¿Tiene la diáspora vela en este entierro?

Por Cristian J. Roldán/Especial para CLARIDAD

La noticia sobre los acontecimientos en la isla se esparcieron en un santiamén. La diáspora boricua en Chicago se organizó y movilizó para reclamar la renuncia de Ricardo Rosselló. Por mi cuenta, decidí contribuir con lo que se hacer: pintar un mural interactivo donde cada puertorriqueño pudiera escribir, con marcadores, encima de la obra su sentir con respecto a Ricky Rosselló y utilizar Facebook para invitar al público a participar. La imagen se compartió dos mil veces en Facebook y con ello llegaron comentarios de todo tipo. No obstante, uno particular me llamó la atención. Era de índole “Te fuiste cobarde… no te quedaste…. Y ahora estás (h)ablando mierda, porque no te quedaste como los demás…” . Para responder hay varios puntos a considerar: las condiciones socio-económicas y políticas que producen la migración masiva, la identidad Puertorriqueña, el colonialismo y nuestra historia, pero sólo me enfocaré en el porqué somos todos uno, independientemente de donde estemos parados o donde hayamos nacido.

Empecemos por una pregunta sencilla: Imagina que tú estás en Estados Unidos y tu madre en Puerto Rico. Te enteras que alguien llega a la casa de tu madre y le da una bofetá. ¿Tienes que quedarte callado porque no estás en la Isla? ¿Deja la madre de uno ser la madre cuando uno emigra? Personalmente no creo que la distancia lacere los lazos afectivos, al contrario los fortalece.

Muchos de los grandes próceres como lo fueron Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances y Pedro Albizu Campos vivieron en el extranjero y emprendieron su lucha tanto en la isla como fuera de ella. El mismo Oscar López lideró una lucha por Puerto Rico en Chicago al comprender el racismo, la opresión y el colonialismo que vivimos los puertorriqueños tanto en la isla como en Estados Unidos.

¿Quién en la diáspora no tiene familia en Puerto Rico o viceversa? ¿Si vives en la isla y tu hermana se muda a New York, deja de ser tu hermana?

Cuando el huracán María devastó la isla, la diáspora se movilizó urgentemente para recolectar abastos y recaudar fondos para ayudar a nuestros compatriotas. En Paseo Boricua (como se le llama al barrio Puertorriqueño en Chicago) la gente no paraba de preguntarse los unos a otros si habían escuchado de sus familiares. La preocupación era de todos y cada unos. En cuestión de semanas The Puerto Rican Agenda , recaudó más de un cuarto de millón de dólares mientras el gobierno de Ricardo Rosselló mantenía aguantada el agua enviada, con tal de beneficiar a los por intereses privados. Chicago, New York, Orlando y donde sea que haya una diáspora habrá un sentimiento patriótico, de empatía y solidaridad. Demuestra que no somos dos, sino que somos un mismo pueblo que ha sido fragmentado por el colonialismo. Ya basta de divisiones, pues si nos ponemos a pensar críticamente, ha sido la misma fragmentación lo que ha perpetuado nuestro limbo colonial. Es absurdo enfocarse en las diferencias, porque la identidad y la cultura son algo que uno carga donde quiera que uno vaya. No es una planta que se arranca, se mete en una maleta y muere de camino al aeropuerto. El sentimiento de patria es algo que late en el corazón de cada puertorriqueño independientemente de donde se encuentre. Emigrar de la isla no significa que uno dejó de luchar por ella, pues aquel que es consciente de la importancia de la identidad entiende que la patria es siempre el punto de partida, así uno esté al otro lado del charco.

Finalmente una nación altamente dividida por la política ha sido unida por un político, al unísono de un pueblo que pide su renuncia. No dejemos que nos vuelvan a fraccionar pues ahora somos conscientes del poder que tenemos como nación unida. Es cierto que algunos de nuestros compatriotas nacieron en el extranjero. No obstante son igual de puertorriqueños que nosotros, así como la familia sigue siendo familia nazca en la isla o en el extranjero. Basta con ver una parada puertorriqueña en Chicago o New York para entenderlo. Digo esto a sabiendas de que muchos estarán en desacuerdo. Pero desde mi opinión, dicha mentalidad es producto de una educación colonial donde se ignoran las causas de la migración. Sin el reconocimiento de la diáspora nuestra historia está incompleta, al igual que un libro al que se le han arrancado varias páginas. Las olas migratorias de puertorriqueñas no son un fenómeno nuevo, ni tampoco exclusivo de Puerto Rico. Donde quiera que haya una colonia, habrá migración debido a que la única razón por la cual el imperio desarrolla instituciones en la colonia es con el fin de saquear los recursos naturales e instrumentalizar la mano laboral del local produciendo una plusvalía de ganancias destinadas al beneficio extranjero. El colonizador, en este caso Estados Unidos, invierte en la colonia (Puerto Rico) sólo lo necesario para mantener la estructura colonial creando un desgaste económico y fomentando una relación de dependencia. No es casualidad. Es producto de un mecanismo opresor cuya función erosiona no solo los recursos naturales, sino la capacidad de creer en nosotros mismos como pueblo.

Sí, fuimos muchos los que nos fuimos por distintas razones. Pero nos fuimos porque tras el desgaste económico y la ineptitud gubernamental pensamos que la alternativa más pragmática era trabajar, ahorrar y volver para poder vivir una vida decente. Nos fuimos pero jamás nos olvidamos. De hecho, aún tenemos la meta de regresar y construir la vida en la isla. No de dejar los huesos en el extranjero.

La historia de Puerto Rico es “La historia de dos ciudades”, en el sentido que una parte de la historia se desarrolla en el terreno imperial, donde reina el orden neoliberal, y en la isla, donde el caos ha culminado en el levantamiento de un pueblo que exige un cambio social. Esto es producto de la colonización, así como es la Argelia de Camus y Fanon, la Antigua de Jamaica Kincaid o la historia de cualquier nación que ha sido colonia. Somos un pueblo fuerte que a pesar de medio milenio de colonización, hemos aprendido a buscarnolas como sea y ayudarnos los unos a los otros. Que no se nos olvide que cuando nos unimos nadie nos puede detener. Ni un gobernador corrupto, ni una Junta de Control Fiscal, ni siquiera un imperio yanqui. No nos olvidemos que esto va más allá de Rosselló. Detrás de esto hay una elite colonial que sirve a los intereses del extranjero y del dinero, no a su pueblo. Una elite que buscará artimañas para mantenerse en el poder. Todavía hay una junta y todavía somos colonia por ende todavía falta mucho trabajo que hacer. Para enfrentar lo que viene tenemos que estar unidos porque lo que viene no es cáscara de coco. Pero unidos venceremos. La Patria es la madre de nuestra identidad, de lo que somos. Es nuestro estilo de vida y nuestra jerga, el café en la mañana y el arroz con habichuela en la mesa, el “buen provecho” en la mesa y el “buenos días” a los vecinos, sin importar donde estén parados nuestros pies. Es la tierra que nos dio identidad. Como dijo nuestro prócer Corretjer: “Yo sería Puertorriqueño aunque naciera en la luna.”

Ahora te pregunto yo a ti, compatriota, ¿Tiene la diáspora vela en este entierro? Deja tu comentario y fomenta el diálogo.


El autor es un artista y muralista puertorriqueño oriundo del pueblo de Juncos. Actualmente reside en Chicago, desde hace cinco años, donde estudia su maestría en Educación en el Arte en The School of Art Institute of Chicago.

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