Viaje a la ruta del exilio-Parte 2

 

Por María Cristina/En Rojo

Retomo mi diario de viaje para comenzar la ruta del exilio que en verdad son dos: la que tomaron miles de miles de españoles en “La Retirada”, incluyendo a tres de sus líderes, Lluis Companys (presidente de Catalunya), Manuel Azaña (presidente de la República Española) y José Antonio Agirre Lekube (Lehendakari vasco), y la muy personal y familiar el 28 de enero de 1939 por el poeta y profesor Antonio Machado con su madre, Ana Ruiz, su hermano José con su esposa, Matea (las tres hijas que comenzaron el viaje fueron luego enviadas a la Unión Soviética por su seguridad). Nuestro recorrido comenzó en Figueres, famoso hoy en día por la labor cultural hecha por Salvador Dalí para preservar su obra, en ese momento de mayo 2019 con banderas catalanas en los balcones en apoyo a los presos políticos.

De este hermoso pueblo (¿ciudad?) tomamos la ruta de los Pirineos Orientales hasta llegar a Port Bou, luego Cerbère y de ahí continuar a Colliure, donde Machado llegó el 28 de febrero, enfermo y con el corazón roto, para hospedarse en el lugar más cercano a la estación de tren donde habían llegado y donde había espacio para ellos. El grupo había sobrevivido la travesía desde Barcelona a través de los caminos más accesibles para cruzar la frontera en un invierno frío y mojado. Para nosotros, 80 años más tarde, la travesía fue en buenas carreteras con vista al Mediterráneo, aunque con fortificaciones del pasado.

Al llegar a la estación de tren de Colliure, el presente pareció borrarse cuando comenzamos a caminar precisamente por las calles que componían el pueblo. Dimos vueltas, preguntamos y exploramos hasta toparnos con el Hotel Bougnol-Quintana donde residió Machado los últimos 25 días de su vida; la calle que lleva su nombre junto a una pequeña plaza con su busto; entramos a la mercería (ahora lugar de venta de buen vino) donde pararon los Machados indagando sobre un lugar para pasar la noche; y lo más maravilloso (descubierto por Lowell que se fija en detalles a la distancia) el cementerio pequeño, sencillo en medio de una callecita, donde Machado descansa. Su tumba aparece sola en medio del patio, adornada y cubierta con flores, fotos, mensajes y, especialmente, escritos de todo tipo que la gente deja para el poeta. En medio del silencio, escuchamos la voz de Machado en Soledades, Galerías, Campos de Castillay su último verso con el que tantas otras generaciones han escrito: “Estos días azules y este sol de la infancia”.

El 22 de febrero de 2019 hubo una gran celebración oficial presidida por el presidente del PSOE que con una delegación ofreció sus respetos al poeta. Para nuestra llegada tres meses después, todo estaba muy tranquilo, quizá más cercano a cuando Machado vivió aquí, aunque ahora suavizado el clima por ser primavera. Aún en la posguerra, funcionarios del gobierno de Franco intentaron llevarse sus cenizas a Sevilla para supuestamente honrar su memoria. ¿Cómo hubiera sido eso posible si el poeta fue defensor de la República y tuvo que moverse de lugar en lugar hasta ir al exilio para que Franco y sus secuaces no lo asesinaran o encarcelaran como hicieron con tantos otros que no pudieron seguir esta ruta? Jacques Issorel resume elocuentemente las razones para que Antonio Machado permanezca en Colliure: “Esta tumba no es solo la de un gran poeta, es el símbolo del éxodo de la España Republicana”.

Pasamos la noche en Perpiñán y decidimos en la mañana explorar las playas conocidas entonces y ahora, como Argelès-sur-mer y Saint-Cyprien, lo que en aquel entonces se convirtió en los campos de concentración donde el gobierno francés encerró a casi 180,000 de los 550,000 españoles que cruzaron los Pirineos para no ser masacrados por el ejército de Franco. Esas enormes extensiones de playas no tenían nada excepto arena y mar y ahí fueron atrapados sin facilidades del tipo más básico, sin alimentos, agua potable, cubiertas para el sol y la lluvia. El número de los que murieron de epidemias, enfermedades, hambre, desnutrición y abandono es incierto porque en un principio ninguna autoridad se preocupó por levantar un registro de los internados.

Separaron a los hombres de las mujeres embarazadas y los niños y sí permitieron que agencias de socorro como la Cruz Roja Suiza (no la francesa) ofrecieran el cuido necesario para que la mayoría de este grupo sobreviviera. La voluntaria de la Guerra Civil Española y enfermera suiza, Elizabeth Eidenbenz, se convertiría en casi una leyenda—aparece en la mayoría de las memorias y novelas sobre la Retirada—por su iniciativa y labor de facilitar y cuidar de los bebés que nacieron mientras sus familiares permanecían en los campos de concentración sin saber si sobrevivirían o lograrían salir y comenzar una nueva vida en otro país. Ella es reconocida en esta ruta por la historia del castillo de Bardou en la región de Languedoc-Rosellón que se conoció como Maternidad de Elna, un contraste de lo que fueron los campos de concentración franceses.

En nuestro recorrido caminamos varias millas por paseos arenosas, enormes extensiones de playa ante un mar Mediterráneo que fue testigo de la inhumanidad desplegada en este lugar desde 1939 hasta el fin de la 2nda guerra mundial. Encontramos varias esculturas en memoria de Lluis Companys como presidente de Catalunya, defensor de la República, líder de sus combatientes y mártir a manos de los franquistas cuando fue fusilado el 15 de octubre de 1940, al ser devuelto a España como pedido de Franco después de la ocupación alemana de Francia. Otro monumento recordaba a los consignados a este campo de concentración y a los que no pudieron sobrevivir las condiciones del lugar.  (https://www.memorial-argeles.eu/fr/).

 

En la 3era y última parte trazamos la última ruta desde la Jonquera hasta cruzar los Pirineos Orientales.

 

 

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