TOPOGRAFÍA: Al llegar a Fortaleza

(A continuación, un fragmento de la entrevista que le hiciera Miñi Seijo Bruno a Gregorio Hernández Rivera (Goyito), el único sobreviviente del ataque a Fortaleza el 30 de octubre de 1950. Los otros participantes fueron Raimundo Díaz Pacheco, Manuel Torres Medina, Roberto Acevedo y Domingo Hiraldo Resto. Tomado del libro La Insurrección nacionalista en Puerto Rico 1950, págs.163-165.)

¿Los estaban siguiendo?

“Nos venían siguiendo desde Río Piedras, pero sin tratar de detenernos, pero eso no nos importaba porque estábamos dispuestos a batirnos en cualquier punto que fuera necesario pero que, por tácticas militares de ellos, la imaginación mía me hizo pensar nos estaban dejando entrar a un fuego concentrado. Cuando llegamos a la Marina, ya estaba parapetándose la policía.”

Después de hablar con los nacionalistas que estaban esperando a Raimundo en San Juan, Raimundo se subió al carro e hizo unos comentarios que Gregorio Hernández no nos autoriza a publicar. Luego prosigue:

“Cuando llegamos a San Juan, ya estaban vendiendo un Extra de El Imparcial que decía que Jayuya había entrado en acción. Uno de los muchachos dijo: ‘Vamos a comprar el periódico’, y Raimundo contestó: ‘¿Para qué? ¡Si nosotros somos protagonistas de la acción!’ También dijo: ‘Yo no esperaba que Jayuya se adelantara en esto, no hay remedio’.”

Perdone que lo interrumpa, pero quiero tener esto bien claro. Usted dice que, al llegar a San Juan, ya el periódico El Imparcial había sacado un extra sobre lo de Jayuya específicamente. ¿No sería de Peñuelas o Arecibo? ¿Qué hora era?

“Era Jayuya y serían las doce menos diez o menos cinco. Al llegar a Fortaleza entramos, no había portón al frente. Allí estaba la Guardia Nacional y habían (sic) policías. Los primeros disparos rompieron contra el chofer, contra Hiraldo. Cuando entramos al mismo patio de Fortaleza, porque el tiroteo fue en el patio, la puerta de entrada estaba así, de frente. El carro estaba detenido como a veinticinco o treinta pasos de la puerta. Yo pude imaginarme los pasos que había del automóvil a la puerta porque ahí fue que yo tuve que combatir bastante, tiro a tiro con la policía.

A Hiraldo lo cogieron en la sien. Ese fue un tiro mortal. Cayó en la puerta izquierda con la cabeza casi debajo del automóvil, sangrando . . . Yo iba atrás, en el centro de los de atrás. Eramos tres atrás y dos alante. Al frente iban Hiraldo guiando y Raimundo con la ametralladora.

Cuando suena el primer disparo, se detiene el carro y Raimundo da la orden de replegarnos, de repartirnos y colocarnos en distintos sitios donde poder estar más accesibles para la acción. Entonces él corre hacia la derecha haciendo fuego con la ametralladora.

A mi lado derecho estaba Roberto Acevedo, que era alto, grueso. Entonces sale del automóvil haciendo disparos y, unos doce o quince pasos más adelante, tirando hacia la derecha, cayó tendido boca abajo.

El próximo en salir, por la parte izquierda, fue Manuel Torres Medina. Da la vuelta por detrás del carro y hace disparos, en el lado derecho del carro, hacia la puerta de La Fortaleza, marchando hacia la entrada. Entonces, uno de los disparos lo paralizó a él de un tiro y quedó muerto en el acto. Al caer tropezó conmigo . . . Cayó tendido.

Entonces, desde el mismo automóvil yo hago unos disparos a un agente que cayó un poco más alante, el tiro le dio en la nuca por el lado izquierdo del oído. Entonces yo marcho hacia el frente del automóvil en la misma dirección para meterme dentro de la Fortaleza, y la policía me hace frente de disparos cuando voy a entrar, casi a la misma puerta.

Traté de entrar a La Fortaleza, de frente, tiro a tiro con la policía, entonces, uno de los balazos, el primero, me dio aquí en el brazo, el segundo en la rodilla. Ese me hizo retroceder hasta el automóvil. Traté de levantar el baúl, porque allí teníamos rifles. Nosotros lo que pensábamos era combatir con armas cortas de acuerdo al sitio. ¿Ves? Entonces, cuando traté de levantar con la mano izquierda el baúl, un tableteo de ametralladoras me cogió el rostro y una bala me dio en el abdomen. Entonces me metí por detrás del carro.

Había una bandera de las Naciones Unidas que se veía en una ventana en un segundo piso, entonces cruzó un señor, blanco él, grueso, y le hice un disparo, pero que le dio a la bandera y eso lo presentaron como prueba que habían ultrajado la famosa bandera de las Naciones Unidas. Eso fue lo que ellos alegaron.

Les mantuve el tiroteo debajo del carro en distintas posiciones, pero sangrando grandemente. Yo estaba boca abajo y cambiando de posiciones, de lado, bien sea de perfil y volvía otra vez de frente. La lluvia de balas era demasiado fuerte y apenas podía levantar la cabeza. Yo buscaba siempre que las balas me pasaran por encima y no fueran a darme en el cráneo, porque esa es la parte que hay que cuidar; cuando le dan ahí uno pierde el conocimiento.

Entonces un policía se me acostó frente a la puerta de La Fortaleza con una carabina, y se me había descargado la pistola. Yo llevaba unos cuantos peines y ya le había metido algunos, cuando fui a meter otro peine, se trancó y halé para abajo y entonces vino una bala y me arrancó el dedo.

Pero volví otra vez y le meto el peine, cuando veo que el tipo que está acostado frente a la puerta me encañona para darme en la frente. Ya yo estaba perdiendo mucha visión, pero pude ver que me estaba apuntando. Sujeté la pistola apoyándome en la otra mano, y apreté el gatillo. El alega que una bala le rompió la pierna. Está en Jayuya el policía ese. Lo retiraron de la policía y le dieron una parcela por allá.

Yo creo que no transcurrieron muchos segundos cuando vino una bala y me dio al lado izquierdo del corazón. Cuando me dio, yo sentí que la maquinita me hizo: BUM, BUM, BUM,” dice Gregorio riéndose. “Y me dije: ‘¡Vaya, aquí se dañó la cosa!’ Pero que se normalizaron los movimientos y entonces vino otra bala y me cortó aquí el esófago. ¿Ve? Entonces perdí el conocimiento.

¿Ya usted sabía que los otros habían muerto?

Sí. Ya no se sentía acción de nadie. Solamente el tiroteo debajo del carro. Ellos tiraron algo, no sé si granada o qué, y alguien dijo: ‘¡No tiren granadas, porque ahí hay explosivos y pueden volar La Fortaleza!”

Y, de haber logrado entrar a Fortaleza, ¿qué hubieran hecho allí?

“El propósito era tomar acción directamente con el jefe supremo de Fortaleza, no matarlo; hacerle ver que la lucha por la independencia era una lucha de representación de nuestra Patria y que, aguantando al líder del gobierno de los Estados Unidos en Puerto Rico, que era Luis Muñoz Marín para ese tiempo, se hacía ver en Naciones Unidas y demás países intervenidos por Estados Unidos que nosotros los nacionalistas luchábamos por una causa justa y noble.”

Y, viéndose perdido, ¿por qué no se hizo el muerto?

Gregorio contesta rápidamente:

“Porque la misión nuestra no era esa.”

Luego, bajando la voz, dice muy quedo:

“La misión de un nacionalista no es rendirse. Se llama hombre suicida . . .”

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