Topografía: Ostos Ondelgraun

En el desempeño de sus labores, el Equipo de Limpieza de Topografía ha encontrado en una caja el siguiente texto. Al parecer, fue enviado de forma anónima por una persona o grupo (nunca se sabe) pero, por razones desconocidas, fue encajonado y olvidado. Como es norma, la Sección no necesariamente suscribe su contenido. Tal vez una parte sí. Tal vez una parte no. Está fechado entre los años 90 y 93. Pero es muy probable, por ciertas evidentes y recientes correcciones, que el personal de Limpieza se haya divertido haciéndole cambios. (Eso ocurre en ciertos colectivos.) Aunque se trata de un mamarracho sin pies ni cabeza con rimas dispersas, luego de acaloradas discusiones, decidimos publicarlo. Tal vez sea uno de los posibles signos de los tiempos. De su confuso discurso sacamos algo en claro: El sueño de Hostos debe seguir para que el pueblo, por encima de líderes o próceres, tome en sus manos el futuro y construya un mundo solidario con diversidad de identidades y prácticas. Respetamos la ortografía. (Volviendo al comienzo, reconocemos que el Equipo de Limpieza debe poner más empeño en el desempeño y encontrar las cosas en su tiempo. Aunque, tal vez, ya estén todos retirados. Como sea, no todo se le puede achacar a la falta de presupuesto.)

Ostos, aguanta,

no caigas de tu cama.

Sigue soñando la vida

a tu sonámbula gente.

Ostos, resiste,

mira que el suelo está frío

y deambulan artimañas

y galimatías,

rompecabezas del sentimiento

que morderán pies y glándulas.

Ostos, mi Ostocito,

aguántate, hermanito,

voy a traerte un osito

para que entibie tu sueño

o que ablande tu caída

a ese suelo duro y frío.

Vamos al bosque, Ostocito,

a cortar los arbolitos

para la gran quemazón

de sabores y colores

con masones y truhanes

ateos, anticlericales,

feministas, creyentes

con aguardiente y ecologistas,

sapiens transexuales

homos, lesbias,

héteros y variantes

no conformistas, corsarios

sin rosario espirituales

con tambores de mil claves

conjurando terrores

gentes de toda calaña,

¡hasta los trabajadores

con el mejor de los ismos!

y los que no lleguen

a tanto

y cobren de vez en cuando,

(¡Piedad, Señor, para mi pueblo!)

y todas las alimañas

que nos brinden buena suerte.

Jeñito, no te despiertes,

que tú,

aunque pintas blanco

y hasta de ojos azules,

es seguro

que me entiendes.

Mira qué profunda

la galería y sus tumbas.

Hay más de cien mil camas

con procerato en camillas

durmiendo abismos en coma,

durmiendo a pata estirada,

con la cabeza acosada

por cicatrices del ego,

ilusiones

de ideología

(¡ay qué algazara loca

y delirios de laberinto!).

Mira qué mucho capitán

y qué menos marineros

y mucho menos cangrejeros

en esta villa de sueño,

en este hospital isleño

de ventanas mohosas.

Pero dime,

Capitán,

de la vía principal

que nos saca de la escuela

falsamente normal

y nos muestra el mejor cuadro

que podamos admirar

sin aspavientos ni enredos.

Dime,

Capitán,

cómo romper la Carreta

que da vueltas y da vueltas

sin llegar a un destino

que no sea desatino

ni motivo que lamentar.

Arreaguanta, mi Ostosito

no te caigas de la cama,

te sacaré un retratito

mientras te vas levantando.

¡Gritaré milagro Agro!

y montaré carpa de circo

con miles de bombillitas,

con millones de arbolitos,

para esa gran quemazón

donde no habrá más dolor

ni a quemarropa

ni a distancia

porque será nuestro el sueño

y Ostos no tendrá ningún dueño

en este dormitorio

donde no hay escapatoria,

donde no habrá más historias

de matrimonios ni corderos

que bailan al son que le toquen

rezándole al cencerro

(lambisqueros empresarios

de publicidad y tormentos).

Porque si juntamos

camillas

tendremos buen sueño

y hasta buena pesadilla,

tal vez indigestión,

que nos produzca nación

o algún distinto buen agüero

que suavice la espera

de otra mejor enfermera

ya que en esto no hay discrimen:

el Gran Doctor no llegó.

Habrá metido la pata

o habrá caído en La Charca

(de aquel doctor pechugón)

o comiendo muchas hojuelas

se habrá indigestado de espuelas

como tantos próceres

jinetes comelones

que a caballo venían

relamiéndose cantando

y contando el mismo botín:

“Aquí conmigo, aquí conmigo

que soy el más relamido”.

Espera, que voy al botiquín,

ay, aguanta mi hermanito

que pronto llega el verano

que traerá un mejor viento

y se secará toda la ropa

y la charca más enojosa;

y tu osito tendrá osa

para que haya buena moza

en la coja de las Antillas,

luz mayor y constelación.

Y así ampliaré

a todo color

el retrato que voy pintando,

y te levantarás coleando

y todavía dormido

a ordeñar el dormitorio

para que no se vuelva Velorio

y ordenando los augurios

se vuelva feliz jolgorio

o, por lo menos, laboratorio

aunque siempre desinquieto,

para poder progresar,

o estadio municipal

con camillas de botar

de tanta pieza mohosa.

Y aquí, mansos del mundo,

que serán miles de Ostos

-dense prisa para unirse-

acabo este auténtico pacto

soberano y cosmopolita,

(con grandes y rojas gotas

muy pero muy jacobinas).

con puentes entre las islas.

Iré a buscar marco barato,

pero genuino puertorriqueño,

y Ostos reparta sueño

en el retrato que he pintado.

Aunque lo haya desfigurado,

él me sabrá comprender.

Pues que comprar y vender

valen menos que un buen rato,

y yo siempre estoy de su lado.

(Que conste. Y componte.)

Con esto me pongo a salvo.

Ya no me puede retorcer

ningún patriota malsano.

Y siga Ostos soñando.

Y siga Ostos dormido.

Y murmure el bello durmiente

el mejor verso entre los dientes:

¡Poder de Dios,

si estoy roncando!

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