Venciendo el dios del miedo

 

CLARIDAD

¿Qué pasó en Puerto Rico entre 1952 y 2020?  En esas dos fechas, ¡que tienen una distancia de 68 años!, el único partido político que concurrió a las elecciones con la independencia en su programa, el PIP, obtuvo sus mejores resultados. ¿Qué pasó entre esos dos polos? ¿Por qué hubo que esperar más de medio siglo para que en 2020 tuviéramos un comportamiento electoral parecido al de 1952?

En las elecciones de 1952 participaron 664,947 personas y, como ocurría desde 1940, el PPD fue el gran ganador con 64.9%. La revelación, sin embargo, fueron los 126,228 votos (19%) obtenidos por el PIP, partido creado cuatro años antes, que tenía como candidato a gobernador al pequeño comerciante Fernando Milán. El Partido Estadista (PER) quedó en tercer lugar con 85,591 votos (12.9%). Tras declinar a 12.4% en 1956, las cifras del PIP no volvieron a estar ni siquiera cerca de esos números en las elecciones de los próximos 60 años, oscilando entre un 2 y un 5 por ciento. Tampoco tuvieron éxito los otros partidos o movimientos que participaron en elecciones con la independencia en sus programas, como el Partido Socialista (PSP) en 1976 y 1980.

En 1952 habían transcurrido apenas dos años del levantamiento armado protagonizado por el Partido Nacionalista y muchos de sus miembros, incluyendo a Pedro Albizu Campos, permanecían en prisión. Además, estaba en pleno vigor la Ley 53, mejor conocida como la de La Mordaza, promovida por Muñoz Marín en 1948. Pero a pesar de esos esfuerzos dirigidos a aislar a los independentistas, la percepción de “criminalización” en torno a su lucha todavía no se había generalizado en Puerto Rico. Tampoco el miedo se había entronizado. Buena parte de los miembros y dirigentes del PIP venían del PPD, y el propio Muñoz Marín apenas ocho años antes decía que apoyaba la independencia. Muy pronto el panorama cambió.

Fue precisamente en 1956 que el Negociado Federal de Investigaciones (FBI) creó el programa “Cointelpro”, concebido por el propio Edgar Hoover. Aquello fue una enorme operación dirigida a aislar y, en lo posible, a destruir organizaciones y movimientos considerados “peligrosos” para Estados Unidos. Eran los tiempos de la guerra fría, del furor anticomunista, y cuando el racismo y el apartheid figuraban de manera prominente en la política pública estadounidense. Allá “Cointelpro” se dirigió principalmente contra organizaciones de izquierda y las que promovían los derechos civiles de la población negra. Muy pronto el programa se extendió a Puerto Rico con las organizaciones independentistas en el punto de mira. En un memorando del propio Hoover se resumen sus objetivos y se detallan los métodos a utilizar, entre los que se encuentran fomentar divisiones internas, diseminar información falsa en la prensa, junto a la vigilancia permanente de dirigentes y militantes.

En Estados Unidos los esfuerzos contra las organizaciones de izquierda y de la población negra provinieron casi exclusivamente del FBI. En Puerto Rico los federales contaron con el auxilio de la Policía, en particular, de su División de Inteligencia, inicialmente llamada de “Seguridad Interna”. A principios de los años ’90, cuando se divulgaron los expedientes creados en esa División, se tuvo una idea completa de la magnitud de ese esfuerzo destructor. No sólo se fichó y se les confeccionaron carpetas a casi 150 mil personas, sino que la mayoría de ellos fueron vigilados de forma constante, visitando y entrevistando vecinos, interviniendo con patronos para promover despidos y, en muchas ocasiones, provocando arrestos y encarcelamientos. No solo se fichó a dirigentes o militantes, sino a todo aquel que se acercaba a ellos.

A la vigilancia ostensible o encubierta de la Policía y a la subversión interna promovida por el FBI, desde finales de la década del ’60 se añadieron las agresiones violentas de grupos terroristas del exilio cubano y la extrema derecha puertorriqueña. Las oficinas del periódico Claridad o su imprenta fueron destruidas en varias ocasiones, y los locales del PIP o el PSP se atacaban con tiros o bombas. En ocasiones esos ataques provocaron muertes, como el horrible caso de Santiago Mari Pesquera en los meses previos a las elecciones de 1976, en las que su padre, Juan Mari Brás, era candidato a gobernador.

El objetivo político de aquellas campañas era aislar a las organizaciones independentistas, creando una pared de desinformación y miedo entre ellas y el pueblo. Una vez se conoció el detalle de aquellas operaciones, vimos cuán ilusorio fue pretender que los partidos electorales del independentismo pudieran competir en igualdad de condiciones en todas las elecciones celebradas a partir de 1960. Independientemente de quienes fueran los candidatos, de su carisma o capacidad, el libreto estaba escrito.

A partir de los años ’90 el ambiente comenzó a cambiar, pero muy lentamente, como sucede con toda percepción humana. La vigilancia y el carpeteo formal de la Policía cesó en esos daños, luego de importantes triunfos judiciales. El fin de la guerra fría, sobrevenida para la misma época, cambió los enfoques y tácticas del FBI. Este último evento, junto a la virtual desmilitarización de Puerto Rico tras el triunfo de Vieques, redujeron significativamente la importancia estratégica de la isla para Estados Unidos. A todo lo anterior se unió la crisis económica que se acrecentó en el nuevo milenio, provocando el derrumbe de la farsa del “ela” y de toda la visión del “éxito” colonial que nos venían vendiendo desde 1952.

Los puertorriqueños que nacieron a partir de 1990 crecieron en un ambiente muy diferente al de sus padres y abuelos. Ellos fueron lo que hicieron posible que el PIP de 2020 tuviera un comportamiento electoral similar al de 1952. No se puede afirmar que la enorme cantidad de votos que recibió Juan Dalmau como candidato a gobernador, sean de personas que apoyan la independencia. De lo que no existe duda es que esa enorme legión de boricuas se despojó del miedo que décadas de persecución dejaron en la psiquis de gran parte del pueblo.

 

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