Tiros de cámara y pistola

Por Reinaldo Pérez Ramírez/Especial para CLARIDAD

Poco a poco las cosas siguieron empeorando

hasta olvidarnos del significado de lo escrito…

encerrar el pasado, aunque sea en un cuaderno,

es otra forma de suicidio… Con un tiro hubiera bastado.”

Desmemoria, Vladimir Bermúdez García

Los Nuevos Caníbales

Antología del microcuento del Caribe Hispano

 

Con un tiro al cuello bastó. Al cuello de la chica. Quien fue imputado de disparar –sabrá nadie nunca por qué lo hizo– hubiese hoy  querido enterrar ese pasado inmediato y sangrante, olvidando el significado de lo escrito y transmitido en imágenes por una prensa con pretensión de adalid  de la transparencia mediática.
El poder de los medios –sobre todo el de la imagen en la televisión y las redes sociales– se ha convertido en el engendro deforme de una transparencia falaz, descontextualizada, que amenaza con destruir un estado de derecho venido a menos, menguado por la cada día más prevalente visión farandulera  de los procesos judiciales. La ubicuidad de la imagen televisiva, con prensa de pobre calado comentando superficialidades de acuerdo a la demanda liviana de audiencias que no entienden –porque no se espera que lo hagan– no constituye una transparencia real. Es pura manipulación mediática.

El cuarto poder impreso y televisivo, así como las redes sociales sin filtro, amenazan con destruir los procesos judiciales. No ayuda el que el Tribunal Supremo de Puerto Rico permita convertir en espectáculo el complejo proceso de una vista judicial cual novela turca, en la que la gente observa lo que no conoce y lo trivializa con memes y comentarios. Parten de emociones que –acertadas que fueren, si lo fueren– no aplican a toda situación jurídica posible. No se quiere entender ni se acepta la importancia que exige el proteger las garantías de un proceso que supone y requiere ser aséptico, neutral, para cuando nos toque a uno de nosotros o a uno de los nuestros, aunque ello no ocurra nunca. El asesinato de la presunción de inocencia debería constituir un crimen de lesa humanidad.

Los abogados tenemos la obligación de defender el derecho a que nadie sea juzgado por emociones, por genuinas que se sientan y por correctas que se asuman las intuiciones que las originan. El hecho es que estas suelen ser unívocas, implacables, intransigentes, tiránicas. No permiten la existencia de la duda, que como sabemos, es el fundamento de todo conocimiento. Los periodistas y los medios para quienes trabajan deberían tener la misma obligación.

En Fajardo, en días recientes, en el país, en la televisión, la radio y en las redes sociales, asistimos durante un par de semanas al escenario ominoso de un fracaso de la justicia. No de la justicia particular que será aplicada sin duda al cerrajero proclamado asesino de la chica con un tiro al cuello de ésta motivado por una banal disputa por un teléfono móvil y supuestamente alentado por una acompañante. La culpabilidad del hombre ya ha sido adjudicada. Todos aplaudirán como focas contentas.

Pero el disparo al cuello del proceso judicial diseñado para garantizar el derecho de cualquiera de nosotros a la presunción de inocencia quedará impune. Desangrado, sin testigos, sin prensa amable que lo cubra y sin abogados que lo defiendan, sucumbirá sin fotos ni artículos de fondo. Llegará a ciencias forenses a hacer el último en la larga fila de cuerpos descompuestos y -si tiene la suerte de que se le practique la autopsia- probablemente nadie reclamará su cadáver.

Comentarios a: rei_perez_ramirez@yahoo.com

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