Tatuajes en cuerpo de niña: Un auténtico tour de force de Benjamín Torres Gotay

 

Por Ana Luisa Sierra/ Especial para En Rojo

En francés, la expresión tour de forcé se emplea con el fin de describir acciones cuya realización exige talento, esfuerzo y poder de gran realce. El español denomina dichos actos como hazañas o proezas. Tatuajes en cuerpo de niña(2013), novela del escritor y periodista puertorriqueño Benjamín Torres Gotay, constituye un auténtico tour de force. Esto se debe, entre otras cosas, a: una trama compuesta de hechos significativos, unos personajes de compleja fibra humana y a la exploración de ideas trascendentes, concernientes a las sociedades contemporáneas. Todo ello contado por medio de una ingeniosa técnica narrativa y una prosa cautivadora que se desliza entre registros poéticos, coloquiales o de fuerte carga erótica.

Trama

Dos historias, una de amor y otra de carácter político, entretejen una trama que incita al lector a continuar la lectura con el propósito de descubrir el eslabón entre ambos ejes narrativos. ¿Qué les ha ocurrido a Fátima Imara San Miguel y a Gabriel Villanueva, protagonistas del relato amoroso, para que sus vidas se crucen con la de Antonio Ballester, candidato a la gobernación de Puerto Rico y personaje principal de la segunda historia?

Al comenzar el acto narrativo, el aspecto engañoso de Gabriel, que con sus veintidós años parece en paz consigo mismo, pero vive en un mundo interno de miedo y dolor, dispara la tensión dramática. No se sabe qué ocurrirá ensu cita con Fátima Imara, a quien aguarda en el Café Berlín, en la Plaza Colón del Viejo San Juan. Gabriel desea locamente a la joven desde la primera vez que la ve cuando ella acude a hacerse un tatuaje a la tienda donde él trabaja: “El deseo que lo sobrecogió por ella fue tan abarcador, lo anegó de tal manera y le produjo un pavor tan inmenso, que ni para imaginarla desnuda tuvo valor”.  (22)

Sin embargo, Fátima Imara, en la Plaza de Armas, donde espera la hora para encontrarse con el joven, despliega una conducta que no es precisamente la de una enamorada. De aspecto violento, mirada que taladra y movimientos de animal a punto de atacar, solo piensa en acosadores: dos malhechores que la persiguen y las constantes pesadillas durante el sueño y la vigilia.  A pesar de tener veintidós años, y de su carácter, es en el fondo una niña inocente, como sugiere el significado de ‘Imara’ en húngaro. No obstante, ‘inocente’ en este contexto no se refiere a la persona fácil de engañar, sino a la que no es culpable. ¿De qué no es culpable Fátima Imara? Para saberlo, el narrador ofrece pistas, pero mantiene el suspenso hasta casi el final de la novela, cuando se revela el secreto.

La tensión se agudiza porque el secreto convierte a Fátima Imara en un ser de una compleja singularidad como si su nombre, Fátima (cuyo significado en árabe es ‘única’) la hubiese marcado desde el nacimiento. Es una persona impenetrable, tanto para ella misma como para las personas con quienes se relaciona. La joven no sabe por qué se encuentra constantemente agobiada por pesadillas: “Escuchaba el sonido de una ópera espantosa, veía ríos de sangre inundando el horizonte, la asaltaba la imagen de un hombre sin rostro blandiendo en el aire una espada al rojo vivo”. (18)

Venciendo su angustia y arrastrada por la necesidad económica, acepta, a su pesar, un trabajo como bailarina nudista en el HawaiianHut, un “bar de mala muerte” para hombres, en Santurce. Sin embargo, su dolor se transparenta en el odio hacia el cuerpo exhibido sensualmente en la tarima: “Tiró su melena hacia atrás con un movimiento histérico, ofrendándole a la audiencia un rostro perturbado por un pasado que la seguía como el hedor a un cuerpo putrefacto”. (25)

Cada uno de los ejes de las dos historias atraviesa la trama, haciéndola girar en distintas direcciones. El relato de Fátima Imara, por ejemplo, nos mueve al pueblo de Aguada para conocer a sus abuelos, Fermín y Fela, y a su madre, Isabel. Luego la acción se traslada a Nueva York, a donde Isabel se marcha a los dieciocho años, huyendo del maltrato físico y psicológico del padre y de la incomprensión de la madre.

En la llamada “ciudad que nunca duerme”, Isabel tampoco duerme, entregada a las drogas y a la relación con un hombre apodado El Tigre. Junto a El Tigre y sus amigos descubre por primera vez su sexualidad: “Con El Tigre y su ganga, supo, en cambio, lo que era una comunión profunda entre cuerpos en la más absoluta desnudez…” (94) De la relación de Isabel con El Tigre es concebida Fátima Imara, en una noche de drogas e inconsciencia.

El otro eje de la historia hiende la trama y la tuerce hasta extremos insospechados. Aquí se describen las oscuras pulsiones de Antonio Ballester, así como su quehacer político. La actividad política da vueltas alrededor de las vidas de varios hombres corruptos, allegados a Ballester: el senador Enrique Amadeo Castañer, el empresario Aníbal Betances Soldevila y el abogado Celestino “Tino” Fernández Brau. Si las acciones perversas de Ballester se describen en la trama como una conducta criminal castigable, los actos del senador, el empresario y el abogado son también repudiables y reflejan la corrupción política de Puerto Rico, no solo durante la época de la trama, sino también en la actualidad.

La historia amorosa y la historia política se entrelazan por medio del suicidio de Isabel, la madre de Fátima Imara. Los familiares de la niña, que viven en el pueblo de Aguada, se niegan a hacerse cargo de ella y se la dan en adopción a Antonio Ballester y a su esposa Ángela, vecinos de Isabel en la exclusiva Urbanización Roosevelt de Hato Rey.

Para Fátima Imara, vivir en el hogar de Antonio Ballester resulta ser como si le hubiesen puesto un grillete en pies y manos, pero, sobre todo, en el corazón. Tal como se hacía con los esclavos desde la época mesopotámica, a los cuales se les inmovilizaba con grilletes de hierro para obligarlos a trabajar y en muchos casos a brindar servicios sexuales, Fátima Imara queda desde el principio totalmente inmovilizada a merced del odio y desprecio de Ángela y de los deseos sexuales de Antonio Ballester. Para dar un ejemplo, cuando Ángela ve por primera vez a Fátima Imara, el narrador señala:

“Y en esa misma medida en que va acercándose y definiendo la imagen de la niña…toda su faz empieza a transformarse. El rostro va descomponiéndosele, la mirada endureciéndose y la nariz crispándose. Pero el signo más poderoso entre todos, el que envía el mensaje definitivo, el que se queda indeleble en la memoria de Fátima Imara por el resto de sus días, …fue cómo la leve sonrisa de los primeros instantes se le va desdibujando, lenta como un cuerpo que se desvanece ante el avance de un veneno en sus entrañas, en una horrible mueca de desagrado”. (121)

“Fátima Imara, helada de espanto, atestigua todo el proceso, muy quieta del miedo”. (121, énfasis añadido)

 

Luego, frente a la niña, Ángela agarra del brazo a Juan Antonio, su hijo de ocho años, y lo arrastra hasta la habitación, donde le dice, entre otras muchas cosas:

“¾Esa niña está sucia, tiene piojos, si se te pegan te mueres y me muero, no es posible que venga a esta casa en ese estado, no es posible que sea tu amiga, ¿cómo se te ocurre juntarte con una niña tan sucia?” (122)

 

Con estas palabras de Ángela, Torres Gotay critica un prejuicio muy arraigado, tanto en la sociedad puertorriqueña como en otras, tal como ha mostrado el director surcoreano Bong Joon- ho, en la película Parasite(2019): el desprecio por otros seres humanos porque están sucios o porque huelen mal. Esa suciedad o ese mal olor dejan de ser características circunstanciales y se convierten, para el que discrimina, en el ser definitorio de pobres, mujeres, asiáticos, negros, inmigrantes, en fin, de todos los percibidos como diferentes.

Sin embargo, el odio de Ángela hacia Fátima Imara tiene causas aún más complejas que el prejuicio de clase. Ángela sabe cuáles son las oscuras pulsiones de su esposo y ha experimentado su desamor casi desde el principio del matrimonio. Por eso está segura de que Fátima Imara despertará en su marido los deseos sexuales que él no siente, ni por ella ni por ninguna otramujer. Tan profundo es el odio de Ángela que la conduce a propiciar el primer encuentro sexual de Ballester con una Fátima Imara de ocho años. De esa manera se asegura, también, de que Ballester no la abandonará. Este encuentro supone no solo la pérdida de la virginidad de la niña (aniquilando la virgen a la que alude el nombre Fátima, en árabe), sino su muerte simbólica.

Estos hechos y muchos otros configuran una trama que Borges calificaría de “ecuación matemática”, al final de la cual se atan cabos sueltos y se resuelven incógnitas para dejarnos con profundas reflexiones sobre la naturaleza del ser humano ydelas sociedades contemporáneas.

Personajes

Una de las razones del apremiante deseo de seguir leyendoTatuajes en cuerpo de niñaes la penetración psicológica de Torres Gotay. Al crear personajes con un complejo mundo interior recuerda a autores como Fyodor Dostoyevski que dan vida a seres inspirados en una realidad social corrupta, a causa, entre otras cosas, de la pérdida de valores, a la exagerada importancia conferida al dinero y al deseo de poder. Si bien es cierto que los personajes de Torres Gotay no entran en disquisiciones filosóficas o religiosas al estilo de Iván o Aliosha Karamazov, es notable en ellos un diálogo interno revelador de sus contradicciones, luchas y recuerdos dolorosos, que los conduce a transformaciones a lo largo de la trama y que les confiere total verosimilitud.

Gabriel, por ejemplo, ha sido víctima del maltrato de sus padres, adictos a drogas. Al principio de la narración lleva una vida sin sentido, fumando marihuana, viendo películas pornográficas y sosteniendo relaciones sexuales con prostitutas.  Desarrolla una sexualidad centrada en la imaginación que lo inclina a percibir los cuerpos de las mujeres en las calles, bares y otros lugares, para luego recrearlos en su habitación, dotando a cada cuerpo de la personalidad deseada. Aunque la imaginación es siempre ingrediente esencial del amor y el sexo, en Gabriel, antes de conocer a Fátima Imara, el acto sexual se realiza exclusivamente en el plano imaginario originando un autoerotismo como ritual imaginativo: “Esa noche no se resiste a sí mismo y quiere memorizar rápido cualquier cuerpo y regresar pronto a su apartamento a vaciar urgencias en el espejismo de ese cuerpo”. (23)

Sin embargo, el autoerotismo lo deja siempre insatisfecho. Al conocer a Fátima Imara siente un amor tan arrollador que, como si rescatara el significado de ‘Gabriel’ en hebreo (‘fuerza’) hace un esfuerzo titánico, sin saber cómo, para deponer su viejo ‘yo’ y resucitar uno nuevo (a lo que probablemente se alude en su apellido ‘Villanueva’) cuyo propósito en la vida es amar y hacer feliz a Fátima Imara: “Desde que conoce a Fátima Imara, una transfiguración que ni él mismo reconoce se ha ido operando en su interior”. (21) “Por primera vez en su vida siente un vínculo metafísico con una persona”. (156)

Este nuevo ser no ejerce poder ni control sobre su compañera, no la ve como objeto sexual, no la considera empleada doméstica con la misión de cuidarlo y servirlo a él. No, Gabriel desea que Fátima Imara encuentre el sentido de la vida, tal como lo ha hecho él por medio del arte de los tatuajes y, sobre todo, al enamorarse de ella.

De la misma forma que el escritor cubano Senel Paz, en el cuento No le digas que la quieres, Torres Gotay, por medio de la transformación de Gabriel, subvierte el concepto de masculinidad patriarcal con el fin de proponer la idea de un hombre cuyo rasgo definitorio es amar a la mujer porque ella es sujeto de sus propias acciones y no objeto de las fantasías de él.

Al realzar el amor como lo que confiere sentido a la vida de Gabriel, Torres Gotay se aparta de la concepción generalizada de que “el amor nunca ha tenido el mismo significado para hombres y mujeres; para los primeros puede ser algo valioso, pero nunca el sentido de su vida”, en palabras de la filósofa española Ana de Miguel, en su libro, Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. (12)

El mito de la libre elección viene al caso cuando se analiza el personaje de Fátima Imara. De acuerdo con De Miguel (idea que comparto), en las sociedades contemporáneas la desigualdad de género se difunde a través de la llamada “libre elección” porque muchas acciones se justifican sobre la premisa del consentimiento. Por ejemplo, varias personas ven la conversión del cuerpo femenino en mercancía como algo que las mujeres consienten, incluso como una forma de “empoderamiento”. No entienden que desde el nacimiento, mujeres y hombres son educados en una sociedad “que continúa reproduciendo la ideología de la naturaleza diferente y complementaria de los sexos como fundamento de la posterior adscripción a funciones diferentes en el orden social”. (De Miguel, 36) Por eso, la diferencia sexual en la actualidad no se fundamenta en leyes, como en el pasado, sino en las letras de las canciones, las imágenes de películas y anuncios publicitarios, las tramas de novelas y cuentos, todo lo cual perpetúa distintos roles para un sexo y el otro, roles asimilados de forma inconscientepara luego concretarse en acciones supuestamente “consentidas”.

Ocurre, entonces, lo denominado por De Miguel como “la confusión entre coacción y libre elección”. Es en el cuerpo de las mujeres, añade (citando a otra filósofa española, Celia Amorós), en el que se inscribe tal confusión. Esto se expresa, por un lado, en la violencia física hacia las mujeres, las violaciones y todo tipo de abuso sexual, y por el otro, en la conversión del cuerpo femenino en objeto de alquiler o venta, con propósitos sexuales. (44)

Torres Gotay describe cómo el cuerpo de una Fátima Imara de ocho años sufre las violaciones sexuales, los golpes y puñetazos de Antonio Ballester, en contra de su voluntad y sin ni siquiera tener edad para consentir.  Ballester se vale del poder otorgado por ser padre adoptivo para abusar de ella, como si el cuerpecito de la niña fuese un objeto de su propiedad.  Precisamente a ese inmenso sufrimiento de la protagonista alude el título, Tatuajes en cuerpo de niña, que sugiere simbólicamente la inserción de venenosas agujas en el inocente cuerpo de una niña hasta provocarle un profundo dolor en cuerpo y alma.

La misma confusión entre coacción y libre elección se produce cuando Fátima Imara debe buscar trabajo al ser arrojada a la calle por Ángela, diez años después de la desaparición de Antonio Ballester, poco antes de las elecciones. Uno podría preguntarse: ¿Por qué no buscó otro trabajo que no fuese como bailarina nudista? De acuerdo con infinidad de estudios sobre niñas que han sido objeto de violaciones y abuso sexual, la sexualidad de dichas niñas, si no reciben ayuda psicológica, y aun recibiéndola, no se desarrolla de forma saludable. De ahí que una de las tendencias más frecuentes en estas niñas sea considerar el cuerpo y el sexo como responsables de lo ocurrido y descargar la ira contra dicho cuerpo, en lugar de descargarla contra el agresor. Así, la “elección” de Fátima Imara de trabajar como bailarina nudista es, en realidad, su impulso inconsciente de castigarse a sí misma por lo ocurrido, impulso que no tiene nada que ver con una acción consentida.

Torres Gotay también destaca cómo los hombres del Hawaiian Hutconsuman otro maltrato sexual contra Fátima Imara al tocar y manosear su cuerpo, sin su consentimiento. Ella no puede protestar por instrucciones del dueño del bar; si lo hace pierde el trabajo. Para dichos hombres no es censurable invadir los cuerpos femeninos sin su consentimiento porque ellas son solo una mercancía que el dinero puede comprar.

La penetración psicológica de Torres Gotay se expresa, además, en la caracterización de Antonio Ballester, personaje de una profunda complejidad humana. Por un lado, Ballester es un hombre estable, inteligente, que como secretario del trabajo está genuinamente interesado en contribuir al bienestar de Puerto Rico y es intolerante con los actos de corrupción en el gobierno. Internamente, sin embargo, vive en constante lucha con sus perversos deseos sexuales. Es dolorosamente consciente de que esos involuntarios deseos le hacen daño a él y a otros, y constituyen el obstáculo para su plena realización como ser humano:

“Pero Antonio Ballester no oye. Tropieza con turistas, con estudiantes, con deambulantes, con oficinistas, pero no los ve. Vive una sensación de encierro que lo ahoga. Le duele mucho la realidad de su vida. Desea que se abra una grieta en el tiempo. Y que esa grita se lo trague, para no tener que seguir siendo un ser consciente. Para no tener que afrontar la tragedia sin nombre de verse obligado a descartar su destino”. (67)

 

Por otro lado, se caracteriza a Ballester como un ser monstruoso cuyos actos contra Fátima Imara y otras niñas son abominables y merecen la cárcel. Se muestra, además, su falta de esfuerzos con el fin de detener su conducta, al emplear como excusa que Puerto Rico es un país muy pequeño y que si él buscara ayuda psiquiátrica se sabría y se afectaría su imagen pública.

Ideas o Significación

Julio Cortázar, en el ensayo Algunosaspectos del cuento, destaca la necesidad de que los sucesos narrados o visuales “no solo valgan por sí mismos, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va más allá de la anécdota visual o literaria …”.   En otras palabras, en la literatura y el arte en general se impone la ‘significación’, es decir, las ideas surgidas de la obra artística.      

Tomando como criterio las ideas de Cortázar se puede afirmar que Tatuajes en cuerpo de niñaes una obra de profunda significación, un texto luminoso, cuya potente luz alumbra infinidad de aspectos de la condición humana y de la realidad social puertorriqueña y universal. Entre las ideas exploradas se encuentran: el amor como fuerza transformadora; la pedofilia; el maltrato psicológico y físico de los niños; así como la corrupción de la clase gobernante puertorriqueña.

Solo voy a detenerme en la idea del amor como metamorfosis y el tema de la pedofilia. Respecto a la idea del amor como fuerza transformadora se puede comentar que hace falta un extraordinario dominio de la técnica narrativa, así como muchos conocimientos sobre la psiquis humana, para lograr verosimilitud al desarrollar una relación amorosa entre Fátima Imara y Gabriel, dos personajes marginales, con terribles secretos y aspectos falsos en su personalidad. Torres Gotay, como alquimista que intenta transmutar en oro un metal, lo consigue e invita al lector a suspender sus posibles prejuicios con el fin de percibir los ángulos oscuros y dolorosos de la existencia de Fátima Imara y de Gabriel, y al mismo tiempo ver cómo el amor transfigura la vida de estos dos seres anónimos y marginales, sin ellos mismos proponérselo y sin apenas darse cuenta del proceso. Un ejemplo conmovedor es la escena en que Gabriel se acerca a Fátima Imara porque la escucha  llorar desconsoladamente y ella, que vive en el apartamento del joven y duerme junto a él en su cama, pero no le permite ningún contacto físico, busca consuelo en su pecho:

“Gabriel vuelve a desdoblarse. Sabe que el hombre que se deja apretar el pecho por Fátima Imara no es quien él conoce… Profetiza, en el misterioso desdoblamiento que vive, cuál es el desenlace que se está configurando entre los pliegues del calor de la tarde y bajo el influjo de la luminosidad de la bahía, que llega en rebote al centro de la habitación en la que se abrazan esos dos seres tan mancillados por la vida y que, por fin, empiezan a reconocerse entre la bruma de las desgracias y de los recelos”. (157-158)

 

Así, por medio del amor, poco a poco, Fátima Imara y Gabriel iluminan lo tenebroso y comienzan el proyecto de una nueva vida junto a la hija de ambos, buscando en el arte, el sentido de la vida: Gabriel en los tatuajes, Fátima Imara en la danza experimental.  No obstante, el realismo en el que se inscribe la novela no permite afirmar si van a tener éxito o no.

La pedofilia, tema muy poco explorado en la literatura y del que se teme hablar, es abordado por Torres Gotay alejándose de la permisividad de obras que también han expresado el mismo tema, tales como las novelas (y películas) Lolitade Vladimir Nabokov, y Muerte en Veneciade Thomas Mann. En Lolita(1955), Nabokov defiende la pasión de un profesor universitario de casi 40 años por una niña de 12, basándose en personajes de la Biblia o en los amores adolescentes de Dante o Petrarca, como ha señalado el psicoanalista italiano, Cosimo Schinaia, en el libro Pedofilia, Pedofilias. El psicoanálisis y el mundo del pedófilo(2011). Schinaia añade que, en Muerte en Venecia, Mann justifica el deseo de un escritor de 50 años por un adolescente tomando como ejemplo las ideas socráticas.

En Torres Gotay, como ya he señalado, no hay defensa de la pedofilia, sino una férrea condena. Se caracteriza a Antonio Ballester como un ser monstruoso y se presentan sus acciones como abominables y castigables. Ballester, contrario a Fátima Imara y a Gabriel no ama: no ama a su esposa, sino que la utiliza para ocultar su perversidad ante la sociedad; no ama a Fátima Imara, ella es solo un instrumento para satisfacer sus oscuras pulsiones y ejercer poder y crueldad sobre ella.

Técnica y prosa narrativas

Con respecto a la técnica narrativa, Torres Gotay introduce una innovación al concepto de narrador heterodiegético propuesto por el teórico francés, Gérard Genette. Como sabemos, el narrador heterodiegético cuenta, de forma objetiva, desde “fuera” de la narración porque no ha participado de los acontecimientos. Sin embargo, en Tatuajes en cuerpo de niña, el narrador, aunque no ha participado de los hechos, no se limita a comunicar objetivamente dichos hechos, sino que interviene, y lo dice claramente en una llamadaNota del autor, firmada con las iniciales A.S.V., colocada al comienzo de la novela: “Mucho, por supuesto, tuve que imaginarlo”.

Por otro lado, Tatuajes en cuerpo de niña se posiciona en la tendencia de la novela contemporánea que concibe la escritura como arte visual con el fin de lograr una obra muy cinematográfica, por medio de imágenes visuales, olfativas, gustativas, táctiles, entre otras. Por medio de esta técnica literaria, el Viejo San Juan se convierte en un personaje vivo, con sus plazas, los ruidos, las palomas, la gente y, sobre todo, por el calor, el viento y el aguacero, los cuales se repiten a lo largo de toda la novela, estableciendo un determinado ambiente como contrapunto de las acciones de la trama.

Ese contrapunto se expresa por medio una prosa que se desliza sinuosamente, es decir, con muchas ondulaciones y cambios de registro. Analizar esta prosa requiere un estudio aparte, por lo que me limito a señalar que Torres Gotay despliega un virtuosismo lingüístico que se mueve desde las descripciones de sexo y autoerotismo, hacia un lirismo que convierte en poesía los encuentros amorosos entre Fátima Imara y Gabriel, así como muchos de los ambientes de la trama. Un ejemplo de esto último:

A lo lejos, casi en el horizonte, apagándose, apenas un poco más triste que un violoncello rasgando el silencio de un crepúsculo, se oye la sirena de un crucero que entra a la bahía. El sol brilla débil, como si más de un siglo de intentar penetrar las baldosas de la plaza le hubiesen dejado sin fuerzas… (16)

Conclusión

Para concluir, reitero que Benjamín Torres Gotay, en Tatuajes en cuerpo de niña, una deslumbrante primera novela, nos propone rescatar de la periferia de la sociedad puertorriqueña, así como de la literatura, ciertos personajes y situaciones con el fin de situarlos en el centro y observar ese otro rostro angustiado, o doloroso y perverso, del Puerto Rico contemporáneo.  Si como afirma Goethe: “Pocas personas tienen la imaginación para la realidad”, Torres Gotay ha realizado un auténtico tour de force.

 

 

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