania y Francia, jóvenes de más de 30 años no pueden casarse porque no tienen empleo fijo y no pueden sostener una casa. La mayoría de la población es llevada a aceptar pasivamente mantenerse en los límites de la mera sobrevivencia, para que una pequeña elite se vuelva cada vez más rica. En Italia, de cada tres jóvenes, uno está desempleado y sin esperanza de lograr empleo. Mientras tanto, sólo diez personas tienen una renta equivalente a tres millones de italianos. Es la misma lógica por la cual, según datos de la ONU, Brasil se hizo el tercer país en el mundo en desigualdad social.

El derecho de soñar tiene como base una confianza ligada a la fe. Se trata de fe en la vida, en la bondad fundamental del ser humano y en señales de una nueva conciencia de paz y comunión de la humanidad con la naturaleza. La Biblia dice que eso es el proyecto divino para el mundo y que el Espíritu es quién mueve a la humanidad en esa dirección. Así, el derecho de soñar no es sólo proyección de deseos inconscientes. Al luchar pacíficamente para realizar ese sueño colectivo de paz y justicia, no estamos solos. Con nosotros está Alguien que se manifiesta en todo acto de amor y nos da la fuerza de hacer real la utopía de una vida verdaderamente realizada y feliz. En Chiapas en México, las comunidades indígenas que se rebelaron contra el Estado y proclamaron su autonomía social y política afirman: “Somos un ejército de soñadores. Por eso, somos invencibles”.

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