Una nota sobre Antonia, tu nombre es una historia

Por: Florencio Merced Rosa

Especial por Claridad

El libro de Hiram Sánchez Martínez, Antonia, tu nombre es una historia, merece reconocimiento, respeto y agradecimiento. Constituye un trabajo de investigación necesaria. La investigación, los recuerdos del autor y su escritura han producido un muy buen libro.

En los Antecedentes de esta investigación nos dice el autor: “En fin, espero haber cumplido satisfactoriamente mi compromiso con la historia de nuestro país, la lucha estudiantil universitaria y la memoria de Antonia Martínez Lagares, Toñita”. Más que satisfactoriamente, por mucho.

Conocer a Toñita tan bien, gracias a la sensibilidad compartida del autor con nosotros, sus lectores, a casi cincuenta años del asesinato de Antonia aquel fatídico y ahora histórico 4 de marzo de 1970, hace renacer el dolor inmenso de aquel momento.

Me encontraba fuera del país cuando recibí la noticia, la instrucción y el boleto para regresar inmediatamente. ¿Por qué yo no? ¿Por qué no un miembro del Comité Ejecutivo de la Federación de Universitarios Pro Independencia, vanguardia estudiantil que presidía entonces, por qué no una militante de la FUPI? Todavía hoy me lo pregunto igual e igualmente sigo sin respuesta. Sucede que cuando uno es dirigente o militante de una vanguardia de lucha se arriesga más que nadie, pero también está sobre aviso, consciente del peligro. Si devastado fui por el asesinato de Antonia, peor me siento hoy que acabo de conocer a Toñita.

Cito al autor: “Lamentablemente Toñita no pudo vivir físicamente para saber que, al menos , el ROTC y el militarismo salieron de los predios del recinto de Río Piedras, que el servicio militar dejó de ser obligatorio y que la guerra de Vietnam terminó cuatro años después con una derrota humillante de Estados Unidos. Afortunadamente, Antonia se quedó viviendo en nuestra conciencia colectiva, en nuestro espíritu nacional, como símbolo de una lucha que valió la pena librar.” El autor investiga y señala, sin saña. Establece su posición, pero la sostiene con el apego a la verdad que dicha investigación produce.

Hace muchos años llevo diciendo en diversos foros y ante múltiples testigos que de todos los eventos que marcaron la lucha contra la presencia del rotecé en el recinto riopedrense, siempre se destacan los que conllevaron fuertes dosis de confrontación, dejando a un lado o subestimando al que yo considero el más importante y significativo, que marcó la salida definitiva del campus del instituto militar: EL REFERÉNDUM.

Me sorprendía la sorpresa reflejada en los rostros de los que escuchaban la categórica aseveración. Pensaba hasta hace poco que tenía la obligación política, moral e histórica de escribir sobre el particular. Ya no. Hiram Sánchez Martínez recoge, relata y escribe sobre ese evento con una maestría tal que ni mis mejores recuerdos, ni mi deficiente capacidad investigativa, me hubieran permitido producir. El referéndum fue secuela directa e inmediata del asesinato de Antonia. Y la mártir aportó más que nadie, su vida, al resultado victorioso del mismo.

Todo indica que el autor de Antonia, tu nombre es una historia se propone una edición revisada de su obra. Enhorabuena. Como no hay certeza de que vuelva a ser entrevistado, me aventuro a sugerir uno que otro nuevo ángulo a ser tratado.

La chiringa volando

En cuanto a mi liderato relatado en ese proceso de lucha se puede afirmar que la chiringa estaba elevada desde antes de la huelga del 1948, pero yo la cogí volando alto, especialmente de los presidentes de la FUPI que me precedieron, y muy especialmente, del compañero Alberto Pérez Pérez. Alberto no se destacaba por un elemento altamente reconocido entonces: la oratoria. PERO, en mayúscula el pero, Alberto fue un gran líder estudiantil y un destacado dirigente de la nueva lucha de independencia desde sus días en la escuela superior. Su claridad ideológica, visión estratégica y capacidad organizativa fueron insuperables en su momento. Bajo su dirección tuvo lugar la primera gran confrontación exitosa contra el rotecé cuando interrumpimos su marcha, en honor a Doña Felisa Rincón de Gautier, alcaldesa de San Juan, en la “pista de la Upi” el 4 de mayo de 1967. Bajo su liderato vivimos y sobrevivimos el 27 de septiembre y muchas otras jornadas. Su muerte representó una prematura y sentida pérdida.

No sé cuántas veces tendría que volver, en lo que me queda de vida, a reiterar que ni Flavia Rivera ni yo agredimos a nadie en aquel salón de clases donde surgió un caso fabricado, gracias a un informante allí presente. Ese caso constituyó un intento de desprestigio. No es fácil, para quien no ha sido víctima más de una vez, comprender a cabalidad la maldad tras esta práctica.

El 27 de septiembre de 1967, en horas de la tarde y antes de la muerte del taxista Adrián Rodríguez, Alberto Pérez, en medio de la refriega nos notifica uno a uno, a un grupo de “escogidos”, que teníamos que abandonar el campus de inmediato y dirigirnos a nuestras casas. Se propuso Alberto minimizar suspensiones y acusaciones que diezmaran en extremo al Comité Ejecutivo de la organización. Antes de las seis de la tarde estaba en casa, molesto y frustrado por la orden seca. Así era el liderato de Alberto y la disciplina fupista.

Poco tiempo después enfrenté un juicio de meses y cargos de incendio malicioso, motín, conspiración y daños maliciosos por hechos ocurridos durante esa noche, cuando me encontraba en casa viendo televisión. No fui el único. Por los hechos del 26 de septiembre de 1969, y las suspensiones y acusaciones posteriores, no hay quejas. Esos hechos ocurrieron a la luz del día, y eran tantas las fotos que casi no hacían falta los testigos presenciales.

El libro aborda, con apego a la verdad y justeza, la capacidad y liderato de Leíto, Leopoldo Rivera, Presidente del Consejo General de Estudiantes quien, al igual que el autor de este libro, transitó desde la simpatía por la anexión hasta la lucha que lo distingue. Ese gran talento se nos fue aún muy joven.

Una última consideración

 Según el periódico Claridad y otros medios impresos fueron unas buenas fuentes de información, los boletines de Información Estudiantil, algunos citados ya por el autor, por sus números, contenidos y buena redacción, podrían arrojar luz adicional sobre la época. Se distribuyeron cientos de miles, gracias a jóvenes mujeres y hombres estudiantes que estuvieron a la altura de los tiempos de Antonia… Toñita.

La revista La Escalera es indispensable. La revista Avance es buena fuente. Hay otras buenas fuentes. Por suerte, contamos con un buen investigador, escritor y mejor ser humano que trajo a la luz Antonia, tu nombre es una historia.

Mas sobre este libro en las páginas 14 y 15 del En Rojo

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