Una batalla difícil de entender

 

 

Por Marco Trevisani

“…oltre al numero degli scienziati, cosí di femine come d’uomini senza avere alcuna dottrina di medicina avuta mai, era il numero divenuto grandissimo,…”

“..a parte el gran número de científicos, tanto de mujeres como de hombres que nunca habían estudiado medicina, aparecieron en gran cantidad,…”

-Boccaccio, ​Decameron​ , introducción al primer día

 

El primero de febrero de 2020, en Italia el ministro de salud pública intervino en los medios nacionales reportando que en China el coronavirus se había clasificado como clase A ​ (la misma clasificación del cólera y de la peste) y que así se tenía que hacer en Italia también, donde los primeros casos aparecían con números sospechosamente altos. El ministro fue objeto de todo tipo de sarcasmos y hasta se llegó a pedir su renuncia por tratar de causar pánico entre la población. Y todo esto por una gripe. La presunta irrelevancia del virus se explicó en las redes sociales por algunos políticos de miles maneras, con tendencia hacia el racismo: “que la condiciones higiénicas en China no son las mismas que acá”, “que los chinos todos lo sabemos que comen ratones vivos” (dicho por el gobernador de la región Veneto, que luego tuvo que disculparse formalmente con el embajador chino) y que en un país como Italia eso se controlaba fácilmente. Diferente a como la comunidad científica enfrentó el problema; éstos también por ser honestos cometieron un gran error, un error que están cometiendo muchos otros países, como Francia, Alemania, España y Estados Unidos y que llevó la Organización Mundial de la Salud a declarar la pandemia hoy 12 de marzo. Error del cual hablaremos luego, pero la comunidad científica seguía los eventos con cierta preocupación, esperando que el virus no llegara a Italia, sin tener alguna razón científica que explicara por qué no en Italia, que además tiene muchas relaciones comerciales con China. El ministro fue clasificado como uno “dramático” e “incompetente”. Un mes y medio más tarde nos dimos cuenta de que el ministro tenía razón, al igual que el gobierno chino, y los resultados de las medidas tomadas en China tuvieron efectos positivos con un problema de aplicación: en China hay un sistema  autoritario que puede tomar ciertas decisiones imposibles de considerar en cualquier país occidental.

¿Dónde está entonces la motivación que nos lleva considerar c​lase A ​ un virus que es “apena una gripe”? ¿Y cuáles son los errores que se han cometido? En primer lugar, tuvimos que descubrir que el COVID-19 ​no es una influenza​ . El virus se manifiesta y actúa como una influenza severa, atacando las vía respiratorias, y en un porcentual de casos puede generar pulmonías y provocar complicaciones más serias. Esto en pacientes sin otras patologías. Si los pacientes sufren de condiciones pre-existentes, desde el simple asma, o son fumadores, o pacientes oncológicos, lo más débiles, todo el cuadro médico se va a complicar con la necesidad de intervenir con terapia intensiva. En algunos casos llega a ser letal. Las personas mayores de setenta y cinco años se exponen casi al mismo nivel de las personas con patologías existentes. Tan solo esto debería llevarnos a tener una cierta prudencia, mucha prudencia.

Pero hay un pero… Este virus es nuevo, muy agresivo y lo más importante, tan nuevo que ​nadie​ tiene anticuerpos. Lo cual significa que cualquier persona se puede contagiar, cualquier persona, no algunos, todos. De aquí el error: el cuadro médico hablaba de una fuerte influenza no de temporada, mientras el cuadro epidémico lo equiparaba a la peste. Y se decidió perder la batalla y optar por tratarlo como si fuera una influenza nueva fuera de temporada​ clase B​ . Se decidió porque era demasiado difícil de explicar a una población que no iba a entender por qué tomar medidas tan restrictivas para algo que no es tan peligroso. Y por qué considerar peste algo que no es peste.

Esta decisión nos hizo mucho más vulnerables. Considerando también que es la primera epidemia desde la invención de las redes sociales, todo ha sido más complicado, porque hay un momento en que la información se convierte en un arma clave para el sistema de Protección Civil, para combatir el virus. Contemporáneamente, las redes sociales se llenan de cuentos anecdóticos, de “fake news” y expertos en cualquier tipo de creencia con información generalmente no comprobada pero al mismo tiempo más romántica, más interesante que la información oficial. El mensaje más peligroso que circulaba era: todo esto es normal, recuerden que con la influenza todos los años mueren miles y miles de personas. Pero las dos cosas no tienen comparación.

Para la influenza de temporada existen vacunas, los virus son menos fuertes, desaparecen en primavera, y muchos de nosotros tenemos anticuerpos.

Volvemos a Italia. De repente nos damos cuenta de que tenemos el virus en el patio de casa, aún con la cancelación de todos los vuelos de China, controlando entradas y salidas de chinos, al punto casi de aislar las comunidades chinas en Italia, y evitando contactos con ellos porque “seguramente todos están infectados por el virus”. Pero el virus, que sabe viajar muy bien, decide de entrar a Italia por Alemania bien escondido en el cuerpo de un ciudadano alemán. Nada de chino. Así empieza todo. A Italia había llegado una pareja de turistas chinos contagiados por el COVID-19 que fueron hospitalizados en el Hospital Spallanzani de Roma, hoy el más reconocido hospital de Italia, donde se logró separar la secuencia del virus. La pareja necesitó terapia intensiva y, luego de veinte días, los médicos lograron salvarlos y los turistas se fueron muy agradecidos, sin haber contagiado a nadie.

Entonces, ¿por qué el cuadro epidémico es tan importante, y en realidad es lo que más debe preocupar? El virus se difunde rápido, cada contagiado contagia a su vez 2.5 personas en promedio; eso quiere decir que el crecimiento es exponencial. Primero, unas decenas de personas a diario, luego unas centenas y luego más de miles a diario, que es donde está Italia en este momento con sus 10,000 personas contagiadas. De estas personas muchas, unas 5,000, necesitan hospitalización y respiradores y en casos más graves necesitan ser entubados para poder respirar. Aunque no sean la mayoría, si se considera la rutina normal de un hospital y a estos se suman los que necesitan atención por efectos del virus, podemos empezar a entender la gravedad del problema. En pocas palabras, cualquier sistema de salud llega inevitablemente a colapsar.

En Italia, los hospitalizados ya se empiezan a re-distribuir entre diferentes estructuras. Se ordenaron producir 100,000 nuevos respiradores, porque en consideración de este crecimiento se pronostica que podrían ser necesarios en 15 días. Luego, hay el problema más dramático de las terapias intensivas, que son más difíciles de ampliar, pues las salas de terapia intensiva de emergencia del sistema de Protección Civil requieren por los menos un mes de trabajo para instalar y las ya existentes no están muy lejos de llegar a su máxima capacidad. ¿Qué significa esto? Lo peor que le puede tocar a un médico: decidir a quién darle terapia intensiva y a quién dejar fuera, lo que equivale a una condena de muerte.

Hay que señalar que Italia tiene un excelente sistema de Protección Civil (algo parecido a FEMA). Italia es área de alto riesgo sísmico y la protección civil está muy bien entrenada para enfrentar y coordinar las emergencias. Aún con sus problemas y sus recortes, el sistema de salud nacional es público, gratuito y sobre todo de muy alta calidad. Y en este momento también descubrimos que es muy eficiente. Tocó a Italia la mala suerte de ser el primer país de Europa con un ​cluster​ de contagio tan importante que ocurrió en tres regiones específicas: Lombardía, la más afectada con 5,000 casos, con su capital Milán; Emilia Romagna, con su capital Bologna; y Veneto, con su capital Venecia, más la ciudad de Verona desde donde escribimos este artículo. La tres regiones, las más ricas de Italia, tienen los mejores servicios de salud del país entero, si bien el hospital más importante en infectología sea el Spallanzani de Roma, que es el hospital que confirma todas las pruebas y realiza la mayoría de la investigación sobre el COVID-19.

Se está combatiendo para tratar de evitar que el contagio viaje hacia el sur, y tratar de bajarlo a números irrelevantes, lo que China logró luego de unos meses. ¿Por qué Italia tuvo más contagiados? Hay diferentes razones, no solo una. Una simple casualidad es la primera razón. De acuerdo a los protocolos internacionales, cuando alguien parece tener todos las síntomas del COVID-19 se le hace la prueba; si da positivo, tenemos un paciente oficial. Con el antecedente de lo que pasaba en China, al llegar al hospital el primer contagio en el pueblo de Codogno, en vez de esperar al siguiente se decidió trabajar de manera investigativa y preventiva. Lo que ahora se conoce como el “paciente 1”, quien estuvo en intensivo y ha sido dado de alta solo hace un día, tenía todas las características que a primera vista nos harían creer que nunca se debería enfermar. Sin patologías, de solo 38 años, deportista de pasión que en los cuatro días anteriores a su hospitalización participó a un 5k, un partido de soccer en cancha grande con los amigos y otro 5k. Sorpresivamente, los médicos indicaron “el exceso de deporte” como causa del contagio. El “exceso de deporte” supuestamente estresó su sistema y creó lo que en inglés se conoce como un “open window”, un apagón temporero del sistema inmunitario que resultó fatal y eventualmente se convirtió en un gran difusor por los muchos contactos públicos que tuvo.

Los médicos entonces decidieron actuar diferentemente del protocolo y en vez de esperar el próximo enfermo, salieron a hacer la prueba a todas las personas con quien el “paciente 1” tuvo contacto. Este procedimiento se utilizó en todos los casos siguientes. El resultado fue que aparecieron muchos casos y casi todos se resolvieron con cuarentena domiciliar, en su propia casa, pero se contabilizaron en el total de los casos. Por seguridad, Codogno entero se declaró en cuarentena y se aisló por completo del resto del país. Funcionó, ya que al día de hoy Codogno el contagio del virus bajó a cero.

En ese momento en Italia se habían realizado casi 10.000 pruebas, cuando Francia, por ejemplo, había hecho solamente 400. Además, Italia tiene una población con una gran porcentaje de personas mayores más expuestas a contagiarse y enfermar de manera más severa. Estados Unidos ha estado atrasando el proceso, minimizando el problema que podría explotar y salirse de control en cualquier momento. Esta política fue la que convenció a la Organización Mundial de la Salud a declarar el estado de pandemia, que quiere decir epidemia pero a nivel mundial. Es decir, que lo que ha pasado a Italia un poco a la vez va a tocar a muchos otros países que están tratando de evitar el problema esperando que se solucione “naturalmente”. Algunos países están esperando la temporada más caliente, convencidos de que así el virus desaparezca, pero eso solo funciona con la influenza de temporada, pues el coronavirus se está difundiendo también en Asia en países con temperaturas tropicales y de verano. Así que no se puede contar mucho con la opción clima.

Este es el panorama actual y ahora, quizás tiene más sentido explicar las medidas que se han tomado y por qué no se puede tomar lo que está pasando como algo que va a tocar a otros pero no a mí. Entonces, ¿qué se ha hecho para mitigar los efectos? Ya que no existe ningún tipo de cura y el virus es bien agresivo, la única forma de combatirlo es aislarlo, no permitir que se transmita; en otras palabras, jugar al escondite con el virus. Al principio en Italia se pusieron en cuarentena dos pueblos, totalmente aislados del resto, las llamadas zonas rojas, con recomendación para el resto de Italia de evitar todo tipo de contacto cercano, y lavarse muchas veces las manos, no llevarlas a la cara. Todas las escuelas y las universidades cerraron hasta el mes de abril. Los más jóvenes, si bien contribuyen a la difusión del virus, en su mayoría pasan el COVID-19 con síntomas leves y casi imperceptibles.

La zona roja crece porque el virus empezó a difundirse. El cierre de las escuelas produce el resultado de que los jóvenes toman este momento como una vacación y empiezan a agregarse en las áreas de las movidas, en realidad contribuyendo a la difusión del mismo; sin embargo, no son los únicos en desatender la gravedad del asunto. EL gobierno tuvo que intervenir nuevamente y obligar al cierre de todos los negocios en zona rojas a partir de las seis de la tarde. Cerraron todos los museos, teatros, salas de conciertos y todas las actividades públicas, incluyendo los juegos de fútbol que ahora se juegan a puertas cerradas, sin público. Todas personas tienen que mantener una distancia de más de un metro, sin darse la mano ni abrazarse y menos besarse. El amor al próximo está en no abrazarlo y no besarlo.

Aquellos que pueden, para evitar estas restricciones, abandonar las zonas rojas para ir a otras regiones, no se han dado cuenta que de esta manera ayudan a la difusión del virus. El paso sucesivo, para evitar estos problemas, y con los números de casos en crecimiento exponencial, fue declarar toda Italia “área protegida”. Todas las restricciones aplican a todo el territorio italiano añadiendo algunas nuevas y, para recordarnos que vivimos en el mundo de las redes sociales, el gobierno creó el ​hashtag #iorestoacasa (#yomequedoencasa). La restricciones que ya son ley y no simples recomendaciones del estado invitan a todas las personas a quedarse en casa, en modo particular a las personas mayores. La distancia de seguridad, un metro y medio, aplica en cualquier situación, excepto en el hogar. Se puede salir para ir a trabajar, pero se necesita un documento que lo certifique, aunque sea por auto certificación. No se puede salir del municipio de residencia. Se puede visitar el supermercado más cercano, pero un solo miembro de la familia. En la mayoría de los supermercados está permitido entrar solo en grupos de quince o veinte personas la vez para evitar contactos y si se crean filas, hay que respetar la distancia, produciendo unas curiosas y larguísimas filas con 8, 9 o 10 personas. Todos los supermercados activaron un servicio gratuito de entrega a domicilio. Al día de hoy todas las tiendas, barras y restaurantes tienen que cerrar a las seis de la tarde. A partir de hoy, 12 de marzo, se decretó el cierre de todas las actividades, con la excepción de los servicios primarios, médicos, supermercados, farmacias, industrias, correo y transportación, con reglas muy estrictas sobre la cantidad y distribución de la gente en la guaguas y los trenes. Los viajeros, solamente aquellos con permisos, tienen que pasar el ​thermoscan​ para medir la fiebre. Se evita en forma absoluta ir al médico personal o a sala de emergencia en caso de tener sospecha de síntomas, pues esto ayuda el contagio de forma desproporcionada. En estos casos, hay que llamar a un número de teléfono en el que hacen unas primeras preguntas y luego llegan a hacer la prueba o, si el caso lo requiere, a hospitalizar.

Es una forma completamente diferente de vivir, combatiendo un enemigo invisible. Todo parece ser normal, no falta nada, y las reglas necesarias para las relaciones humanas a distancia, contrariamente a lo que podría parecer, hasta crean un sentido de comunidad más fuerte. El panorama de las ciudades, acostumbradas a estar repletas de turistas, de repente parecen lugares perfectamente conservados de una civilización desaparecida. Un mundo que se detuvo frente a un enemigo tan fuerte cuanto infinitamente pequeño, es difícil de concebir, de aceptar. Los científicos prevén que poco a poco el virus va a tocar a todos los países. Los países europeos estudian Italia y, ahora, para no llegar demasiado tarde, están tomando medidas parecidas a las que se tomaron aquí. La gran preocupación será cuando el virus aterrice y se difunda en países que no tienen tantos recursos ni un sistema de salud sólido y universal. Dos países que podrían enfrentar problemas relevantes son el Reino Unido y Estados Unidos, por razón del sistema de salud privado ya debilitado por los muchos recortes.

Y luego del problema de la salud, que en este momento es lo único que se toma en cuenta, vendrán los daños económicos, cuyo primer impacto ya se puede ver en las transacciones financieras. Varios economistas y analistas sostienen que el mundo que saldrá de esta pandemia no será el mismo que conocimos hasta ahora. Por último, el rol de los medios de comunicación y de la política.

Al comienzo, los medios de comunicación, y para usar una metáfora culinaria como nos gusta siempre hacer en Italia, encontraron “un buen hueso con muchísima carne”. Difundieron una mezcla de sensacionalismo, alarmismo y finalmente información poco clara por no decir falsa. Sabemos que esto llama la atención del público, vende bien la publicidad, pero no es información; el público la considera casi como si fuera un videojuego que otros están jugando. Los políticos entonces se vieron obligados actuar todos juntos con una voz única. Eso por fin pasó en Italia, aunque siempre haya quien no quiere seguir las reglas del juego, o los complotistas, por suerte muy pocos, o quienes pierden la cordura por un momento. Gracias al cambio en la circulación de la información, la gente comenzó a entender la situación más claramente.

El efecto surreal de ver completamente desiertos el patio del balcón de Julieta en Verona, el Coliseo, o las grandes plazas históricas, generalmente llenas de turistas, ni se compara al surrealismo de ver una clase política que aparenta ser responsable, con sus diferencias, pero con una voz unitaria. Quizás por las muchas emergencias que Italia ha pasado, durante las emergencias damos lo mejor, hasta sus políticos, que es mucho decir. Cuando todo esto se acabe habría que encontrar la forma de ​no​ dejárselo saber a la clase política, para que vivan en una eterna emergencia.

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Publicado anteriormente en 80 grados.org

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