Un nuevo escenario político

Especial para CLARIDAD

Durante las últimas semanas se ha dado un cambio significativo en la atmósfera política de Puerto Rico. El lunes 11 de marzo, en el Teatro Tapia, se dio a conocer de manera formal el Movimiento Victoria Ciudadana (MVC). Mientras cientos de personas llenaron el teatro, otra cantidad semejante quedó fuera y escuchó los mensajes de la actividad por medio de micrófonos colocados en el exterior. La presentación pública del MVC fue exitosa: allí se sintió un poderoso imán, con mensajes cargados de esperanza. Se esbozó un programa de oposición a la política neoliberal de los dos partidos de gobierno que nos ha traído, sin ningún tipo de autocrítica, a la monumental crisis actual. El acto comenzó con una expresión visceral: la mayoría de nuestra población está harta de la política bipartidista. 

Carmen Yulín ha recogido, entre otras cosas, punto por punto, el programa del MVC. Incluso ha utilizado el concepto de movimiento de alianzas al interior y exterior del PPD. Hay que meditar con mucho cuidado el alcance de sus nuevas propuestas dentro de un partido apolillado y plagado de corrupción.

El MVC destacó tres aspectos claves de su programa: el ataque sistemático e implacable a la corrupción, la necesidad de ponerle fin a la política de austeridad, y la urgencia de descolonizar a Puerto Rico por medio de una Asamblea Constitucional de Status. En la breve y contundente actividad se destacó la importancia de definir los servicios esenciales, de auditar la deuda y señalar responsabilidades, de detener las políticas de privatización, de respetar la fórmula del 9.6% de la Universidad de Puerto Rico y proteger también los fondos del Departamento de Educación, de adelantar una verdadera reforma educativa y desmantelar las formas opresivas de la sociedad patriarcal. No fue una casualidad que figuras destacadas de los dos partidos de gobierno reaccionaran con críticas directas o con expresiones calculadas y pensadas para minimizar el impacto del MVC. Basta recordar los comentarios expresados durante varios días por figuras como Luis Dávila Colón, con su estilo maniqueo mucho más inclinado al insulto que al análisis, o los comentarios pintorescos de Thomas Rivera Schatz, por parte del Partido Nuevo Progresista(PNP), o de figuras destacadas del Partido Popular Democrático(PPD), como su presidente Aníbal José Torres, hasta supuestos soberanistas como Cox Alomar. La variedad de los comentarios, desde el insulto a la subestimación, manifestaron algo no muy difícil de verificar: el miedo y la intensa preocupación del bipartidismo ante el nacimiento de una nueva formación política surgida de la discusión, el esfuerzo y la voluntad de acción conjunta de diferentes grupos que se han movido poniendo de relieve sus espacios de convergencia.

Las motivaciones del miedo son múltiples aunque todas se anudan con la violencia de la política que nos ha llevado a la crisis económica y social. Una violencia que se agudiza con la política de austeridad que han impuesto los dos partidos de gobierno. Si se habla de bipartidismo es porque tanto el PNP como el PPD le han atosigado al país la misma medicina amarga, con un tinte agudo de corrupción y desvergüenza, que lejos de mejorar la situación, la empeora. La coronación de esa política irresponsable bipartidista se dio con la imposición federal de una Junta de Control Fiscal. La dictadura de la Junta ha impuesto con mayor intensidad la misma política de austeridad bipartidista que nos ha traído a la crisis actual. Precisamente porque la JCF es una prolongación, bajo la forma descarnada de la tiranía, de la política bipartidista, el MVC ha declarado su oposición radical a ese vergonzoso cuerpo.

Ahora bien, la preocupación y el miedo no es producto de palabras. Lo que asusta son hechos innegables y dramáticos, como resultado de la política de austeridad. Veamos solo algunos. En las elecciones de 1996 y en las del 2008, el PNP sacó más del 50% de los votantes y superó el millón de votos. Pedro Rosselló con 1,006,331 votos (51.1%) y Luis Fortuño con 1025,965 (52.8%). Héctor Luis Acevedo perdió en 1996 frente a Rosselló por 130,879 votos (44.5%), mientras Aníbal Acevedo Vilá perdió ante Luis Fortuño por 224,894 (41.3%). En el Puerto Rico moderno la derrota de Acevedo Vilá ha sido la más aplastante. Sin embargo, la victoria de García Padilla sobre Fortuño por apenas 11,285 votos esconde una situación dramática: la erosión de los 224,894 votos de ventaja en apenas cuatro años. Nunca se había visto algo parecido en la historia del bipartidismo local. Pero hay algo todavía más significativo. Fortuño bajó de 52.8% de los votos en 2008 a 47.7% en 2012. Cuando se compara el por ciento de votos de la derrota de Fortuño en 2012 con 41.8% obtenido por Ricardo Rosselló en su victoria en 2016, lo que se observa es un descenso alarmante de más del 10 porciento. Algo parecido, pero más acentuado, le ha ocurrido al PPD: Acevedo Vilá obtuvo 41.3% en 2008, García Padilla subió a 47.7% en 2012, para luego David Bernier descender a 38.8% en 2016. Ninguna de las dos piezas del bipartidismo había caído por debajo del 40%. 

Por consiguiente, el miedo, el verdadero temblor interno de las dos horribles piezas del bipartidismo, es resultado de su pronunciado descenso histórico. La política neoliberal de estos dos partidos acentuó violentamente la crisis económica y para atenderla han querido imponer más de la misma política neoliberal. La explicación no es difícil para entender lo que parece ser una irracionalidad: mientras ocurre este cruel proceso, se enriquecen unos cuantos empresarios que asaltan el dinero público combinados con políticos-empresarios que se valen de sus puestos presentes o pasados para enriquecerse. Por esta razón, el MVC impacta y asusta por un lado, mientras por otro, tiene fuerza de imán e irradia esperanza. 

En este contexto político-económico, ha surgido también la candidatura de Carmen Yulín Cruz en el interior del PPD. Si ha provocado una conmoción interna, especialmente en su sector conservador, es porque esta candidatura intenta introducir la política anti-neoliberal y contra la corrupción en un terreno abiertamente hostil. La candidatura de Carmen Yulín debe verse como una expansión poderosa de la influencia del MVC en el interior del PPD. Y podría tener credibilidad fuera y dentro del PPD porque es la persona menos identificada con el neoliberalismo en el interior del bipartidismo. Ni Ricardo Rosselló en el PNP y mucho menos Rivera Schatz o Jeniffer González podrían hacer algo parecido, como tampoco cabilderos y privatizadores al estilo de Roberto Prats o Eduardo Bhatia. Tratarán de atacar a Carmen Yulín por su inclinación soberanista. Pero esa será la cortina de humo. La razón principal no se alinea tanto con el estatus como con la cuestión social. 

Carmen Yulín ha recogido, entre otras cosas, punto por punto, el programa del MVC. Incluso ha utilizado el concepto de movimiento de alianzas al interior y exterior del PPD. Hay que meditar con mucho cuidado el alcance de sus nuevas propuestas dentro de un partido apolillado y plagado de corrupción. No tardaremos en saber si podrá cambiarle el curso a una vieja organización que desde hace décadas camina, con diferentes ritmos, hacia su muerte. Tenga éxito o no, hay algo indudable. Con el surgimiento del MVC y de la candidatura de Carmen Yulín Cruz, se ha transformado de forma cualitativa la política puertorriqueña. Ahora sobre la mesa hay dos proyectos que postulan con amplia credibilidad una alternativa a la podredumbre neoliberal. Más temprano que tarde caerán las dos piezas del bipartidismo. Si una de ellas cambia de piel, sin lugar a dudas, la fuerza le vino del exterior. El MVC tiene ahora una tarea delicada: precisar y adelantar su programa de forma consecuente. Fortalecer su diálogo interior y extenderlo hacia todo el país, incorporando las voces de los más oprimidos, golpeados y maltratados.

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