Un viacrucis para Mildomio

Por Chiqui Vicioso/Especial para En Rojo

Confieso que mis amigos no han parado de reir al enterarse del último viacrucis que lideró “el peregrino” Mildomio Adames. Yo también me reiría si las consecuencias de su peregrinaje no fueran tan graves para la multitud de más de mil personas que le siguió, durante 18 kilómetros.

Ya sabemos que en nuestro país predominan los locos y locas funcionales.  Todos los conocemos porque en cada provincia abundan sus anécdotas.  Lo mismo acontece con comentaristas de radio y televisión, entre ellos uno que alardea del costo de sus corbatas mientras se proclama como “el hombre más bello del país”; y dirigentes políticos que hacen alarde de una locura rayana en la paranoia, viendo y denunciando tramas enemigas hasta en la sopa y fomentando el racismo y el odio amparados  bajo inmensas imágenes de Jesucristo.

Las mujeres no se quedan atrás, y las menopáusicas hacen estragos, también las victimas de infidelidad que no se recuperan y se convierten en lideresas de sectas de todo tipo, incluyendo las políticas. Los cómicos y cómicas son quienes más se benefician de estos personajes, que imitan en sus programas.

Imagínense ahora a un ebanista llamado Mildomio, que de momento se convierte en estrella de todos los programas de televisión, radio y redes sociales del país y que violando todas las reglas establecidas por el Ministerio de salud Pública sale a derrotar al virus Coona con un  viacrucis donde se apretujaron más de mil personas.

En otro país lo enviarían directo al 28.  Aquí pudo regresar tranquilamente a su taller a construir otra cruz con la que ha de espantar al virus Corona, ese castigo divino a todos nuestros pecados, entre ellos no reconocerle a Mildomio su increíble inteligencia y creatividad.

¿Lo enviamos al 28?

No.  Le sugerimos un viacrucis donde las doce paradas sirvan para orientar a la gente sobre que hacer contra el virus.

Primera estación: Comprar jabón de cuaba y vinagre blanco. Limpiar las casas y bañarse y lavarse cara  y manos con el jabón.

Segunda Estación: Con retazos o trozos de ropa usada cortar en rectángulos que cubran boca y nariz los pedazos con los cuales elaborar las mascarillas.  Ponerle cuatro tiritas en los extremos y usarlas cada vez que se sale a la calle.

Tercera Estación: Conseguir mucho limón y naranja agria para hacer jugos y  que toda la familia se lo tome, suficiente vitamina C para prevenir la enfermedad.

Cuarta Estación: Créela usted, querido lector, hasta llegar a la crucifixión, donde hay que convencer al peregrino de que use una cruz de plástico porque de los árboles depende nuestro oxigeno y no hay que cortarlos.

Pero entonces, él perdería su trabajo, ¿Y?

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