Una prohibición sin sentido

Por Rafael Durand Aldea

Especial para CLARIDAD

Trasfondo Histórico

Las peleas de gallos llegan a Puerto Rico con los españoles. Ya a mediados del Siglo 16 existe como una actividad cotidiana practicada por diversos niveles sociales, mayormente las clases más pobres. Esta actividad surge concurrente con la domesticación de lo que hoy conocemos como las aves de corral (gallinas, pavos, guineas y otros) en el sureste de Asia hace aproximadamente 5 mil años. El gallo de pelea desciende del Gallus Gallus Bankiva que aún existe en los bosques de Laos, Cambodia y Vietnam. El gallo de pelea moderno retiene la principal característica de su antecesor; su agresividad y belicosidad hacia los demás machos de su especie.

La llegada del dominio norteamericano trajo consigo la prohibición de las peleas de gallos. La prohibición probó ser totalmente inefectiva ya que se continuo la practica en abierto desafío a la autoridad del gobierno de los EU. Esta prohibición duro hasta el 1934 cuando Rafael Martínez Nadal logra su legalización con La Ley de Gallos de Puerto Rico. Con la ley de 1934 vino la reglamentación de la actividad estableciendo donde, cuando y bajo qué circunstancias se permitiría esta actividad.

Hoy tenemos 70 galleras con licencia de operación, se escenifican cerca de 200 mil peleas de gallos al año, existen cerca de 400 centros agrícolas que sirven a la industria y se estima que se generan cerca de 27 mil empleos.

¿Qué sucedió en el 2018?

El 20 de diciembre de 2018 el Comité de Conferencia del Congreso de Estados Unidos que armonizaba las versiones del proyecto de Ley denominado, “Agriculture Improvement Act of 2018”, insertó como sección 12616 una prohibición de las peleas de gallos en los territorios, incluyendo a Puerto Rico. La sección 12616 le mandata a los territorios bajo el control de EU de cumplir con las disposiciones de la ley denominada “Animal Welfare Act” de 1966 que prohíbe las peleas de animales. Puerto Rico y los demás territorios habían estado exentos de los términos de esta ley desde su inicio. Esto lo impone el Congreso sin consultar o procurar el consentimiento de los puertorriqueños.

Reconociendo que  esta no es la primera vez que el gobierno de los Estados Unidos le impone condiciones o limitaciones al quehacer de nuestro pueblo (fundamentado en los poderes plenarios del Congreso los cuales ejerce sin límites sobre sus colonias) en esta ocasión particular pretenden pisotear un derecho cultural cuyas raíces en nuestra sociedad surgen desde mediados del siglo 16. Esta ley cobra vigencia el 20 de diciembre de 2019 e impactará cerca de 27 mil empleos directos e indirectos, arruinará cientos de agro centros a través de la Isla, cerrará 70 negocios de galleras y pretende convertir en criminales de un día para otro a cerca de cien mil puertorriqueños.

Si sumamos a esto la ausencia de poderes de nuestros funcionarios públicos el resultado era predecible. ¿Cuáles fueron las gestiones específicas de nuestros políticos para lograr descarrilar la implantación de esta medida?   El exgobernador Ricardo Roselló no se dio por enterado y hasta se mofo en el “Chat” de la gente relacionada al deporte de los gallos. De los políticos y candidatos conectados con congresistas poderosos tenemos que resaltar a Eduardo Bahtia y Pedro Pierluisi quienes ignoraron el problema y no hicieron absolutamente nada por los aficionados a los gallos. Ya los electores tendrán en las primarias un mecanismo democrático para dejarles saber nuestra indignación.

¿Qué problema viene a resolver esta legislación?

¿La eliminación del deporte de los gallos resuelve alguno de nuestros problemas apremiantes? ¿Con esta legislación estamos atendiendo el enorme problema del tráfico ilegal de drogas y sus daños colaterales, los asesinatos por asecho, la violencia de género, el creciente número de deambulantes, las personas sin techo ni servicios a causa del Huracán María, la falta de empleos bien remunerados, el posible colapso del sistema de salud, la pobre calidad de la educación pública y su impacto sobre nuestro futuro, el maltrato de menores, la quiebra del gobierno, la imposición antidemocrática de una Junta de Control Fiscal, la corrupción rampante en el gobierno y otros problemas puntuales de nuestra sociedad? ¿Alguno de estos problemas se resuelven con suprimir la practica legal de las peleas de gallos en Puerto Rico? Ciertamente no. Esta ley no plantea solución alguna dirigida a resolver nuestros problemas como País. Indudablemente sirve para incrementar nuestros problemas aumentando el desempleo, cerrando negocios, provocando emigración y creando un nuevo crimen (participar en una pelea de gallos) tipificando potencialmente a 100 mil puertorriqueños como criminales.

¿Quiénes son los

beneficiados por esta?

Los únicos beneficiados por esta legislación son las organizaciones y entidades animalistas de Estados Unidos que, utilizando sus enormes recursos influenciando las campañas políticas de congresistas demócratas y republicanos en las cuales literalmente compran, vía sus cabilderos, la voluntad de estos políticos. Es fácil para un congresista dejarse llevar por los planteamientos simplistas y aparentemente bien intencionados de los grupos pro-animales. Las aportaciones políticas no les permiten ver que los animalistas promueven una visión extremista que busca eliminar el consumo de toda carne animal. Pretenden eliminar el poseer mascotas, tener animales enjaulados, criar animales para la venta o la utilización de animales en investigaciones científicas. Su principal teoría es que todos los animales deben vivir libres de toda intervención humana.

¿Cuáles son los principales planteamientos que utilizan las organizaciones animalistas para oponerse a la práctica de las peleas de gallos?

A continuación presentamos los mismos y precisamos cuán desacertados y erróneos son:

Los grupos animalistas señalan que las peleas de gallos son una actividad cruel donde se obliga a pelear a estos animales para el disfrute de los espectadores.

Las peleas de gallos no son una actividad cruel porque los gallos pelean voluntariamente por instinto y naturaleza. Esto significa que consienten pelear por su propia voluntad. El termino cruel o crueldad se define como, “falta de compasión hacia el sufrimiento de otro, el que se deleita con el sufrimiento de otros”. Ciertamente esta definición reconoce la interacción entre víctima y victimario donde las acciones de este último constituyen el acto de crueldad. Tampoco se configura la crueldad porque la reacción de los espectadores es igual a la de cualquier otro espectador participando en eventos deportivos competitivos. Ejemplo de una actividad cruel es la cacería donde el cazador asecha y persigue a un animal sin el animal consentir a ser matado. La cacería con armas de fuego, arco y flecha o utilizando un ave (cetrería o “falconry”) u otro animal es totalmente legal en Estados Unidos, sin embargo, constituye una actividad cruel cuyo beneficio es el deleite y satisfacción del cazador. La víctima, o sea el animal objeto de la cacería, es un participante involuntario que huye aterrorizado de su victimario con pocas oportunidades de sobrevivir. El cazador persigue y asecha a su víctima con el propósito de matarla para su entretenimiento y placer personal.  Las industrias dedicadas a la crianza y procesamiento de cerdos, pollos, pavos y reses para el consumo humano utilizan métodos para matar estos animales que son crueles porque ninguno de estos animales consintió a morir para convertirse en un comestible.  Sin duda utilizar el término crueldad está salpicado de hipocresía.

La relación entre los seres humanos y los animales está llena de contradicciones donde es aceptable en nuestra sociedad amar a las mascotas, odiar y temer a las serpientes y matar y comernos  pollos, cerdos y reses. El ataque a la práctica de las peleas de gallos ocurre porque este deporte no cuenta con un cabildeo agresivo (inversión política) en el Congreso de Estados Unidos como lo tienen los cazadores con el NRA , los deportes competitivos profesionales (football, boxeo, carreras de caballos, rodeos, pesca y otros) y las empresas criadoras y procesadoras de carne de pollo, res, pavo o cerdo . Estas últimas amparadas en la legislación que establece los derechos propietarios incluyendo la posesión de animales para el uso y disfrute de los humanos.

El Profesor Hal Herzog , uno de los más respetados antrozoólogos  del mundo, señala  la compleja relación que los seres humanos tenemos con los animales y cuanto influyen nuestros constructos culturales y prejuicios en la forma y manera que nos relacionamos con los diversos tipos de animales. ¿Por qué se nos hace fácil comernos el pollo, el cerdo y la carne de res sin cuestionar la manera cruel en que fueron tratados y matados para nuestro placer y satisfacción y a la vez tan difícil entender que los asiáticos coman carne proveniente de un perro o caballo o en la India se idolatre una res y a nadie se le ocurra matarla para comérsela? ¿Por qué el miedo irracional a las arañas y a las serpientes o el disgusto y desagrado por los ratones que nos lleva a envenenarlos? Hay que reconocer que existen enormes inconsistencias en cómo nos relacionamos con los animales, algunas de las cuales son incompatibles entre sí y plantean una seria confusión ética. El proponer que una actividad particular constituye crueldad contra animales y luego comer pollo, cerdo, pavo o carne de res representa una enorme contradicción, un dilema ético y sin duda una actitud hipócrita.

El reglamento que regula las peleas de gallos en Puerto Rico establece que un gallo que no demuestra deseos de pelear o durante la pelea abandona la misma el Juez de Valla no obliga a dicho gallo a pelear o a continuar peleando declarando nula o finalizada la pelea dependiendo en el momento que ocurra. El disfrute de los espectadores en una pelea de gallos es el mismo que siente cualquier persona que presencia cualquier otro evento competitivo. ¿Podemos concluir que las personas que observan una pelea de boxeo entre seres humanos se “deleitan” en el sufrimiento de los boxeadores? ¿Cuándo los espectadores de un juego de football gritan emocionados al ver que derriban a uno de los jugadores, lo hacen deleitándose en el dolor o trauma que puede haberle causado el encontronazo? El tratar de diferenciar la reacción humana frente a un evento competitivo como el boxeo, el football, el baloncesto, la lucha o cualquiera otro deporte de contacto y las peleas de gallos es selectivo e inconsistente. En todos los deportes de contacto donde participan seres humanos ocurren contusiones, lesiones, daños permanentes y en ocasiones la muerte. ¿Por qué no se han prohibido estos eventos deportivos de contacto donde existe riesgo de daño físico a los participantes? Evidentemente estos eventos deportivos generan enormes ganancias económicas y tienen por consiguiente la capacidad de influenciar a legisladores y funcionarios públicos para frustrar cualquier intento de ilegalizarlos. La práctica de las peleas de gallos históricamente ha estado huérfana de una organización económicamente solvente para afrontar a sus detractores. Los enemigos del deporte de los gallos, cuan inconsistentes, contradictorios, equivocados y desinformados tienen los recursos económicos casi ilimitados para influenciar a legisladores y funcionarios públicos.

Los grupos defensores de los animales aseguran que los gallos para que peleen son endrogados alterando su agresividad con el fin de generar ganancias económicas.

Este planteamiento es totalmente falso.  Los gallos son alimentados y ejercitados como a cualquier atleta de alto rendimiento. Se les proveen vitaminas, minerales, proteínas y una dieta balanceada para mantenerlos saludables y en condición física óptima. El uso de cualquier droga es contraproducente para que estos  compitan exitosamente. La agresividad del gallo fino de pelea proviene de su composición genética y no de estimulantes externos. Señalo el Dr. Donald Hollis (1994) que los criadores de gallos de pelea solo han logrado mantener la naturaleza agresiva y valiente que demuestra el gallo de la jungla. El Dr. Hollins, además de ser un experto en el tema de la crianza de los gallos de pelea, fue profesor de la Escuela de Medicina de John Hopkins y fundador del John Hopkins Biological NMR Laboratory en 1964. Como asesor del National Cancer Institute (1974-1978) fue instrumental en asegurar el financiamiento necesario para el desarrollo del MRI.

El tema de las drogas lo traen a la discusión los grupos animalistas con la intención dañina y malsana de vincular a los que participan en este deporte con el trasiego ilegal de drogas. Siendo las peleas de gallos una actividad totalmente legal en Puerto Rico desde 1934, hoy avalada por la Ley de Gallos del Nuevo Milenio (Ley Núm. 98 de 2007) participan personas de toda nuestra sociedad; pobres, ricos, profesionales, retirados, agricultores y otros.

Las ganancias o pérdidas que pueda generarle al que apuesta en las peleas de gallos es exactamente igual al que juega en un casino, en las carreas de caballo, en la lotería tradicional o electrónica o cualquier otro medio legal de apuestas. ¿Por qué se señalan las apuestas (con el fin de generar ganancias) como un defecto pernicioso y maligno del deporte de las peleas de gallos? Esta falsedad está dirigida a influenciar a personas desconocedoras y crédulas con posturas ultraconservadoras que pretenden ilegalizar todo tipo de apuestas en Puerto Rico. Sin embargo, recientemente se aprobó en Puerto Rico legislación para propiciar las apuestas electrónicas donde la persona podrá apostar legalmente en toda una gama de deportes en y fuera de Puerto Rico.

Los animalistas constantemente repiten que la violencia en las peleas de gallos promueve la violencia en nuestra sociedad.

Convenientemente ignoran los animalistas que los principales exponentes de la violencia gráfica son la televisión comercial, las películas en el cine y cable tv, los juegos electrónicos y otros medios que le presentan a nuestra población (particularmente a los menores de edad) la más horrenda crueldad y violencia contra niños, envejecientes, mujeres y personas indefensas y desvalidas para el enorme deleite y disfrute de amplios sectores de nuestra sociedad. Los norteamericanos, particularmente, demuestran ser sumamente tolerantes e interesados en ver sucesos extremadamente violentos. Las peleas de gallos no necesariamente satisfacen ese deseo morboso y malsano de presenciar verdadera violencia.

La violencia que se exhibe en los deportes competitivos de contacto físico (football, boxeo, “extreme fighting”, lucha libre, artes marciales y otros) entre seres humanos que terminan seriamente lastimando a sus participantes con contusiones, roturas de huesos, daño cerebral, parálisis de extremidades o perdida de vida es solo para generarle  placer y diversión a los espectadores. Esta violencia está presente en nuestra sociedad a diario y a toda hora para el deleite a sus seguidores.

¿Sin gallos en el 2020

no hay voto?

Ciertamente hay políticos que, dentro de sus limitaciones, han actuado en pro del deporte cultural de los gallos. Sin embargo, otros políticos en posiciones de poder o que pretenden ser candidatos a posiciones electivas que tienen acceso y relaciones en el Congreso de EUA y en los círculos políticos en Washington consistentemente se han negado a utilizar esos recursos y contactos para proteger la industria de los gallos en Puerto Rico. Ya algunos en el deporte plantean que la consigna de los galleros debe ser, “Sin gallos en el 2020 no hay voto”. Esta consigna no logra el propósito de castigar con el voto a aquellos candidatos que no utilizaron sus accesos en Washington para proteger nuestro deporte cultural. Es importante que los galleros sean selectivos en el proceso de castigar con su voto a candidatos particulares. Aquellos candidatos que incumplieron su responsabilidad de representar los intereses de nuestra industria serán repudiados por los galleros.

Artículo anteriorTALLER SALUD = activismo y educación
Artículo siguienteImpunidad golpista en Bolivia: matar a un indígena cuesta 7.184 dólares