Un héroe de sangre y de risa Reseña de Deadpool 2

Deadpool es uno de los personajes más interesantes del mundo de los comics de Marvel. Su poder le permite regenerarse y por esto es casi imposible matarlo con un ataque físico. Sin embargo, su cualidad distintiva es mirar más allá de un mundo circunscrito a los paneles de las páginas de un cómic. Deadpool nos ve leyéndolo, nos habla directamente y amenaza nuestra realidad con su burla. En una de sus mejores historias, Deadpool Kills the Marvel Universe (escrita por Cullen Bunn e ilustrada por Dalibor Talajic, 2012), el personaje arremete en contra de todos los superhéroes y villanos del universo de Marvel. Al matarlos a todos, decide seguir su masacre más allá del espacio ilustrado y logra accesar nuestra realidad donde eliminará a cada uno de los escritores del cómic. Justo antes de entrar a la oficina donde están reunidos los artistas, se vira y le hace una seña al lector para que mantenga silencio. Su gesto atenta contra las paredes que nos separan de un mundo construído dentro de paneles. Al igual que los androides en el parque de la serie Westworld, Deadpool está consciente que cada una de sus heridas sicológicas y físicas ha sido dada para nuestro gozo. El escritor y el ilustrador, tanto como cada uno de sus lectores, son dioses sádicos que gozan de su sufrimiento. Y esto es imperdonable para él.

Deadpool 2 (dir. David Leitch, EEUU, 2018) captura de manera fantástica el humor del cómic y el desafío a las historias de superhéroes. En esta secuela, Deadpool (Ryan Reynolds) vive con su adorada Vanessa (Morena Baccarin) mientras trabaja como mercenario asesinando a todo poderoso depredador. Pero sus acciones tienen consecuencias. Por una serie de incidentes que no revelaré para no dañarles los giros sorpresivos de la película, Deadpool se encuentra defendiendo a un joven mutante que se hace llamar Firefist (Julian Dennison) de un matón llamado Cable (Josh Brolin) que ha venido a buscarlo desde el futuro. Tanto como en la primera película, donde Deadpool es torturado de maneras horribles por aquéllos que le prometieron una cura para el cáncer, Firefist sufre el abuso de un sistema resuelto a curarlo de sus poderes. En este sentido, las películas han establecido el tipo de justicia por la que Deadpool lucha. El no enfrenta villanos cuyas amenazas de proporciones épicas ponen en peligro nuestra existencia, como lo son Thanos (curiosamente también actuado por Brolin) de Avengers: Infinity War (dirs. Anthony y Joe Russon, 2018) o Erik Killmonger (Michael B. Jordan) de Black Panther (dir. Ryan Coogler, 2018). Sus antagonistas son depredadores que gozan infligiendo dolor a los que no se pueden defender y que consideran inferiores. Este es precisamente el sadismo que castiga Deadpool.

Deadpool 2 es una película necesaria para cuestionar la seriedad del mundo de superhéroes. El humor de los escritores, Rhett Reese y Paul Wernick, que también escribieron la primera película, tiene la irreverencia apropiada para reírse de estos personajes míticos. Ryan Reynolds es el actor perfecto para darle vida a un personaje que se escuda detrás de una máscara y cuya cara casi no vemos (y cuando lo hacemos, lleva otra máscara ya que Deadpool fue desfigurado por las torturas que sufrió en la primera película). Su actuación magistral crea un balance entre la inocencia rara de Deadpool y su sangrienta batalla contra todo depredador, que él asesina con un comentario jocoso. El mundo cinematográfico de Deadpool está poblado por personajes que están en los márgenes de la sociedad, dándole así un color muy único. Entre sus aliados cuenta con la ciega e indomable Blind Al (Leslie Uggams), el mutante metálico Colossus (al que le da voz Stefan Kapicic) y la muy seria Negasonic Teenage Warhead (Brianna Hildebrand). A pesar de que los últimos dos son parte de los X-Men, éstos no son los miembros más populares del grupo. Hasta el taxista hindú, Dopinder (Karan Soni), que peca de ser un estereotipo bastante tonto, resalta la artificialidad opaca e imperfecta de la ciudad de Deadpool. Este personaje no se rodea de los superhéroes más poderosos o de aquéllos cuyos nombres identificamos de inmediato, sino de personajes que comparten sus espacios con criminales de poca monta o que se pierden entre los paneles de cada historia.

Al igual que la primera película, Deadpool 2 carece del presupuesto desorbitante de la mayoría de las películas de superhéroes. A pesar de que sus efectos especiales no son los mejores, éstos le añaden personalidad precisamente porque carecen de la terminación detallada de otras obras del género. Deadpool 2 es tan interesante como Logan (dir. James Mangold, EEUU, 2017), que cierra la saga del personaje de Wolverine en una especie de Western sucio y polvoriento donde el invencible personaje ya cansado finalmente enfrenta la muerte. Ambas películas rechazan el brillo del mundo privilegiado de Iron Man o del reino de Asgard en Thor, para enfocarse en héroes caídos que no pelean limpio y cuyos uniformes se manchan de sangre. Pero cuya nobleza permanece intacta. Deadpool 2 no tiene las dimensiones filosóficas de las mejores historias del personaje en los comics. No obstante, su humor arma la película con un filo que la hace sobresalir entre las megaproducciones del género.

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