Terremotos*

Por Teodoro Vidal

Tan pronto daban principio las sacudidas de la superficie terrestre propias de los temblores de tierra(25), los creyentes comenzaban a elevar súplicas a San Emigdio, santo invocado habitualmente contra los terremotos. Hermoso testimonio de esta antigua devoción es el óleo dieciochesco, obra de nuestro célebre pintor José Campeche, en el que el Santo figura como intercesor en los temblores o seísmos, con la mirada en alto y la mano derecha en actitud de bendecir la escena a sus pies: una ciudad cuyas torres se desploman y un navío en la costa abatido por un tempestuoso oleaje (frontispicio). Para alcanzar su favor en esos movimientos telúricos los devotos solían rezar la siguiente oración, recogida de la tradición oral hacia 1980 en el municipio de Caguas:

San Emigdio, San Emigdio,

ruega por los pecadores,

no permitas que muramos

de sustos ni de temblores.

Por tus piadosos ruegos

nos viene de lo profundo

la esperanza que tenemos

de que deje de temblar el mundo. (26)

Por otro lado, en los campos de San Germán, en la región sudoccidental de la Isla, supe que, no bien principiaba el temblor, los vecinos tomaban en las manos una imagen de Nuestra Señora de Monserrate de Hormigueros y de seguida repetían estas palabras:

Me voy con la Virgen

por el mundo a andar,

a ver si la tierra

deja de temblar. (27)

Según el testimonio de los entrevistados en diversas localidades de la zona de Caguas y Cidra (1982) muchas personas pasaban los terremotos de rodillas, diciendo reiteradamente:

Dios conmigo,

yo con Él,

Dios adelante,

yo tras Él.

De particular interés resulta esta oración que, según apunta el citado escritor José Manuel Pedrosa en su excelente análisis de versiones similares, ha vivido durante siglos tanto en ámbitos judíos como cristianos. Su origen, indudablemente muy antiguo, resulta imposible de precisar debido a lagunas e insuficiencias documentales; pero el autor hace alusión a una plegaria parecida que en el segundo milenio antes de la era cristiana se rezaba a la diosa acadia Izar, y un himno céltico irlandés del siglo ocho, ya que ambos comparten rasgos formulísticos básicos con la oración que nos ocupa. Cierra Pedrosa su estudio con las observaciones siguientes:

Concluye pues aquí, al menos por el momento, nuestra exploración de una plegaria tradicional que durante siglos ha vivido entre Oriente y Occidente, entre judaísmo y cristianismo, a caballo entre religiones, culturas y lenguas diversas, pero al fin coincidentes, como hemos podido comprobar, en un fondo cultural e ideológico en muchos aspectos compartidos. Su análisis, más allá de lo que podían hacer presagiar su brevedad y su intrascendente primera apariencia, puede ayudarnos a entender algunas facetas de la identidad cultural y de la religiosidad tradicional de las gentes que durante siglos han vivido en el solar peninsular y en el mundo que hay más allá de él, compartiendo no sólo un espacio y una historia al fin y al cabo comunes —aunque a veces muy alejados— sino también, como hemos podido apreciar, un patrimonio tan profunda e íntimamente arraigado en la cultura y en la ideología de las personas como es el de las oraciones que se utilizan como vehículo y expresión de los más profundos e íntimos sentimientos religiosos. (28)

NOTAS

25. Fuertes terremotos han acompañado algunas veces os huracanes que azotaban la isla, como bien señala Abbad en su Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, p.76. Un caso ilustrativo es el del primer huracán de nombre San Agapito que el 18 de agosto de 1751 llegeo junto con un temblor, devastando el país. (Adolfo de Hostos, Tesauro de datos históricos de Puerto Rico, t.11, p.965)

26. Luisa Cruz Vélez, de 71 años y otros vecinos de a ciudad de Caguas.

27. Monserrate Ramírez Toro, de 68 años, y Carlos Ceferino Torres, de 19 años, ambos del barrio de Hoconuco Bajo, San Germán.

28. José Manuel Pedrosa, “Dios delante y yo detrás: sincretismo cultural y religioso de una oración nocturna”, Entre la magia y la religión: oraciones, conjuros, ensalmos, Guipúzcoa (España), Sendos Editorial, 2000, p. 41-42.

*Tomado de: Teodoro Vidal, El control de la naturaleza mediante la palabra en la tradición puertorriqueña, Alba, San Juan, 2008.

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