Tras la tormenta vuelven otros vientos

 

CLARIDAD

En Puerto Rico las tormentas, incluyendo las que se anuncian y nunca llegan, obligan a pausar. Como los traumas acumulados nunca se van del inconsciente colectivo, desde allí llega la adrenalina que nos ayuda a enfrentar la nueva amenaza. La preparación para el nuevo evento nos consume y todo lo demás se olvida o baja en orden de prioridad.

Quien más se beneficia, tanto de ese olvido momentáneo como de la ansiedad que se generaliza, es el gobierno de turno. La tormenta le sirve de tribuna para promover la “eficiencia” de sus funcionarios, proyectados en conferencias de prensa televisadas hacia una audiencia cautiva, mientras los oyentes, nerviosos ante lo que viene, se olvidan de los últimos dislates.

Pero casi siempre el alivio que les permite la pausa es momentáneo. Si la tormenta llega con fuerza, como el terrible huracán de 2017, los retos de ordinario desbordan los límites angostos de un gobierno escaso de poderes, y su pequeñez se torna manifiesta. Si el peligro se desvanece, porque la tormenta azota con efectos mínimos o no llega, la otra realidad – la cotidiana que siempre es dura – nos vuelve a golpear. Entonces las insuficiencias públicas vuelven al primer plano.

Ahora escribo en medio de la pausa provocada por la tormenta Grace. Cuando todavía el “potencial ciclón tropical” carecía de nombre, el gobierno enfrentaba dos asuntos que superaban por mucho los esfuerzos de Pedro Pierlusi por mantenerse al margen de ellos. La táctica de no mirar hacia allá, para evitar que la fiera despierte, se había mostrado inefectiva.

En el primero de ellos, sus amigos de la Junta de Control Fiscal no tuvieron otra alternativa que darle una estocada. Cualquier gobernador proyectaría estar avergonzado, al menos, si un ente externo cancela un gasto de $36 millones porque la transacción apestaba. Pero Pierluisi ni siquiera reaccionó como si ya lo quedara vergüenza para mostrar. El hecho de que la operación continuara a pesar de la discusión pública que se había generado, y las evidentes señales de corrupción, lo señalaba como partícipe. Ahora el silencio ante la acción de la Junta lo vuelve a señalar.

La operación detenida es la compra de 28 mil purificadores de aire, que no cumplen con las especificaciones de salud y que, por tanto, serían inservibles. Fueron adquiridos a una entidad vinculada a previos actos de corrupción, propiedad de empresarios de la casa. La corporación que sirve de parapeto se llama Camera Mundi, la misma que hace unos años contrató con el mismo Departamento de Educación para “enseñar valores” a cambio de otro montón de millones. Como “Cuca Gómez”, el desaparecido personaje de comedia, los protegidos del PNP lo mismo enseñan “valores” que venden purificadores.

Con toda probabilidad, luego del portazo de la Junta, la transacción pasará al olvido sin que nadie del gobierno responda. O tal vez la reorganizan y, como ocurrió en el municipio de Cataño, y el protegido del PNP licita con otro nombre. Independientemente de cómo se reestructure el tumbe, el zarpazo vendrá digan lo que digan los procónsules, y la impunidad triunfará.

El segundo asunto que volverá tras la calma tormentera venía rondando desde hace semanas y, aunque localizado en el municipio de Rincón, ya es un escándalo nacional, con muchas ramificaciones. Inicialmente parecía un asunto de importancia local, pero su desarrollo ha dejado en evidencia toda la corrupción que se agrupa en las llamadas “agencias de permisos” que, a su vez, trastoca la protección de los recursos naturales y la protección del ambiente. La construcción de una piscina en medio de la playa, para beneficio de los propietarios de un condominio playero, ha puesto de manifiesto cómo el tráfico de influencias controla las dependencias gubernamentales donde se dan permisos. Lo que es más grave, también puso sobre el tapete la hipocresía y el cinismo con que operan las agencias que se supone protejan el medioambiente.

Los últimos desarrollos en ese caso desnudan la intervención directa de los ayudantes del gobernador, primero para que se emitiera el permiso de construcción, y más tarde para revertir la acción del Departamento de Recursos Naturales que paralizó la construcción. Otra vez la táctica de Pierluisi de no hablar del tema para que no lo relacionen, se tornó ineficaz cuando una investigación legislativa probó que el director de la Oficina de Gerencia de Permisos (OGPe) fue llamado a Fortaleza cuando procesaba en de Rincón para presionar por su concesión. Luego supimos que la acción del secretario del DRNA, Rafael Machargo, cambiando una orden emitida por un oficial examinador, fue ordenada por la Oficina del Gobernador.

Pierluisi ha tratado de mantenerse en la orilla para no mojarse, pero la marea lo arropa. Tanto en la operación millonaria del DE, que siempre conoció y facilitó, como en la madeja de actos corruptos que amenazan la playa de Rincón, está su mano y la de su partido.

Durante las próximas semanas vendrán otras tormentas para darle alivio. Mientras la gente se desvive en ansiedad desde que los fenómenos atmosféricos son tan solo “potenciales”, él respira tranquilo creyendo que los vientos se llevarán la mugre que lo arropa. Pero el alivio es pasajero.

Artículo anteriorUna mirada al 27 de agosto de 1824 en Guayama: Símbolos e identidad en la memoria colectiva
Artículo siguienteUtuado: En defensa del patrimonio nacional