Viaje a otra dimensión junto a Otto: Reseña de Ant-Man and the Wasp y Fanny y Alexander

Las mañanas dominicales en la ciudad de Nueva York asumen olores y sonidos que combinan con la luz tenue y los matices grises de los edificios. Entre las siete de la mañana y el mediodía de cada domingo, mi calle en el Bronx toma otras dimensiones. En contraste al bullicio de la semana, se ven familias dominicanas vestidas de punta en blanco saliendo a la iglesia, se puede oír el sonido del viento en los árboles por encima de las bocinas de los carros y hasta se puede confundir el sonido lejano del tren con el mar. Estos son los momentos en los que prefiero salir al cine. No es que me refugio en una sala oscura para cerrar los ojos ante la maravilla urbana, sino que mi experiencia de una buena película comienza desde que tomo las llaves y salgo por la puerta con Otto (mi hijo de doce años que siempre me acompaña al cine). Una realidad “contamina” la otra, la del cine, y mi experiencia de ambos lugares (el tangible de la ciudad y el virtual cinematográfico) se vuelve un tercer espacio. Es el proceso de transformación que ocurre en Annihilation (dir. Alex Garland, 2018), donde la presencia extraterrestre mezcla las estructuras genéticas de toda criatura convirtiéndolas en seres nuevos. Mis domingos transforman una buena película en una experiencia memorable, independientemente de su calidad artística.

El domingo pasado, Otto y yo salimos a ver Ant-Man and the Wasp (dir. Peyton Reed, 2018), la nueva película de los Estudios Marvel y la secuela de Ant-Man (dir. Peyton Reed, 2015). Ambas películas son de lo más liviano del universo cinematográfico de Marvel ya que dependen más de la comedia. Paul Rudd en el papel de Scott Lang/Ant-Man, maneja bastante bien el humor y las situaciones más serias de la historia. El personaje transita entre tres familias. La primera incluye a su hija, su ex-esposa (Judy Greer) y su nuevo esposo (Bobby Cannavale), que en la secuela acepta a Lang como parte de su círculo. El segundo grupo está formado por la graciosa pandilla de ex-criminales, que incluye a Luis (Michael Peña). La tercera unidad, que es el enfoque principal de la secuela, cuenta con Hank Pym (Michael Douglas) y su hija, Hope Van Dyne/Wasp (Evangeline Lilly). Pym es el científico que diseñó los trajes que le dan el poder a Ant-Man y a Wasp para reducir o agrandarse en tamaño. Los primeros diez minutos de la película plantean claramente el conflicto. Hank y su esposa, Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer), eran originalmente Ant-Man y Wasp. Tratando de desarmar un cohete, Wasp se redujo tanto que quedó atrapada en la Dimensión Cuántica (the Quantum Realm). Décadas después, padre e hija luchan junto a Scott por entrar a la Dimensión Cuántica para salvar a Janet. Pero tendrán que enfrentar los desafíos de un poderoso oponente, Ghost (Hannah John-Kamen); de la mafia y de las autoridades, ya que Scott está bajo arresto domiciliario.

Ant-Man and the Wasp tiene elementos muy efectivos. Las escenas de peleas son sumamente entretenidas ya que el director logra incorporar los rápidos cambios de tamaño de los héroes. Al mismo tiempo, Evangeline Lilly hace de Wasp un personaje fuerte y mucho más hábil que Ant-Man. Por esto, gran parte de la comedia depende del contraste entre una Hope en pleno control de su traje y las torpezas de Scott. Aunque bien logrado, estos contrastes no son nada nuevo y apuntan de manera predecible a un futuro romance entre Scott y Hope. Me parece más problemático el estereotipado personaje de Luis, el latino que existe en función de las necesidades de Scott y que no añade nada interesante a la historia.

Sin embargo, uno de los problemas mayores que presenta la película es el no explorar la Dimensión Cuántica. Este es un espacio salvaje y peligroso al estilo del Skull Island de King Kong (dir. Peter Jackson, 2005), donde la tripulación enfrenta una fauna diversa y fantástica que lucha por engullir a todo invasor humano. Los pocos atisbos que tenemos de la Dimensión Cuántica me hacen cuestionar cuán interesante hubiese sido la película si hubiesen adentrado más en este plano, dándole a la trama unos giros inesperados. El enfoque de la película en nuestra realidad hace de Ant-Man and the Wasp una película más, algo divertida, pero que no recordaremos después de unos meses.

Por otro lado, un domingo frío de marzo, salí con Otto a ver Fanny y Alexander (dir. Ingmar Bergman, Suecia, 1983). Aunque la versión que exhibieron en las salas de cine durante los ochenta dura alrededor de tres horas, la película que se pasó como miniserie televisiva en Suecia dura un poco más de cinco horas. El Film Forum de Nueva York exhibió esta última dividida en tres partes. Algo nervioso por la duración de la película ya que no sabía si Otto podría aguantar las cinco horas completas, compré taquillas para las dos primeras partes y decidí esperar a ver su reacción. La película cuenta la historia de los Ekhdal, una familia adinerada en la cual cada miembro es una explosión de presencia. El espectador conoce todo lo necesario de cada personaje en la gloriosa fiesta de Navidad que ocupa la primera parte de la serie. Entre el color y la música, se mezclan las fantasías del joven Alexander (Bertil Guve); la íntima relación de la matriarca, Helena (Gunn Wålgren), con su mejor amigo, Isak (Erland Josephson); y la relación extramarital entre el apasionado Gustav Adolf Ekdahl (Jarl Kulle) y una joven sirvienta. Los miembros de la familia y allegados no representan una moralidad tradicional y algunos son sumamente problemáticos. Pero el gozo y la teatralidad de este ambiente nutre la visión de Alexander y su hermana Fanny.

De momento, Bergman nos cambia el rumbo de la historia cuando Oscar Ekdahl (Allan Edwall), el padre de Fanny y Alexander, muere repentinamente. La joven viuda, Emilie (Ewa Fröling), no quiere estar sola y decide casarse con Edvard Vergerus (Jan Malmsjö), un obispo muy estricto y obsesionado con someter al rebelde Alexander con palizas y castigos. Los rojos brillantes de los Ekdahl son reemplazados por los grises de la nueva realidad de la familia Vergerus. De esta manera, la trama se divide entre tres dimensiones, la colorida casa Ekhdal, la fría casa Vergerus y la mágica casa de Isak. Esta última es el lugar donde esconden a Fanny y Alexander cuando los rescatan del aposento del obispo. La casa de Isak es una aventura de por sí ya que está repleta de oscuros recovecos poblados por títeres y hasta una figura andrógina que combina un iluminado cuerpo celestial y la sexualidad amenazante del infierno.

Bergman lleva al espectador a transitar diferentes planos demostrando como cada uno marca a Fanny y Alexander Ekdahl. La visión de Alexander y la pasión por el teatro de Bergman, le dan una belleza táctil a cada dimensión ocupada por los personajes. Las historias de Ant-Man and the Wasp y Fanny y Alexander giran alrededor de una familia luchando contra todo para rescatar a una figura madre de una dimensión peligrosa. Así como Janet Van Dyne está atrapada en la Dimensión Cuántica, Emilie y sus hijos son prisioneros en la casa del obispo, donde se acusa de sacrilegio toda chispa creativa. Al igual que los Pym-Van Dyne, los Ekdahl añoran salvar la viuda de su hermano y a sus sobrinos de la muerte en vida a la que han sido condenados. Sin embargo, el conflicto de los personajes de Ant-Man and the Wasp pierde urgencia ya que nunca vemos los peligros a los que es expuesta Janet y el director perdió una oportunidad para expandir en un nuevo mundo nunca antes visto en el universo fílmico de Marvel.

Ese domingo, no pudimos ver la tercera parte de Fanny y Alexander porque estaba totalmente vendida. Pero el martes después saqué a Otto temprano de la escuela porque era la última función de la tercera parte de la serie. Ant-Man and the Wasp es una película entretenida para un domingo aburrido. Pero Fanny y Alexander es la belleza misma y la perfecta justificación para cortar la clase de matemáticas.

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