The Beguiled de Sofia Coppola: hermosa, extraña y diferente

Directora y guionista: Sofia Coppola; autor: Thomas Cullinan; cinematógrafo: Philippe Le Sourd; elenco: Nicole Kidman, Kristen Dunst, Elle Fanning, Oona Lawrence, Angourie Rice, Addison Riecke, Emma Howard, Colin Farrell.

Como sucede con cualquier hijo o hija de alguien famoso e influyente—como lo es el director del clásico The Godfather, Francis Ford Coppola —el público tiende a cuestionar si, en este caso, la realizadora ha logrado hacer, producir y distribuir sus filmes por sus propios méritos. Después de experimentar su sobresaliente, Lost in Translation en 2003, mi contestación es sin ninguna duda. Sofia intenta mantenerse detrás de la cámara (en el Festival de Cannes donde recibió el premio de Mejor Directora por The Beguiled solamente estuvo en la apertura y no en la premiación). Además toma su tiempo para escoger y desarrollar su próximo proyecto (6 filmes en 18 años) que nunca es un “crowd pleaser” sino todo lo contrario. Favorece temas que a ella le interesa presentar a un ritmo lento, diálogos parcos con multitud de silencios y un cuidado meticuloso a los vestuarios como expresiones de las ideas que se guardan. En el caso de The Beguiled (los o las seducidas engañadas) es la casona, casi olvidada durante los años de la guerra civil del norte y el sur de los Estados Unidos (Virginia 1864), la que alberga otra realidad y donde el tiempo parece haberse detenido.

El  trasfondo de la historia es la región sureña que pelea por separarse de los estados del Norte y su gobierno central. Aunque desconocemos el pasado de las mujeres que viven como internas en esta colegio del buen comportamiento femenino (Seminary for Young Ladies) podemos deducir que provienen de familias hacendadas —blancas, por supuesto— y, aunque antes no lo hacían por tener su servidumbre esclava para hacerlo, ahora se ocupan de todos los menesteres de la propiedad. Por supuesto, lo que esto significa es que todo se ve muy abandonado aunque en el interior—los cuartos, el comedor, la sala de estar—parecen vivir en el pasado del que ya no disfrutan. No hay noticias de la guerra excepto algún grupo de soldados confederados que pasa a las afueras y que las tres mujeres y cuatro niñas que habitan la hacienda, bajo el liderato de Miss Martha (una Nicole Kidman impecablemente fría), ayudan con comida. En ese paisaje exterior gótico es que aparece el soldado norteño, John McBurney (Colin Farrell), herido y escapado del campo de batalla. Es Amy, la más laboriosa y expresiva de todo el grupo, la que lo ayuda a llegar a la casa para ser atendido por Miss Martha, Edwina (Kristen Dunst) y la adolescente Alicia (Elle Fanning).

McBurney se sorprende de todas las comodidades de los interiores y, al ver a todas estas mujeres sin un hombre a la cabeza, cree que puede tomar el mando. El será el primer seductor que creerá engañarlas con sus atenciones a las adultas y sus juegos con las niñas. Tratará de agradar a cada una notando sus debilidades y haciéndose pasar por un caballero sureño en vez del mercenario irlandés que es. Pero es la reacción y acción de las mujeres lo que es central en el filme. A pesar de la energía del atractivo sexual y de la compasión que alguien herido y en peligro pueda despertar en ellas, todas se vuelven seductoras y engañadoras en el momento decisivo de protegerse.

Cada actora tiene su momento esplendoroso con la iluminación, vestuario, diálogo, gesto y movimiento que la cámara capta para crear una historia dentro de muchas otras historias. Nada se resuelve (ni el final de la guerra en este momento) y por eso todas siguen suspendidas en el tiempo en un lugar entre la protección de los espesos jardines, el orden y la preservación de la belleza de la casona y casi el juramento entre todas de que nada cambie. Farrell como McBurney puede no ser el centro de la trama como en su adaptación original de 1971 pero es sin duda el catalizador de la posibilidad de cambio al ser un agente del mundo externo, de ese que estas mujeres rehúsan enfrentar porque decididamente derrumbará el modo de ver la vida en este espacio una vez tan conocido, cómodo y privilegiado.

Aparte de los críticos y espectadores que rechazan o tienen poca tolerancia por el ojo cinematográfico y el estilo de esta directora, The Beguiled ha sido acusada de negar la historia al prácticamente dejar al margen las masacres de la guerra civil y excluir a cualquier personaje o referencia que represente la llaga principal de esta guerra fraticida (aparte del consabido interés económico del capitalismo): la esclavitud. Mientras críticos como Corey Atad de Slate (“Lost in Adaptation”), en un artículo muy bien escrito, no aceptan los argumentos que Sofia Coppola ha expresado tanto en sus entrevistas como en uno de los mejores acercamientos en The Guardian (“I Never Felt I Had to Fit Into the Majority View”), considero que cada realizador/a escoge cómo contar su historia y cada espectador le ve y la lee con su propia experiencia.

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