Vida y Comida : Río Piedras

 

Especial para En Rojo

Hace meses, estando el país todavía bajo órdenes de cierre, daba vueltas en auto pasando por mi vecindario en Hato Rey, por el viejo San Juan y con más interés por Río Piedras. Esperaba y vi lo que todo hemos visto, calles solitarias, basura, y abandono. Por décadas con tristeza hemos visto el deterioro de la ciudad universitaria como llamamos y conocimos hace ya mucho también esa esquina del mundo. Inevitablemente pensé que después del desalojo de los estudiantes, el cierre de la universidad y del comercio todo, de esa ciudad no quedaría mucho, si algo. No tengo la respuesta, solo sé que eso puede suceder… o no.

La panadería que habían abierto poco antes del comienzo de la pandemia había abierto nuevamente ofreciendo sus dulces y sándwiches. Este es un proyecto joven y su clientela es principalmente joven; como siempre ha sido buena parte de Río Piedras. Algunas librerías permanecieron abiertas para su clientela entregando las órdenes directamente al auto. Río Piedras no es solo un lugar de sobrevivientes y el remanente en ruina nostálgica de su época de gloria. Eso que llamamos casco ha tenido por mucho tiempo una línea que divide lo que va quedando del mundo estudiantil separado para muchas cosas de la comunidad de inmigrantes dominicanos que convive en ese espacio, ignorándose ambas partes.

Durante ese período vi por Facebook unas fotos de un restaurante en Río Piedras que ofrecía comida para recoger o para entregar. KAMAKURA es el nombre del sitio que llamó mi atención, no solo por su nombre poco usual para RP si no por sus ofertas de comida. Vi un menú con platos asiáticos combinados con toques mexicanos como los tacos de pescado de fusión y al mismo tiempo ofrecían un especial de combinaciones criollas. He visto aunque no he comido el arroz con habichuelas, empanadas o chuletas con tostones, papas o amarillos, todos fueron por un tiempo muy exitosos, ya no están incluidos en su menú. Nuevamente llamé a Rafa, mi socio primario cuando de Río Piedras se trata, para preguntarle sobre el sitio. Por supuesto, ya él lo conocía desde antes de la pandemia y le gustaba mucho. Añadió que el local tenía unas mesas al aire libre antes de que esa modalidad se multiplicara en todos los comercios donde cupiera una carpa. No necesité más. Asumiendo mi primer riesgo después de vacunarme y con algo de susto corrí con mi máscara a enfrentar mi primera aventura comiendo fuera de casa desde que la COVID 19 apareció en nuestras vidas.

En esa ocasión bien acompañada me fui a la segura, pedí los dumplings y los tacos. Ambos ofrecen lo sabores necesarios y esperados, no son nada grasosos a pesar de que el pescado es frito, no nada estridente domina sobre las otras cosas, delicados, la mezcla de sabores de los tacos combinando los filetes de pescado, cilantrillo y limón, mejor no podían quedar. Comida sabrosa y al mismo tiempo delicada con ingredientes muy frescos. La segunda vez, la tercera y muchas más he ido probando distintas cosas de las que preparan como el que comí recientemente, Yakisobe que además de los fideos, lleva zanahorias, cebollas, pimiento y repollo salteado con especias japonesas ajo y jengibre, resulta sabroso liviano y fresco; lo pedí con camarones que estaban cocidos justo a su punto, cristalinos, no duros. Puedes añadir pollo, cerdo o camarones sí gustas. Ayer vi el anuncio de un especial de la cocina árabe estilo Kamakura, pollo con especias de la cocina árabe, humus perfecto en sabor y textura y pan pita. Estos platos son, meses después de mi primera visita, como se espera de todo restaurante que vale la pena revisitar, una muestra que Kamakura mantiene una calidad consistente y logra lo más importante para mí, la frescura de los ingredientes, en la confección con todo hecho al momento y en el sabor. Toda la cocina de Kamakura, que va consolidando su carácter asiático casi exclusivamente, ofrece platos que nos parecen familiares con un twist que los hace mejores que muchos otros en el mercado. Hay un corto menú fijo al que periódicamente le añaden alguna cosa nueva. Eso sí, no olvides pedir un pique preparado en la casa que contiene entre otras cosas, aceite de pimienta roja szechuan con clavos de especie dándole un sabor distinto, único. Este pequeño lugar es la aventura de César y Nadja una pareja estudiante graduado de literatura y cocinero chef él, profesor en la UPR y estudiante ella, colaborando mano a mano para hacer lo que disfrutan juntos. Comenzaron mucho antes de la pandemia a cocinar en la casa y entregar comidas, consiguiendo un local en la ciudad con la que se sienten vinculados. César diestro y honesto en el oficio que ama y disfruta y que por eso lo hace. Allí y ocasionalmente junto a su compañera Nadja quien asiste al cliente. En su casa del #14 de la calle Amalia Marín, podrás probar, sentado en sus mesas de exterior en un ambiente sencillo y tranquilo, sin estridencias y rodeado de jóvenes atraídos por la comida japonesa sencilla, saludable y a un precio accesible. Invitados quedan a probar esas cosas que preparan para compartir esas experiencias con nosotros, jóvenes y los que no lo somos de edad pero lo somos de ánimo y de búsqueda, los que seguimos visitando o viviendo en esa parte de San Juan que tanta vida e historia contiene.

Mirando esa actividad comercial, mayormente joven, que va reabriendo o abriendo por primera vez, recuerdo que el cambio es lo más permanente en la vida y en la naturaleza toda. A veces, para no cambiar tanto.

Hace 6 o 7 décadas en el espacio en el que ubica Kamakura un boricua a quien todos conocieron como Don Rafa abrió un pequeño negocio que llamó “Refresquería La Patria”. Aquí vendía refrescos y sándwiches a precio populares aún para esa fecha y para el que no tenía con que pagar, fiaba sin fecha de vencimiento. Por el nombre pueden adivinar que el lugar se convirtió en la casa y lugar de reunión de muchos estudiantes que simpatizaban con las ideas políticas de Don Rafa, mayormente estudiantes que militaban en las organizaciones independentistas de esos años. Don Rafa se convirtió en casi el padre de muchos prepas que venían de lejos, con recursos económicos limitados pero con los ojos y las mentes abiertas al conocimiento y al futuro, a quienes ofrecía hospedaje en dos cuartos de su apartamento que era al lado de la Refresquería y del hoy restaurante.

La historia de Rio Piedras está repleta de esos sueños que todavía llegan a ese lugar, sitio de luchas de vida y de futuro que siguen dándose. Basta con prestar atención y veremos el hilo del pasado y de lo nuevo con el que se va tejiendo el enorme tapete que tuvo y tiene a la Universidad como centro. Universidad que sirvió de mesa en la que lo mejor del país pudo con orgullo sentarse y la casa en la que encontró el apoyo y el abrazo para alcanzar lo que se buscaba, o sorprenderse por lo que no se imaginaba al llegar y que terminó siendo su vida.

Para Don Rafa, un hombre que amó su tierra, su Patria y para sus jóvenes.

 

 

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